Opinión Nacional

Sobre el 23 de enero de 1958

Ciudadano Rector de la Universidad Central de Venezuela.

Demás autoridades universitarias.

Amigos todos

Debo cumplir la honrosa comisión de decir unas palabras luego de haber visto y escuchado, nuevamente, a Luis Castro Leiva, mi querido y admirado amigo, entregando su Discurso de orden sobre el 23 de enero de 1958. Trataré de ser digno receptor de su mensaje. Para ello expresaré las convicciones que abrigo luego de haber meditado sobre el sentido primordial de sus palabras. Comenzaré haciendo una afirmación que espero sea rotunda.

Esta no es una ceremonia conmemorativa. Si hubiese sospechado que pudiese ser tal, no estaría aquí. No es una ceremonia conmemorativa por dos razones fundamentales.

La primera razón de que ésta no sea una ceremonia conmemorativa es que los acontecimientos que se desarrollaron a partir del golpe militar que motivó la espontánea acción popular. Que dio su carácter democrático a lo hasta entonces acontecido, no fue el comienzo de la larga marcha de la sociedad venezolana hacia la democracia.

La segunda razón de que ésta no sea una ceremonia conmemorativa me parece que tiene aun más fuerza que la primera razón. Ella es que tanto el rememorar como el conmemorar están referidos, esencialmente, a hechos pasados. Ahora bien, sucede que lo representado por el 23 de Enero de 1958 está vivo.

Intentaré explicar, muy sumariamente, las dos razones expuestas para avalar mi convicción de que esta no es una ceremonia conmemorativa.

He dicho, en primer lugar, que los acontecimientos simbolizados por la fecha 23 de Enero de 1958, no marcaron el inicio de la larga marcha de la sociedad venezolana hacia la democracia. Marcaron, en realidad, la reanudación, -si bien con nuevo ímpetu, como correspondía-, y con nuevas luces, -como no menos correspondía-, de la larga marcha de la sociedad venezolana hacia la democracia. El inicio de la larga marcha de la sociedad venezolana hacia la democracia está simbolizada por otra fecha, cuya evocación está hoy proscrita por el oficialismo, tanto el gubernamental como el oportunista y el amedrentado, pero que habrá de perdurar en la conciencia política de los demócratas venezolanos como el momento en que, por primera vez en nuestra historia republicana, correspondió al pueblo todo decidir sobre el curso que debía tomar la sociedad. Tal acontecimiento está simbolizado, en la historia contemporánea de Venezuela, por la conjura militar-civil que estalló el 18 de octubre de 1945, justificada históricamente porque dio inicio a la instauración de la Primera República liberal democrática venezolana, desalojando del Poder público a los actores del ultimo acto, en dos escenas, de la tragedia representada por Juan Vicente Gómez.

Ubicados en esta perspectiva, los acontecimientos simbolizados por el 23 de Enero de 1958, revelan el heroico rebrote de los principios transformadores, -por su contenido y propósito modernizadores y democráticos-, de la formación sociopolítica venezolana, que fueron formulados y puestos en práctica con ocasión de la instauración de la Primera República liberal democrática. Me refiero a los principios, procedimientos y mecanismos concernientes a la formación, el ejercicio y la finalidad del Poder público; es decir, de todo aquello que caracteriza la naturaleza legal, -y aun más que ésta, la condición legítima-, de un régimen sociopolítico democrático moderno. Los instrumentos entonces definidos al efecto, constituyen, hoy, la más valiosa herencia política de los venezolanos; y en su preservación y vigencia estamos todos empeñados, conscientes de que los de la democracia nunca han sido objetivos fáciles de alcanzar, ni son inmunes a las amenazas.

Iré, ahora, a la segunda tazón de por qué no es ésta una ceremonia conmemorativa. Y me permitiré aducir, si brevemente, en que fundo esta afirmación.

Los valores representados por la continuación por la sociedad venezolana, el 23 de enero de 1958, de su larga marcha hacia la democracia, pueden compendiarse en dos señalamientos. El primero consiste en que fue el pueblo el que dio tono democrático a lo que algunos de los participantes concibieron como sólo un reacomodo de la tradicional usurpación del Poder público de parte de la porción dañada, tanto de la institución militar como de la institución académica civil. Digo esto último porque no podemos ignorar la circunstancia de que en el ámbito de la República liberal autocrática, de nuevo derrotada, siempre hubo académicos llevándole la pluma a quienes tenían su mano ocupada empuñando el sable. Como no debemos subestimar el hecho comprobado de que en los trances vividos por la República liberal democráticas hubo siempre hombres de armas que dieron pruebas de poseer una clara conciencia democrática.

Resulta oportuna, en consecuencia, una comprobación que es más estimulante para el venezolano de hoy, en momentos cuando se revive el contubernio de las mencionadas porciones dañadas de la sociedad. Consiste en que es tal el grado de consolidación de lo sembrado durante la instauración de la Primera República liberal democrática, que de nuevo es derrotado el revanchismo de la República liberal autocrática en su intento de adulterar -en realidad de invalidarlos, torciéndolos-, esos logros, representados por la primacía del poder civil apoyada en la expresión auténticamente universal, directa y secreta, de la soberanía popular.

Pero hay una razón que, no por adicional, tiene menos peso en el hecho de que no considere que ésta pueda ser vista como una ceremonia conmemorativa. Ella es mi confianza histórica en que estamos viviendo el 23 de enero de 1958, en cuanto a lo que éste significó para la continuación de la larga marcha de la sociedad venezolana hacia la democracia.

Aquí debo hacer una confesión, que me complace y me conmueve, intelectual y científicamente. Por un tiempo creí, y así lo escribí, que la garantía de la perdurabilidad de la democracia entre los venezolanos, -pese a las dificultades de todo género que ha tenido que enfrentar y que hoy nuevamente enfrenta-, consistía en que “los venezolanos podemos recordar la democracia”; a diferencia de pueblos hermanos que sólo pueden imaginar la democracia o anhelarla; o que apenas comienzan a edificarla. Salta a la vista de ustedes que de este recurso disponíamos quienes comenzamos a formarnos, espiritual e intelectualmente, en el clima de libertad instaurado por la Primera República liberal democrática; quienes superamos la prueba de la dictadura que interrumpió aquella luminosa experiencia socio histórica; y que sumamos nuestras fuerzas a la Segunda República liberal democrática, cuando ésta fue acosada por los mismos que hoy están convertidos en meros auxiliares de quienes, pura y simplemente, traman la destrucción, no ya de la República democrática, sino de la República misma.

Pues bien, hoy reconozco y proclamo, con satisfacción y orgullo, que tenía razón; y que, sin embargo, estaba equivocado. Tenía razón en que la posibilidad de recordar la democracia fue el más impenetrable muro, contra el que se estrellaron primeramente los abusos del poder militar tradicional y las arterías de los náufragos del socialismo autoritario. Pero no tenía razón en cuanto a los que formábamos ese impenetrable muro. De aclararme las cosas se han encargado quienes, reunidos hoy en esta Sala de nuestra Alma Mater, representan dignamente a la juventud venezolana.

Como viejo profesor jubilado no puedo menos que preguntarme ¿De dónde sacaron esos jóvenes esforzados sus convicciones democráticas? ¿De dónde la facultad de darnos lecciones de lucidez, serenidad y determinación en su defensa vital de la democracia?
Sólo acierto a darme una respuesta: la continuación, -óigase bien, no digo la reanudación-, de la larga marcha de la sociedad venezolana hacia la democracia, está en manos, primordialmente, de quienes perciben que es la democracia la condición irremplazable de la realización existencial de la juventud. Ha quedado así demostrado que estamos juntos. Unos, los más, porque comienzan a ser; otros, los menos, porque nos acercamos, pura y sencillamente, a dejar de ser, necesitamos respirar el aire de la libertad, de ese bien que nadie puede dar ni quitar porque su posesión es consubstancial con la condición de humanidad. Unos, traemos ese oxígeno democrático vital de nuestra propia experiencia; otros, lo han respirado en el seno de sus familias, en las páginas del conocimiento y en el espíritu libertario que flota en el aire que da vida a un pueblo que ya aprobó la escuela democrática.

Todo lo anterior, en mi consideración, se inscribe en el espíritu y el potencial reflexivo del discurso de Luis Castro Leiva, que hoy exaltamos, y no traiciona ese espíritu. En consecuencia, si cedo a la tentación de hacer una recomendación a quienes, espontáneamente, asumen el relevo en la larga marcha de la sociedad venezolana hacia la democracia, la resumiré en una consigna que no expreso por primera vez: ¡APRESÚRENSE!

• NOTA: Un ligero quebranto de salud me impidió pronunciar estas breves palabras en el acto, convocado por la Universidad Central de Venezuela, con motivo de cumplirse el 50º aniversario del 23 de enero de 1958, celebrado el 23 de enero de 2008.

Primer Mensaje histórico: “En defensa de las bases históricas de la conciencia nacional”. 2º Mensaje histórico: “La Larga marcha de la sociedad venezolana hacia la democracia”. 3º Mensaje histórico: “Recordar la democracia”. 4º Mensaje histórico: “¿Zonas de tolerancia de la libertad y guetos de la democracia?”. 5º Mensaje histórico: “El ‘punto de quiebre’ ”. 6º Mensaje histórico: “Entre la independencia y la libertad”. 7º Mensaje histórico: “El discurso de la Revolución”. 8º Mensaje histórico: ¿Reanudación de su curso histórico por las sociedades aborígenes o ¿hacia dónde llevan a Bolivia? 9º Mensaje histórico: Cuando Hugo se bajó del futuro. 10º Mensaje histórico: ¿La historia ha caído en manos de gente limitada e imaginativa? 11º Mensaje histórico: Las falsas salidas del temor. 12º Mensaje histórico: ¿Hacia dónde quiere ir Venezuela? 13º Mensaje histórico: Defender y rescatar la democracia. 14º Mensaje histórico: Sigue la marcha de la sociedad venezolana hacia la democracia. 15º Mensaje histórico: En el inicio del 2007: un buen momento para intentar comprender. 16º Mensaje histórico: Las historias de Germán Carrera Damas. 17º Mensaje histórico: República liberal democrática vs. República liberal autocrática. 18º Mensaje histórico: Sobre los orígenes y los supuestos históricos y doctrinarios del militarismo venezolano. 19º Mensaje histórico: El vano intento de enterrar el Proyecto nacional venezolano. 20º Mensaje histórico: Demoler la República. 21º Mensaje histórico: La reducción civilizadora socialista de las tribus indígenas. 22º Mensaje histórico: Lo que no se puede dar ni quitar. 23º Mensaje histórico, extraordinario: Mis razones para decir No. 24º Mensaje histórico: La nueva política como intento de burlar la historia Nota: Estos mensajes, hasta el número 13, fueron recogidos en un pequeño volumen intitulado Recordar la democracia (Mensajes históricos y otros textos). Caracas, Editorial Ala de Cuervo, 2006

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