Opinión Internacional

Perú: Lázaro se apellida García

Lima (AIPE)- “O la memoria de los votantes ha cambiado o los votantes mismos han cambiado…”, le dice Oscar González, presidente y director general de Southern, uno de los grupos mineros más importantes del Perú, a Joel Millman del diario The Wall Street Journal, tratando de interpretar la actual popularidad del ex presidente Alan García Pérez.

Ambas cosas son ciertas. La memoria del peruano es cortísima. No solamente sufre de amnesia colectiva, sino que perdona demasiado rápido. Basta ver las elecciones de 2001 en las que ganó Alejandro Toledo por estrecho margen al líder del APRA, quien regresaba al Perú luego de seis años de vivir entre Bogotá y París, huyendo de la justicia y de la persecución política. De acuerdo a los sondeos de opinión de esos días, si Alan García hubiera llegado un par de meses antes, podía haber ganado los comicios.

También es verdad que hay nuevos electores. Jóvenes que no sufrieron la estrepitosa catástrofe del quinquenio aprista (1985-1990) y que son permeables al discurso demagógico, avasallador y seductor de García, un orador superdotado con lengua de serpiente.

No se comprende de otra manera el olvido del desastre económico de Alan García, tan calamitoso como lo fue la Guerra del Pacífico.

Entre julio de 1985 y julio de 1990, la inflación saltó de 10% a 2.178.482%. La respuesta de García fue: “No hay que tener miedo al movimiento de los precios”. Los precios se multiplicaron 22 mil veces. El PIB per cápita cayó 20%. La recaudación fiscal se vino abajo del 14% al 4% del PIB. El déficit fiscal llegó a 8,7% del PIB. La pobreza se triplicó, pasando de 16% al 45%. Los salarios reales descendieron a menos de la mitad. Los niveles de consumo real se redujeron en 46%.

“Lo que el Perú quiere es trabajo”, dijo el discípulo de Víctor Raúl Haya de la Torre, y el subempleo pasó de 42% a 73%. Se perdieron más de un millón de puestos adecuados de trabajo. Se fueron por la borda más de 124 millones de horas-hombre por huelgas. La producción de los principales alimentos agrícolas declinó 13%. Se entregaron 2.724 millones de dólares en subsidios. Las exportaciones declinaron 16%. Dejó un nivel de reservas internacionales netas negativo (menos 105 millones de dólares). Sobre esto último, en septiembre de 1986, García tuvo el descaro de señalar: “Hemos sustituido la vieja economía, en la cual los dólares disminuían pagando la deuda… por una economía en la que nuestras reservas se mantienen y aumentan”.

La deuda externa creció de 13 mil millones a 20 mil millones de dólares. El Perú se volvió inelegible para nuevos créditos internacionales. Las empresas públicas no financieras perdieron más de 1.700 millones de dólares. Los depósitos en el sistema financiero se desplomaron de 23% a 5% del PIB. El balance de divisas por turismo fue negativo por primera vez en nuestra historia. Salieron más peruanos, corriendo despavoridos, que los turistas que ingresaron. El 50% de los peruanos carecía de electricidad. La tercera parte de Lima no contaba con los servicios de agua y desagüe.

En noviembre de 1984, García Pérez anunció ante un grupo representativo de empresarios: “se respetarán los depósitos del público” y aseveró que su gobierno no iba a estatizar la banca. En julio de 1985, con tono cínico, notificó: “se congelan los certificados de depósitos en dólares”, y luego, en mensaje a la nación, pregonó la estatización del sistema financiero.

Y ahora, con el populismo rancio que lo caracteriza, con la predilección por el paternalismo estatal y la desconfianza hacia la empresa privada, aspira, nuevamente, a ser presidente del Perú en el 2006. Lo peor de todo es que puede lograrlo.

(*): Corresponsal de AIPE.

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