Opinión Nacional

Chavismo sin Chávez

 Los generales que había ganado sus preseas en el campo de batalla, en el espectacular avance de los andinos a Caracas, se consideraban una dinastía con derecho a gobernar a perpetuidad. Al frente de ellos aparecía el general Eustoquio Gómez, temido por su carácter violento y camorrero. Un disparo misterioso lo liquidó, encontrándose en el despacho del general Rafael María Velasco, su primo, Gobernador de Caracas.

Desde el primer momento levantaron la bandera del “gomecismo sin Gómez”. Esa tesis sucesoral aglutinaba a los deudos políticos del tirano muerto. Pero otro general de la misma macolla tachirense, Eleazar López Contreras, quien por simple mecanismo democrático había ocupado la Presidencia a la muerte del tirano, no se dejó arrastrar por la corriente dictatorialista y regionalista. Evidenció sentido de la historia. Captó el cambio de los tiempos, dándose cuenta de que con la muerte de Gómez el gomecismo quedaba sepultado para siempre. Mediante avances y retrocesos, concesiones y represiones, con su lema de “calma y cordura”, supo mantener a raya a los generales retrógrados y a su cauda de doctores aprovechadores, abriéndole progresivamente cauce a una transición pacífica, que le ahorró a Venezuela “sangre, sudor y lágrimas”.

Nadie en su sano juicio, considera a estas alturas que Chávez pueda retornar al ejercicio de la Presidencia, que le corresponde por su triunfo en las elecciones del 7 de octubre. Pero Venezuela está bajo el imperio de un gobierno de facto, establecido en violación flagrante de la constitución y a pesar de lo determinado por el dócil Tribunal Supremo de Justicia. Pero ya Chávez tiene 60 días, dos meses, fuera del país. Los venezolanos no sabemos con exactitud quién nos está gobernando. Resulta imperativo corregir esta anormalidad que nos exhibe ante el mundo como un país con su soberanía recortada e intervenida.

Los que vocean el slogan “chavismo sin Chávez “lo están haciendo fuera del perol. El único sustento de este régimen es el carisma de Chávez, que no es heredable. Lo requerido en  Venezuela es una transición pacífica, cuya piedra angular tendría  que ser unas elecciones limpias, presidida por un CNE imparcial. ¿Será posible? Quién sabe. Necesitaría el apoyo de alguien con fuerza e influencia en el gobierno, un López Contreras siglo XXI. Mientras tanto, lo que procede es una oposición recia, no come flor. Vibrante, no circunspecta. Una oposición que emocione y movilice a los venezolanos.

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Aparte del candidato de Raúl Castro, se contabilizan cuatro aspirantes más a la sucesión.

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