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Mi pequeño homenaje a Francia

Algunos recuerdos de mi primer año como estudiante en Paris

Me siento muy afortunada por las universidades en las cuales he tenido la oportunidad  de hacer mis estudios (UCAB, UCV, Stanford University y René Descartes). En estos momentos en que Paris ha sido centro de atención por motivos muy dolorosos que han conmovido a muchos, quiero poner de relieve el valor que representó para mi mientras fui estudiante en ese país.

Francia es uno de los pocos países donde las universidades están abiertas a todos los estudiantes del mundo de manera gratuita. La cultura democrática académica que caracteriza a este país me permitió participar en las cátedras magistrales de intelectuales de la talla de Barthes, Foucault, Lacan, Bourdieu.

A continuación resumo una carta que escribí al final de mi primer año, cuando viví experiencias que fueron cruciales en mi formación por la calidad de los eventos académicos a los que estuve expuesta.

“Paris, 30 Junio, 1980

Querida Elvira:

Parece mentira que hayan pasado ocho meses de mi llegada y que el año escolar haya concluido. Los seminarios de Foucault  terminaron hace unas semanas y el de Barthes hace unos meses, por causa del accidente. 

Reviso mi libreta de notas de los seminarios y observo que el primer día de clases con Roland Barthes, fue el sábado 1 de diciembre de 1980.  André me había dicho que para encontrar puesto libre en la sala principal (existe otra sala anexa sonorizada) era necesario ir con una hora de anticipación. Ese sábado me levanté bien temprano para conocer de cerca “l´amoureux  du langage”. Llegué antes de “una hora antes” y me encontré con la sala completa. ¡Ah! Pero todavía quedaban libres los pasillos. Alcancé a ocupar un espacio cerca del paraninfo que estaba totalmente cubierto de micrófonos y grabadores. En los muros sólo había una placa con una foto: Bergson (1859-1941). En la sala había público de todas las edades y estilos. De repente se produjo un silencio absoluto: Barthes entra en la sala por el ala izquierda, con una capa elegantísima, como un actor de teatro. En su rostro destaca bastante pelo blanco y pobladas y oscuras cejas. Y después su voz susurrante… Bibliografía para este curso: “Toda la literatura, pero especialmente las obras de : Chateaubriand, Flaubert, Kafka, Mallarmé, Nietzsche, Rimbaud, Tolstoi.

Algunas frases anotadas: “El gozo de escribir es un éxtasis, una iluminación, una conmoción”. “Texto que me acaricia cada vez que lo leo” “Efecto eterno y misterioso”, “Deseo amoroso”, “Han llegado entre otros posibles a adaptarse a mi deseo”. “La esperanza de escribir es como un encuentro amoroso”, “La esperanza de escribir es una memoria que desea”, “La relación entre leer y escribir es una relación nupcial”, “Escribir es una fuerza desesperada de búsqueda”. 

A mediados de febrero, Barthes terminaba la primera parte del Seminario titulado “La Préparation du Roman: l´oeuvre come volunté”. Sin embargo, una notica en el periódico nos puso en conocimiento de la discontinuidad de esta segunda parte. Noticia en Le Monde: El accidente de circulación del cual ha sido víctima Roland Barthes se produjo el 25 de febrero alrededor de las 15 30, mientras caminaba en la rue des Ecoles. Tenía 64 años. 

En el Nouvel Obs  leo una nota de una persona muy cercana a él: “-Un accidente del que ha podido reponerse, pero se ha dejado morir? Por cansancio? -Quizás porque la vida, con los prefacios por escribir, los cursos a dictar, la gloria a gerenciar. -Para que sirve todo esto?”  

Ante esto, yo me pregunto ¿cómo es posible que el peso de su obra no fuera importante para no sentirse solo? Siempre me ha impresionado la soledad de la vejez, y siempre he creído que la sabiduría pudiera ser una barca, pero ahora estoy convencida que no, que hacen falta otras cosas, como plantea Kurosawa en su película Vivir.

El seminario de Foucault se realiza en la misma sala que el de Barthes, pero los miércoles a las 10 de la mañana. Cuando Foucault entra en la sala por primera vez, hace dos horas que yo estoy sentada justo en el medio del anfiteatro. A este curso viene más gente mayor que al de Barthes, no sé por qué.  Foucault tiene una apariencia física muy diferente  a la de Barthes. Es más joven, de figura más delgada, más  baja, y con la cabeza totalmente rapada. Foucault está en la sala con una presencia fuerte, al contrario de Barthes que pareciera susurrar consigo mismo. 

Los conceptos que me vienen a la mente para identificarlos cuando les comparo son: “discurso amoroso” en Barthes; “relaciones de poder” en Foucault. Sin embargo, la concepción de Foucault sobre el poder es distinta a la que sustenta la teoría marxista, pues los marxistas ponen todo el acento en el poder del Estado, mientras que en Foucault se trata más bien de poderes singulares, múltiples y entrecruzados. Es decir, para Foucault la dominación se ejerce a través de espacios de poder que se encuentran entretejidos en todas las relaciones sociales. Asimismo, la relación “saber-poder” es una noción distinta a la de “ideología dominante” que utilizan los marxistas, noción ésta que actualmente está siendo cuestionada. La noción de “saber-poder” es el aspecto que más me interesa para mi tesis, especialmente lo que se relaciona con el análisis de la dimensión del conocimiento y los aprendizajes. Su metodología se orienta a la búsqueda del “silencio de la ausencia”: forma de operar el poder a manera de exclusión de lo que molesta.

Bueno y ahora viene Lacan, que no es del Colegio de Francia pero está al mismo nivel de vedetismo que los anteriores. Su enfoque psicoanalítico ha influido mucho en la cultura intelectual francesa (literatura, cine y especialmente en las ciencias sociales). Su mérito: haber “regresado a Freud” pero renovando el psicoanálisis a través de la incorporación de adelantos que se vienen haciendo en la lingüística y las matemáticas. El centro de atención de Lacan son las relaciones entre el sujeto y el lenguaje. Es decir, para Lacan, el inconsciente tiene un lenguaje y es aquí donde se armó todo un lío con los psicoanalistas tradicionales que planteaban que el metalenguaje era característico del inconsciente. No es fácil entenderlo, hasta existe un diccionario especial “lexique lacanien” para poder entender el vocabulario que él utiliza y que no aparece en los diccionarios convencionales. 

Los seminarios de Lacan se realizan los martes de 12 a 1, en la Facultad de Derecho. El público muy diferente a los anteriores, parte está formado por la crema y nata de los psicoanalistas parisinos que representan la exquisitez de estas aventuras intelectuales. Estos psicoanalistas, vestidos muy chic, van a ver a Lacan como quien va a tomar la bebida de moda. No fui asidua a estos seminarios como fui con Barthes y Foucault, pero por casualidad entre las pocas veces que fui me tocó ser testigo de cuando se desprende de la sociedad psicoanalítica que el mismo había fundado. Hecho crucial que tuvo trascendencia en la historia del psicoanálisis. Generalmente Lacan entraba en el anfiteatro por la puerta de atrás y camina por el pasillo del medio, como una novia, como un actor de teatro al estilo de las obras de Harold Pinter. El primer día no entendía por qué en la mesa no había grabadores como en los cursos de los otros profesores famosos, pero pude comprenderlo al darme cuenta, al final de la clase, que solo había pronunciado en total cuatro frases de unas diez palabras cada una. El silencio también forma parte del estilo de su terapia”

Hasta aquí la carta. Pero debo señalar que al año siguiente, cuando Pierre Bourdieu fue aceptado en el College de France, volví a ese anfiteatro a escuchar su Seminario, que fue clave para mi tesis sobre “Producción y transferencia de paradigmas teóricos del centro a la periferia”, después convertido en libro, y que tuvo varias ediciones.

A ese Paris de las grandes ideas, de los intercambios, de las pasiones intelectuales, de la cultura universal, del respeto por la diversidad, de discusiones relevantes y algunas no tanto, de las emociones, de los Bistrós, del vino y de los cafés, de las librerías de libros antiguos, de Paul Valéry, de los Impresionistas, de Rodin, de los clochards, de Abelardo y Eloisa, de los estudiantes con bagette, de los aromas de comida en la rue Mouffetard, de los mercados de quesos con música de Edith Piaf, de las películas en la rue Saint Andres-des-Arts, de los artistas vagabundos. De estas cosas y ¡de tantas otras! A  ese Paris, que es la vida,  RINDO HOMENAJE.

Carmen García Guadilla

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