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Un mundo sin tercer mundo

La esclavitud es aún una deuda pendiente en el mundo. No se ha acabado, solo mutó en sus formas. Los talleres textiles clandestinos son un nuevo tipo de esclavitud. Corina y Esteban murieron en  el sótano de un taller en Buenos Aires. Vinieron desde Potosí, Bolivia con sus padres, la noche del incendio dormían sobre rollos de tela.  La familia Páez trabajaba para una firma de ropa multinacional. Les pagaban 90 centavos de dólar prendas que en las vidrieras cuestan más de 100. La vida de Corina y Esteban no tenía precio.

“Explotación del tercer mundo: dos niños mueren en Argentina” titula un periódico. ¿Qué es eso de tercer mundo, qué sabían Corina y Esteban del tercer mundo? El término fue acuñado en los años cincuenta para referirse a los países de Asia, África y América Latina poco avanzados tecnológicamente, con economías dependientes de la exportación de productos agrícolas y materias primas, altas tasas de analfabetismo, crecimiento demográfico galopante y gran inestabilidad política. Estos países que se habían independizado de las potencias coloniales europeas, se articularon en la Conferencia de Bandung en 1955. Se distinguían del Primer Mundo formado por naciones desarrolladas capitalistas y el Segundo Mundo alineado en torno a la URSS.

El bloque soviético desapareció como tal y los países que conformaban ese primer mundo desarrollado ya no son las únicas potencias en el nuevo esquema económico mundial multipolar. Sin embargo, el tercer mundo sigue existiendo. Los históricamente desfavorecidos, olvidados, los últimos de la fila. ¿Acaso existirá luego un cuarto mundo? Donde se alineen los países que  están aún peor, a los que ya no les queden recursos por saquear ni personas por explotar.

La antigua categorización de Primer y Tercer mundo, de donantes y mendigos, de líderes y seguidores ya no puede seguir vigente. Desde el discurso hegemónico se generan conceptos que contribuyen a continuar la dominación de los eternos dominados, de los menos poderosos ubicados en esa tercera posición del podio mundial.

Hay que romper antiguos paradigmas que legitiman la desigualdad. Entender que solo existe un mundo. Ni primero, ni segundo ni tercero, solo uno. Con los mismos océanos, árboles, montañas, aire y el mismo sol. Un mundo a donde deben caber todos los mundos sin orden de prioridad. Un mundo a donde puedan caber Corina y Esteban.

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