América Latina, la democracia bajo las sombras
Nada más ruin de Micheletti, un hombre que en los 50 fue miembro de la guardia personal del presidente Ramón Villeda, derrocado en 1963, y sus militares que secuestrar al presidente Zelaya y deportarlo en pijama a Costa Rica para acceder al poder, impedirle el regreso ocupando militarmente los aeropuertos y obstruyendo las pistas de aterrizaje ¿por qué hacerlo si Zelaya violó la constitución y es necesario juzgarlo?. El abogado Fernández Guzmán señalaba que “la suspensión y el traslado a la nación vecina era el disfraz perfecto al golpe de Estado, pues no puede haber separación cuando hay captura y expatriación y negación al derecho de la defensa”.
La Constitución de Honduras señala que: “ARTICULO 3.- Nadie debe obediencia a un gobierno usurpador ni a quienes asuman funciones o empleos públicos por la fuerza de las armas o usando medios o procedimientos que quebranten o desconozcan lo que esta Constitución y las leyes establecen. Los actos verificados por tales autoridades son nulos. El pueblo tiene derecho a recurrir a la insurrección en defensa del orden constitucional.” Lo que implica que sus acciones serán constitucionales e incluso sería justificada una intervención militar sin inventar argucias como en Irak.
El “ARTÍCULO 4.- La forma de gobierno es republicana, democrática y representativa. Se ejerce por tres poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial, complementarios e independientes y sin relaciones de subordinación. La alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la República es obligatoria. La infracción de esta norma constituye delito de traición a la Patria.” Solo que la reelección es solo un fantasma mediático y una justificación frente al enojo de Micheletti, por no ser el candidato a la presidencia.
Y el “ARTÍCULO 5.- El gobierno debe sustentarse en el principio de la democracia participativa del cual se deriva la integración nacional, que implica participación de todos los sectores políticos en la administración pública a fin de asegurar y fortalecer el progreso de Honduras basado en la estabilidad política y en la conciliación nacional.” Precisamente la participación ciudadano fue el pretexto para desterrar a Zelaya y justificar el golpe. A usted le dejo la interpretación de los artículos a la luz de lo que ha acontecido en estos días en Honduras.
Hemos leído las criticas al presidente Calderón por su participación en 29 de junio en las reuniones del Sistema de Integración Centroamericana (SICA) en Managua y la extraordinaria del Grupo de Río, convocada por el presidente de Ecuador, Rafael Correa, del cual México tienen la presidencia pro témpore, por el contenido de sus pronunciamientos y acciones, a la luz de la Doctrina Estrada, olvidando que ésta fue mancillada por el Canciller del gobierno de Fox, al destrozar la política exterior histórica de México en sus relaciones con Latinoamérica, quien ahora erigido en experto de todos los temas de política interna y externa del país, juez de la política exterior del gobierno del partido que lo hizo canciller. Pero de no actuar así el costo político pudo haber sido enorme y difícil de sortear frente a las elecciones pasadas.
No hay que obviar, que si bien se produjo un relevo de partido al frente del gobierno, el aparato estatal sigue intacto y muchos ilustres priistas ocupan inexplicablemente cargos de primer nivel de gobierno, otros han mutado de piel y cambiado corbatas al color de moda; los hay también agazapados esperando el día del retorno y la cacería de brujas. Hay quienes apuestan cada día a nuevos errores de Calderón y desaprueban su alineación con los países del continente en el caso de Honduras, obviando la responsabilidad regional de México.
Nada más burdo de quines han tratan de explicar la crisis de Honduras señalando que “Zelaya busca reelegirse cambiando la Constitución, para perpetuarse en el poder como los lideres de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos (ALBA)”, alimentando la desinformación y justificando el golpe de Estado de Micheletti; olvidando que no es la hora de las ideologías sino la hora de la democracia Latinoamericana, de la unidad y los consensos; si no ¿cómo aspirar a su unidad en medio del caos y la confrontación?. Hoy cada presidente comenzará a dormir con zozobra, menos seguro, si este golpe de Estado prospera y quines los promovieron no son llevados ante los tribunales internacionales de justicia ¿a caso debemos esperar a que Baltazar Garzón lo Haga o a crear un tribunal latinoamericano de justicia, como propone el presidente de Bolivia?
Honduras, gobernado hasta hace 28 años por militares, muestra la fragilidad de la democracia en América Latina. Es verdad que el mundo está cambiando como lo ha dicho el primer ministro británico, Gordon Brown, “ha cambiado tanto que es irreconocible, no sólo en el transcurso de los diez últimos años sino, igualmente en el transcurso de los últimos diez meses… lo que requiere un nuevo enfoque para abordar los nuevos desafíos…”. El propio Estados Unidos se sumó a la condena del golpe en la OEA y en la ONU, pero no sabremos cuál es el grado de control que tiene hoy Obama sobre el Pentágono y la CIA, sí sus militares y embajador están al margen o existe una política de doble lenguaje; a él le toca probarlo y adoptar un nuevo enfoque.
La Secretaria de Estado, Hillary Clinton, decía que “cuando yo hablo de apoyar el trabajo de la OEA es una cuestión de trabajar con los partidos en Honduras, porque todos los partidos involucrados den un paso atrás y mirar cómo sus instituciones democráticas deberían funcionar, se debe entender que hay mucho en juego para mantener la democracia, no queremos ir hacia atrás…”; sin embargo, poco ha hecho Obama para ello, quien parece estar más preocupado en reconstituir sus relaciones con Rusia, Irán y Afganistán, que atender esta crisis hemisférica en su región de influencia y reconstruir sus relaciones con América Latina, su credibilidad.
México, miembro del selecto club de países ricos de la OCDE, como Honduras, uno de los 3 países más pobres del continente, tienen instituciones democracia endebles que han sido puestas a prueba; por los militares, con cuestionamientos electorales y crímenes políticos sin esclarecer, con masacres electores como la reciente y el crimen organizado infiltrado en el Estado, haciendo imprescindible refundarlas para ajustarlas al nuevo orden económico y político internacional, para hacerlas garantes de la vida democrática de los países, para que la cohabitación sea un medio de coexistencia política, evitando que la violencia las destruya, hundiéndonos en la edad de piedra.
