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Una carta del 2014 sobre la evolución

Hace dos años y medio escribí esta carta -enviada por e-mail- con la intención de aclarar los puntos que no fueron bien definidos en una conversación interrumpida por el factor tiempo, lo que me llevó a completarla por la vía epistolar. A pesar de haberla enviado dos veces, nunca obtuve respuesta. Como su contenido es valioso, hoy lo comparto como artículo genérico.

Convergen en cualquier discusión seria en torno a la Evolución de la Humanidad diversos puntos de vista: Alguien propone el lapso de los 50.000 años recientes para enmarcar esa evolución, yo pienso que pudiera ampliarse a otros tamaños, 200.000 años, medio millón de años, 2 o 3 millones de años, dependiendo de lo que consideremos avances y evolución, pues el proceso de transformaciones hasta llegar a la actual condición de Homo Sapiens Sapiens  ocupó mucho más que estos últimos y más significativos 50.000 años. Prácticamente desde que los procesos evolutivos de los Primates que agrupamos como Simios (diferentes y superiores a los Monos) se inició hace 20 millones de años, pero así como esos procesos dieron lugar al Gibbón (hace 20M), al Orangután (hace 15M), al Gorila (hace 9M) y al Chimpancé (hace 7M), en paralelo a este último (con quien compartimos el 98% de los genes) hubo varias mutaciones que fueron antecesores de los Homínidos. Excepto una de ellas (de la que hoy somos descendientes) las otras tuvieron distinta duración y se extinguieron. Nuestra especie saltó de  Homo Hábilis a Homo Erectus, a Homo Sapiens y, hace poco relativamente, a Homo Sapiens Sapiens, el nivel al que los científicos han elevado a sus congéneres, sin que hayan todos alcanzado la misma y uniforme altura evolutiva.

Hay un trasfondo cultural exclusivo de los Humanos, pues el resto de nuestros compañeros del reino animal no piensa -en términos  similares a los que caracterizan esa función en nosotros- , y por lo tanto no se plantea inquietudes sobre su origen y destino, no se angustia por el futuro, la mortalidad o la trascendencia, ni puede transformar deliberadamente el entorno Natural, del que todos formamos parte, acá incluimos a vegetales y minerales. Es aceptable que en estos 50.000 años recientes la Humanidad como tal, dejó atrás estadios de menor envergadura evolutivo-cultural, pero, limitándonos a ese marco temporal, 47.500 años estuvieron determinados de manera absoluta por los Mitos, el conjunto de respuestas esencialmente inventadas por los hombres de la antigüedad, para dar algo de sentido al gigantesco absurdo que a quienes carecían de conocimientos les planteaba constantemente la Naturaleza: Rayos, truenos, lluvia, fieras, el sol, la luna y las estrellas, los terremotos, aludes, inundaciones, incendios, nubes, enfermedades, defectos genéticos. Todas las manifestaciones naturales, en torno a las cuales el resto de animales nada se plantea, pues son incapaces de sentir inquietudes a partir de pensamientos, y por ende verse obligados a razonar para encontrar respuestas, que en principio fueron mitológicas, y ello envuelve las religiones, que surgieron alrededor de todo lo que les asombraba y atemorizaba. Crearon así al dios del trueno, al dios del rayo, al dios del viento, al dios de la lluvia, al sol visto como una deidad, etc, hasta que -tras muchos milenios- se vieron en la necesidad de darle características extraordinarias a todos esos dioses de la antigüedad, pues la experiencia (y los primeros muy  tímidos avances científicos) ya habían explicado al sol, al trueno, al rayo, y los dioses asumieron personalidades menos tangibles, hasta condensarse en uno en cada religión.  Esa porción de la Mitología, de Politeísta pasó a ser Monoteísta. Aunque haya muchas religiones, en apariencia distintas, en realidad están todas relacionadas, y comparten conceptos y rituales diseñados en previas expresiones religiosas, desde tiempos inmemoriales, muchas ya extinguidas.

Se afirma que en los “recientes” 2.500 años la herencia greco-latina ha marcado el rumbo, que la Humanidad ya no mantiene los mitos con la misma intensidad, pues impera el pensamiento moderno en el planeta. No comparto ese planteamiento genérico, que extiende a todos los miembros de la Humanidad los avances de una etapa a otra,  pues la terca realidad nos muestra y demuestra que la mayoría de los pobladores humanos del planeta NO ha superado su dependencia de las interpretaciones en base a lo mitológico (y su derivado religioso), y que muy pocos incorporan a su bagaje cultural la totalidad de lo producido por la dimensión y herencia greco-latina, por una parte, y por la otra, los notables resultados que la Tecnología y la Ciencia de los pasados seis siglos nos brindan. Es abismal la diferencia entre lo que conocían los hombres más sabios del mundo hace seiscientos años, y lo que está al alcance de cualquiera que estudie, comprenda y domine lo que el conocimiento acumulado ofrece hoy, no sólo en las aulas de clases, sino en cursos a distancia y en simples consultas en la red a través de equipos con suficiente capacidad informática (celulares, tabletas, computadoras). Lo lamentable es que apenas una minoría saca buen provecho de esa fuente de aprendizaje.

Tomemos por caso el enorme contraste que hay entre Mandela y Mugabe, y extrapolemos ese dueto al resto de la Humanidad actual. Ambos fueron violentos. Mandela pasó 27 años preso en Robben Island por representar la insubordinación armada contra el Apartheid. Ha podido no madurar en prisión, no evolucionar, mantenerse en la esfera de la violencia (como hizo Mugabe), cuando era obvio que la minoría blanca lo necesitaba como interlocutor en el marco de la no-violencia. Mandela supo superarse a sí mismo, llevarle la contraria a sus propios compañeros de ruta y seguidores. Sudáfrica estaría hoy bajo el control absoluto de la mayoría negra, pero estancada y con graves problemas, tras una cruenta guerra civil y grandes pérdidas de vidas humanas en ambos bandos, sin la hermosa y ejemplar transición pacífica y civilizada  que produjo el genial liderazgo de Mandela. Y Suráfrica está hoy en las antípodas de Zimbawe, bajo la terrible y paralizante dictadura de décadas, racista y primitiva, del fósil Mugabe.

Se deben implementar mecanismos idóneos para que la Humanidad se aleje de lo mitológico (que la castra y obliga a depender de los mitos y deidades, a las que atribuye omnipotencia para crear o deshacer todo lo que conforma el mundo), aproveche al máximo el legado greco-latino y el tecno-científico, y avance hacia estadios de espiritualidad y coexistencia genuinos, y superiores a los actuales. Existe la potencialidad. Por desgracia en la mayoría de los humanos actuales priva aún lo mitológico (la carga de rituales, religiones, leyendas, fantasías, fábulas e interpretaciones erróneas de la Naturaleza a nuestro alrededor, incluyen la Astrología, la Brujería, las religiones y los libros de auto-ayuda), y pocos han incorporado al pensamiento y la acción, lo importante y útil de lo greco-latino y de lo tecno-científico. Por cada Mandela, hay cientos de Mugabe. Por cada Sócrates, Bruno o Galileo, hay cientos de miles de fanáticos de extremismos que quieren imponer a sangre y fuego esquemas de dominación arcaicos e injustos, machistas y piramidales, teocráticos o político-ideológicos,  totalitarios y contrarios al respeto a los Derechos contemporáneos de todos los Humanos, ellos mismos incluidos.

Si en un debate alguien dijera que “lo de la costilla de Adán para hacer a Eva, respondió a la necesidad de escribir en la biblia una palabra decente, pues el comportamiento de las mujeres en general nos demuestra que en realidad a Eva la hicieron de una ladilla”, habría comentarios a sotto vocce y risas. Ese término habría provocado una reacción negativa, entre muchos de los asistentes, porque la mayoría se escandaliza y hasta se siente ofendida, cuando el tema religioso se aborda con humor, con irreverencia, o con abierta incredulidad. Pero esa misma audiencia -que puede incluir adultos profesionales, gente culta, al extremo de asistir a charlas sobre temas que exigen elevada abstracción, sobre la propia Humanidad, sus angustias y otras dificultades existenciales, asume con la mayor naturalidad la afirmación de que al primer hombre lo hicieran de barro, y a la primera mujer de una costilla del único varón. Con la carga de imposibilidad biológica que tales elaboraciones exigen, la total negación del origen del Universo y la evolución –científicamente demostrados-, de todo lo que lo constituye, incluyendo la porción inerte mineral, y a los seres vivos -vegetales y animales-, además de la brutal carga de machismo que deriva de esa “divino-artesanal” elaboración de Adán y Eva.

Una porción no cuantificada de quienes asisten a eventos donde se ofrece debatir temas con rigor lógico-científico, tienen en sus modos de pensar al mundo, mucho más de lo mitológico y mucho menos de lo greco-latino, de lo que reconocerían si los emplazaran uno a uno. Leen horóscopos, creen vaticinios de brujos, adivinos, y la variedad de charlatanes que nos circunda, y que inclusive frente a lo inevitable (la muerte por ejemplo) persisten en cambiar el curso de los procesos y acontecimientos, mediante rezos, hechizos, ofrendas, rituales, estampitas,   bebedizos y sacrificios de criaturas de la Naturaleza (humanos incluidos).

Disiento de los enfoques radicalmente benévolos y optimistas -en lo cuantitativo- que le asignan a la humanidad en general los innegables avances que han ocurrido durante cientos de miles de años, pero que son el producto de la labor de unos pocos, una élite de pioneros -Galeno, Aristóteles, Colón, Da Vinci, Descartes, Newton, Einstein, Darwin, Pasteur, Fleming, Hubble, Hawking, -en Venezuela, Fernández Morán y Jacinto Convit-, y una minoría de personas que han internalizado aquellas enseñanzas, menos del 20% del total poblacional de la Tierra, donde abundan los analfabetos absolutos y funcionales, los torpes para asimilar nuevos conocimientos, y los que a conciencia se oponen a que se adopten los conceptos que dejarían muy atrás a lo mitológico, para aprovechar lo positivo de la Ciencia y la Tecnología, y permitir  que los humanos se sublimen y alcancen los niveles opuestos a la inferioridad que ellos mismos se asignan bajo sus inventados dioses. Pocos se esfuerzan en avanzar en esa dirección, día a día. Preocupante que hoy muchos todavía conciben al mundo más plano que geoidal, se mantienen como miopes sumisos a las antiguas fantasías de sus remotos ancestros.

Extrapolo a partir de “la llegada del hombre a la Luna”. En julio de 1969 la misión Apolo 11 se convirtió en la primera -de un total de 17 misiones-, que logró con dos de sus tres tripulantes,  alunizar. Neil Armstrong fue el primer astronauta en pisar suelo lunar, y dijo sus famosas palabras “Este es un pequeño paso para un hombre, y un gran salto para la Humanidad”. Luego salió del Eagle su compañero Edwin Buzz Aldrin, el segundo ser humano que caminó sobre Selene. Orbitando el satélite estaba Michael Collins, responsable de esperar en la nave principal el retorno de sus dos compañeros de misión. Desde entonces se dice que la Humanidad llegó a la Luna, pero sólo 12 astronautas estuvieron sobre nuestro satélite, mientras otros 6 la orbitaban, para no dejar sola la nave nodriza en la que retornarían a la Tierra (y algunos otros en tríos también la orbitaron, sin poder alunizar, el Apolo 13 por graves problemas que casi le impiden regresar a nuestro planeta). Seis misiones Apolo tuvieron éxito, apenas doce terrícolas caminaron sobre la Luna y sin embargo, aquella proeza se proyecta a la vasta humanidad, cuando en realidad fue el producto de unos cuantos miles de científicos, un centenar de pilotos capacitados para llevar a cabo el reto de viajar al espacio extraterrestre y unos pocos políticos que respaldaron aquella costosa y riesgosa aventura espacial. Fue posible gracias a las osadías previas de Yuri Gagarin, Alan Sheppard, Virgil Grissom, John Glenn y los equipos tecno-científicos que diseñaron, calcularon y construyeron las naves en las que realizaron esa maravillosa concatenación de avances, no basados en ficciones mitológicas sino en cálculos que aplicaron los teoremas, las ideas, las propuestas y las leyes de los científicos que a lo largo de los últimos dos o tres milenios se dedicaron a observar, reflexionar, medir, experimentar, la Realidad a su alrededor. Sus resultados están al alcance de todos en escuelas, liceos, universidades, que son las entidades responsables por la acumulación, ordenamiento y difusión de ese tesoro de conocimientos, al margen del cual permanecen las mayorías, ajenas a lo que hace funcionar las máquinas, los equipos e instrumentos que utilizan a diario.

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