Opinión Internacional

Africa en blanco y negro

Mientras Africa vuelve a ser noticia en estos días por una nueva hambruna, esta vez en Etiopía y el llamado Cuerno que mira hacia el Oriente, tres países -Senegal, Namibia y Zimbabwe- atraviesan por episodios de relevo gubernamental que merecen atención por las numerosas afinidades con procesos en curso en nuestro propio continente.

El mas destacado han sido las elecciones en Senegal, donde la victoria del líder opositor liberal Abdulaye Wade sobre el Presidente Abdou Diouf fue aceptada sin chistar y significa la consolidación definitiva del sistema democrático en la ex-colonia francesa que hace veinte años dio al mundo una lección igualmente ejemplar.

Porque entonces el padre fundador, el ilustre Leopold Sedhar Senghor, se retiró voluntariamente de la manera mas elegante, en plena madurez física e intelectual y abdicó el poder en el delfín que había madurado bajo su tutela, en contraste con la costumbre de los países que tras liberarse del dominio europeo sucumbieron a dictadores de rasgos macondianos y, como era habitual en aquellos tiempos de la Guerra Fría, regímenes de partido único de ineficaz y rabioso marxismo pro-soviético.

Las reformas constitucionales del poeta-estadista que a partir de ese momento se aisló en la costa de Bretaña para no interferir con la vida politica senegalesa, propiciaron la lucha partidista de las corrientes ideológicas tradicionales y, finalmente, el normal desgaste que el poder genera en cualquier sociedad humana favorece ahora la terquedad del sempiterno líder opositor, que deberá sin embargo negociar con la Asamblea controlada por los seguidores de Abdou Diouf o apelar a un referendum que permita una nueva consulta parlamentaria.

Mas al sur, la SWAPO, el partido que encabezó la lucha de liberación de Namibia contra Sudáfrica y ejerce el poder hegemónico desde la independencia hace apenas diez años, ha visto reforzada todavía mas su mayoría parlamentaria, a pesar de la escisión de un grupo de jóvenes dirigentes que cuestionaron la interpretación constitucional que permitió al Presidente Sam Nujoma reelegirse por segunda vez.

La estabilidad de que Namibia hace gala se explica, en buena medida, por el aprendizaje del ajuste de cuentas con los antiguos colonos en los países africanos que accedieron a la soberanía antes que aquella fascinante tierra de sabanas; que impidió conflictos étnicos como los que afectan por ejemplo al Congo y la miseria que provocó en Angola el éxodo de los campesinos y comerciantes portugueses, y ha aleccionado en la transición pacífica de Sudáfrica.

Que la vecina Zimbabwe se halle ahora en el centro de la atención mundial se explica, en cambio, por la obstinación de Robert Mugabe en atornillarse en el mando, tras veinte años de una presidencia ruinosa para la antigua Rhodesia, haciendo caso omiso a las señales de su pueblo, que en febrero rechazó una reforma constitucional para perpetuar su régimen autoritario y corrupto.

La respuesta de Mugabe, cuya arrogancia entorpece la integración de los países del Africa Austral y es fuente de frecuentes fricciones en la subregión, ha sido la exacerbación del odio racial al estimular las invasiones de los farmers europeos y sudafricanos que aún permanecen en Zimbabwe, una redoblada hostilidad contra los medios de oposición y una campaña populista de groseras alusiones hacia el gobierno inglés.

Igual en el Perú, la ambición continuista de Mugabe ha colocado a su país bajo la lupa de la comunidad internacional y plantea el riesgo real de recurrir a la desobediencia civil como única salvaguarda de la salud constitucional de la nación.

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