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Tiempos de horror bolivariano

Podría decirse que los tiempos que convulsionaron a Venezuela, comenzaron el 2 de diciembre de 2007 cuando, gallarda, genuina y valientemente, el pueblo venezolano votó contra la impuesta Reforma Constitucional. Toda vez que la población venezolana entendió la necesidad de reivindicar la soberanía tal como la actual Constitución la declara en su artículo 5. Es decir, defender el derecho político a participar del compromiso político-electoral de “reconstrucción” que describe el preámbulo de la Constitución Nacional a través de la legítima y decretada expresión de sus necesidades e intereses. 

Así que luego de la rotunda determinación de aquel diciembre caliente en lo político, que consistió en deformar el mapa social, territorial, económico y administrativo del país, el año 2008, el presidente de la República de aquel tiempo, hizo su debut a la par de las bravatas e insolencias que se recuerdan al verse abiertamente derrotado ante el panorama nacional e internacional. Y que posteriormente, el 23 de noviembre del mismo año, vive su segunda gran tribulación al ver reducido su execrable intento de inmolar al país en presunto beneficio de un absurdo propósito enmarcado por la fracasada ideología marxista-leninista.

Algo de historia

Con el descaro de sólo apostar a degradar la majestad de tan honorable posición pública, el entonces presidente durante todo 2008 se entregó groseramente a la tarea de tomar decisiones que obviaban la entonces y decidida determinación popular. Para ello, arremetió con ínfulas militaristas valiéndose no sólo de la facultad habilitante para legislar unilateralmente. Sino también, a través de decisiones que violaron la Constitución de la República. Inclusive, su palabra empeñada en oportunidades que debió declarar a los medios internacionales.

La entonces Presidencia de la República transgredió la voluntad política nacional al imponer un sistema de gobierno basado en un deslustrado “socialismo” que ni siquiera fue definido. Salvo por la insolente actuación del régimen que, para aquel tiempo, ejercía descaradamente un disfrazado capitalismo. 

Pero hacia afuera, pregonaba un falsario sacrificio en aras de obtener un engañoso bienestar colectivo. Sólo para justificar una manifiesta solidaridad internacional que en poco o nada sirvió. Y que contrariamente dejó la economía nacional pegada al suelo. 

Hasta acá, el relato de una historia política venezolana que evidenció el carácter rastrero de la deliberada gestión del régimen político de entonces.

Una crisis sin precedente

La conducta asumida por los personeros del oprobioso régimen rayaba con la mediocridad y la grosería que el abusivo poder les concedía. Lo hacían, como si fuera la forma más expedita para motivar una superación que solamente funcionó a la inversa. 

Es decir, igualados todos por debajo para trazar una desmesurada distancia entre dos clases sociales injuriosamente marcadas: la clase gobernante y la clase gobernada. Para ello, tristemente se utilizó el discurso “bolivariano” con la desvergonzada intención de resguardar tanta inmundicia. Además, en nombre de una presunta revolución que ni siquiera es aludida por la Constitución de la República. Y así, sigue usándose justificándose en la soberbia aprovechándose del poder político y de la fuerza. 

En consecuencia, los supuestos criterios revolucionarios pretendieron aplicarse sin medida alguna de los perversos resultados causados. De esa forma, forzaron al país a someterse a tan injuriosos propósitos. Y que hasta hoy, han transcurrido más de dos décadas valiéndose de las mismas excusas. 

Entre desproporcionadas embestidas a la población de pensamiento democrático, amenazas, contradicciones, improvisaciones al voleo, urdida violencia política y una cínica y vulgar represión, todo ello incitado por el jefe del Ejecutivo Nacional en complicidad con arbitrarios mandos policiales, militares y de furibundos bravucones, puede decirse que el resto del siglo XXI o todo, se convirtió en tiempos de horror bolivariano.

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