Opinión Internacional

Alianza Sino-Rusa

A Victoria

En la tercera semana del mes de agosto las fuerzas armadas rusa y china desarrollaron el primer ejercicio de combate con fuego real en la península de Shandong, a orillas del Mar Amarillo, cerca de Tsingtao (antigua colonia alemana antes de la I Guerra Mundial). El ejercicio consistió en una invasión y conquista litoral en donde entraron en juego 1,800 soldados rusos y 7,000 chinos de los componentes terrestre, naval y aéreo de las dos potencias.

El conjunto de maniobras bélicas, llamado por ambos Estados Mayores “Misión de Paz 2005”, supone la posibilidad de cooperación táctica y compatibilidad de sistemas militares entre Rusia y China, Estados que en los últimos años han sostenido un incremento en su presupuesto militar y que además mantienen una relación estrecha en materia de compras chinas al aparato industrial-militar ruso.

El Departamento de Defensa de los Estados Unidos se mostró interesado en las maniobras conjuntas, sobre todo por no haber sido invitado como observador, lo cual permite hacer una serie de especulaciones razonables sobre el respecto. En primer lugar, a pesar de que los voceros de Misión de Paz 2005, los Generales Liang Guanglie y Yuri Baluyevsky, recalcaron que los juegos de guerra estaban orientados a combatir el separatismo y que, por tanto, no era una amenaza para ningún Estado en particular sino para movimientos terroristas (baste recordar las acciones del Movimiento por la Liberación del Turkestán Oriental en la Región Autónoma de Xinjiang Uygur o del Ejército de Liberación Chechenio en el Cáucaso), la naturaleza de las operaciones en Shandong no permite suponer un enfrentamiento entre fuerzas asimétricas sino uno entre ejércitos regulares (enfrentamientos contra fuerzas de resistencia taiwanesas o frente a un cuerpo expedicionario japonés-estadounidense en Asia oriental, por ejemplo).

En segundo lugar, el aumento constante de los precios del petróleo han hecho cada vez más rentable la explotación de hidrocarburos en Siberia oriental, permitiendo que las inversiones chinas y japonesas se orienten hacia esa región rusa. Parte del futuro consumo energético chino vendrá de Asia central y Rusia oriental, con lo cual queda claro que la estabilidad de dichas regiones es vital para la seguridad nacional tanto china como rusa. No resulta descartable la posibilidad de creación de un dispositivo de batalla defensivo en conjunto para proteger las vitales instalaciones de refinación y transporte terrestre de hidrocarburos, punto débil de todo Estado industrial.

En tercer lugar, el incremento del presupuesto militar sino-ruso deja entrever la inversión en armamento y tecnología de guerra, ya que sus contingentes militares, lejos de crecer en número, disminuyen, dando paso a un tipo de fuerza más pequeño, móvil e inteligente, capaz de dividir tareas y actuar con distintas armas en conjunto con una mínima pérdida de vidas. Si bien tal estadio de desarrollo solo ha sido parcialmente alcanzado por los Estados Unidos y sus fuerzas elite, la Revolución en Asuntos Militares conduce a las potencias a tratar de lograr un nivel semejante a sus competidores para ubicarse en una posición privilegiada en el orden político internacional. Además, los ejercicios pueden ser una vitrina rusa de armamento para persuadir a su principal cliente.

Por último, la complementariedad militar y los intereses estratégicos y de seguridad compartidos podrían fundar una sólida alianza sino-rusa. Ambas potencias han dejado claro, a través de sus cancillerías, que su mayor objetivo geopolítico global es contribuir por la creación de un orden político multipolar, para lo cual han ofrecido su voto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a Alemania, Brasil, India y Japón para que pasen a ser miembros permanentes de pleno derecho. El paso de una alianza táctica; para resolver asuntos regionales y operativos como el separatismo, el fundamentalismo o la seguridad energética; a una alianza de tipo estratégico; tendiente a limitar la presencia de los Estados Unidos en esa región de Eurasia; podría ser el cambio geopolítico más trascendental desde la disolución de la Unión Soviética.

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