Opinión Nacional

La identidad extraviada

A pocos días del inusitado obsequio de Hugo Chávez a su ídolo Fidel de conmemorar en el Panteón Nacional el cincuentenario de la revolución, acompañado del anuncio de que la enarbolada bandera cubana ondeará allí para siempre debido al arbitrario otorgamiento a la hermana isla caribeña del galardón de república bolivariana, identidad que ni le pertenece ni debe haber ostentado; nos tropezamos con un desafuero mayor en la posición asumida por el presidente ante los acontecimientos en la franja de Gaza, en la que hizo gala de una nueva demostración de diplomacia visceral, con su recurrente práctica de insultos y humillaciones a representantes de otras naciones, dirigidos una vez mas contra el gobierno de Israel; verborrea acompañada con la expulsión del embajador de ese país y su delegación diplomática en un plazo de 72 horas; decisión con la que suponemos pretende reafirmar su soberano liderazgo antioccidental; episodio trascendido por la grotesca demostración de incondicionalidad con el Hammas ostentado por representantes de distintos poderes públicos en la sede de la Asamblea Nacional y en la Mezquita Shek Ibrahim de Caracas.

Mucho mas incomprensible que el atavío de parlamentarios y ministros venezolanos con la Keffiyeh y la obediente repetición de la ira antiisraelí del canciller Maduro desde un templo religioso musulmán, resultó el protagonismo del Ministro Tareck el-Aissami, cuyo cargo se supone se circunscribe a garantizar la seguridad dentro del territorio venezolano. La incógnita fue rápidamente despejada con sus palabras, estaba allí en su doble condición de funcionario del gobierno, de palestino, de iraquí, una vez aclarado que la revolución venezolana es una revolución por la Palestina libre, en cuya defensa comprometió la vida de los venezolanos.

La identificación con el mundo islámico para respaldar al Hamas y al Hezbolá sea en el parlamento, en la Mezquita, en otros actos públicos, o en la aplastante campaña desplegada por los distintos medios de comunicación oficialistas, ignora que no todos los palestinos son musulmanes y que no todos los musulmanes respaldan el Hammas, además de que constituye un peligroso expediente que irrespeta al pueblo venezolano, tradicionalmente cálido y abierto hacia los inmigrantes que poblaron esta tierra, en la que todos, incluyendo árabes y judíos, hemos convivido con armonía. La confusión y el dolor que produce esta campaña de mimetización entre venezolanos judíos y no judíos alejados de su contenido, solo encuentra explicación en un proyecto político orientado a sembrar el odio y el caos dentro y fuera de las fronteras nacionales, que confiamos encontrará freno en una población que independientemente de sus creencias se identifica con la armonía y la paz en las que desea continuar viviendo.

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