Opinión Nacional

El reciclaje en Mérida

En las últimas semanas se ha hablado bastante en Mérida sobre el reciclaje a propósito del inicio de operaciones de la Planta de SINCREBA; ubicada en el Municipio Sucre, junto a la comunidad de Pueblo Viejo, en el sitio que llaman Loma del Calvario.

Muchos profesionales especialistas ya han señalado sus limitaciones, los políticos han dado sus pareceres, los operadores de la Planta sus justificaciones. Acá quiero apuntar sobre lo que falta para llegar al manejo integral de los desechos sólidos; y en particular al aprovechamiento de los mismos, donde se enmarcan los procesos que llamamos genéricamente reciclaje.

No es gratuito que en Mérida se haya desarrollado este proyecto relacionado al manejo integral de los desechos. Desde hace tres lustros que en la ciudad se han hechos visibles ideas, iniciativas, estudios, programas y proyectos dirigidos al aprovechamiento de los desechos. Para quienes conocen del tema podemos señalarlo como la regla de las tres R’s: Reducción, Reutilización y Reciclaje. La Universidad de Los Andes ha sido puntal, con los estudios y proyectos del Circuito Universitario para el Manejo Integral de los Desechos CIULAMIDE; proyectos de investigación de pregrado y postgrado en sus distintas facultades; complementados por trabajos en Institutos Universitarios Tecnológicos de los que hacen vida en la ciudad. Proyectos de investigación que se han concretado en proyectos de desarrollo y propuestas concretas, algunos con mayor éxito que otros.

Se suman iniciativas prácticas de comunidades, instituciones oficiales, empresa privada, escuelas y liceos que han mantenido acciones en materia de aprovechamiento. Ciudadanos comprometidos, que organizadamente han comenzado a reducir, reutilizar y reciclar desechos que de otra manera habrían terminado en la calle, matorrales, ríos y quebradas, o en el mejor de los casos en el botadero de la población de San Juan. Vale mencionar el caso del Centro de Reciclaje Los Curos CERCUS.

Siempre se señaló que parte de lo limitado del alcance de estos proyectos era la ausencia de voluntad política. Y por supuesto siempre resaltaban los problemas con la recolección y disposición final. Esta situación se ha mantenido debido a la falta de planificación para el manejo integral de los desechos sólidos; la tendencia era atender deficitariamente las consecuencias cuando se agravaba la crisis permanente desde la apertura del botadero de “El Balcón” por allá en 1992.

En la actualidad hay disposición para atender las causas de la problemática desde el Estado, donde se incluye el gobierno. No puedo sino pensar eso después de una inversión de diez millardos de bolívares en el sitio de tratamiento y disposición final de los desechos. No puedo creer que haya sido una equivocación o un descuido. Esto sin contar lo que cuesta el actual sistema de recolección a cada municipio.

Ahora que se ha hecho este esfuerzo debemos avanzar más hacia el manejo integral, no podemos quedarnos en seguir recogiendo los desechos y enterrándolos. Acá es bueno recordar que la disposición final de los desechos genera problemas en todo el planeta, y que hay experiencias con mayor o menor éxito en muchos países. Pues entonces miremos, aprendamos y tomemos lo que nos puede servir y reinventemos lo que debamos. Hay que tener grandes aspiraciones.

Es bueno que las autoridades involucradas piensen, o recuerden, que hay dos medidas que permitirían el mejoramiento de la gestión de los desechos en el estado. La voluntad política se manifestaría en la puesta en marcha de un Plan Rector en la materia, que agrupe los esfuerzos convertidos en políticas públicas hacía el manejo integral de los desechos. Y la otra acción será la aprobación de una Ley Estadal de Manejo Integral que obligue a todos los actores sociales, políticos y económicos a ordenarse y disponer de recursos para el aprovechamiento. Esta Ley puede basarse en el anteproyecto que reposa en el Consejo Legislativo y el anteproyecto que espera en la Asamblea Nacional, que se son consecuentes con la gestión integral. Por supuesto que ambas ideas deben contar con la participación de todos los organismos oficiales, no gubernamentales, centros de estudios, comunidades y demás interesados para su elaboración. Debe ser un compromiso social, que involucre lo económico y lo político.

Esto no será suficiente pero marcará el objetivo común de dar un tratamiento ambientalmente apropiado, técnica – económicamente factible y socialmente aceptable. Una vez definido el camino habrá que comenzar a recorrerlo. Jugará un papel fundamental la concienciación de los ciudadanos merideños. Que indudablemente deben tener mayor participación, pues son en definitiva los que producen los desechos.

La educación será la guía para el éxito de cualquier plan que se implemente. Actualmente se ha ignorado. Hay que convencer al vecino, los conserjes, los consejos comunales, los curas, a las amas de casa, los directores y docentes, policías, estudiantes universitarios, los obreros, oficinistas, niños y niñas, en fin a todas las personas de que somos nosotros los generadores de los desechos y por ende de los problemas que ocasiona su tratamiento posterior. Convencerlos y decirles que deben hacer.

Por su responsabilidad los municipios son protagonistas, deben ser verdaderos educadores ambientales. Lo primero es educarse ellos mismos, sus funcionarios y sus instituciones. Luego ponerse en cada barrio, comunidad, escuela y lugar de trabajo a propiciar procesos de aprendizajes relacionados a la reducción de las cantidades de desechos generados, reutilización de aquellos utensilios y materiales que podamos darle nuevos usos, antes de convertirlos en desechos, y por último como preparar los materiales residuales para su reciclaje.

Autoridades conocedoras del tema y ciudadanos conscientes de su papel. Es mucho más productivo que los materiales lleguen separados o clasificados a la Planta, limpios y no convertidos en “basura”. Esto se logra con la separación en la fuente o en el origen, cuando se vuelven desecho. Todavía es más productivo y responsable que los ciudadanos saquen separado distintos tipos de materiales y los lleven a centros de entrega voluntaria. Pero deben crearse las condiciones, las vías, los canales, en fin debe hacerse la estructura social y física para que de verdad sea posible el reciclaje en Mérida.

Dos últimas cosas, no por ello menos importantes; harán falta recursos que deberá disponer el Estado, sumado al aporte de la empresa privada, industria y comercio, que también genera desechos en su actividad permanente. Y de esos recursos se deberá dedicar un porcentaje respetable a la educación de los ciudadanos; no como ahora en una relación Infraestructura = 10 millardos y Educación ciudadana = 0 nada.

Lo segundo: cuidado con lo que se piensa con las soluciones “técnicas”. Hay muchas alternativas y habrá que revisarlas. Pero hay una que debemos advertir no conviene para el patrimonio ambiental y social de Mérida. Debemos rechazar y olvidar la incineración de desechos, porque ahí quemamos también la salud y el ambiente. No se puede pensar en incineradoras de desechos.

Esto puede considerarse sólo un abreboca en la materia. Falta mucho para hablar de aprovechamiento o tratamiento integral de residuos. Estas consideraciones también son válidas para la continuación del plan en la Zona Panamericana del Estado. Entonces quién le pone el cascabel al gato e inicia el camino cierto hacia el reciclaje en Mérida.

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