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¿Volverá México a la doctrina estrada?

Carlos Canache Mata

La soberanía y el principio de no intervención han sido distorsionados y aviesamente manipulados para que sean escudos de protección de gobiernos antidemocráticos surgidos de hechos de fuerza.

Cuando aparece un gobierno como consecuencia de un procedimiento extrajurídico (golpe de Estado, pronunciamiento, putsch, etc), los terceros Estados se abocan al problema de reconocerlo o no reconocerlo. Para resolverlo, en lo que respecta a nuestra región, se presentó en México en 1930 la Doctrina Estrada, conocida con ese nombre en el Derecho Internacional. La doctrina fue expuesta y establecida por Genaro Estrada, Ministro de Relaciones Exteriores de México, en una nota que  dirigió, el 27 de septiembre de dicho año, a los representantes diplomáticos de su país en el extranjero. Se expresó en estos términos: “México no se pronuncia sobre una concesión del reconocimiento. Considera, en efecto, que se trata de una práctica ofensiva porque, además de atentar a la soberanía de otras naciones, permite que sus asuntos interiores sean objeto de apreciaciones, en uno u otro sentido, por parte de los demás gobiernos”. Esa doctrina fue aplicada durante varios años por el Gobierno mexicano, pero el mundo cambió al finalizar la Segunda Guerra Mundial y con la aparición de la ONU, en cuya Carta se consagran el compromiso de promover la democracia y la universalidad de los derechos humanos.

Ante la nueva realidad, reforzada regionalmente con la Carta Democrática Interamericana, que aprobó la OEA el 11 de septiembre de 2001, los gobiernos mexicanos dejaron de aplicar la Doctrina Estrada, hasta llegar a la situación actual, en la que México vota favorablemente en organismos internacionales decisiones que afectan a otros países y ejerce un rol de liderazgo en el llamado  Grupo de Lima, que no reconoció las elecciones presidenciales venezolanas del 20 de mayo pasado por carecer de garantías democráticas.

Ahora, extraña y preocupa que Marcelo Ebrard, futuro canciller del gobierno de López Obrador, anuncie la resurrección de la Doctrina Estrada (“la postura general es que debemos de evitar intervenir…”), que no se involucrará en los conflictos de Venezuela y Nicaragua, que acudir a la OEA a denunciar problemas de otros países “es intervención”, y que sea posible, como lo teme el internacionalista Adolfo Salgueiro, que México se retire del Grupo de Lima.

Uno se pregunta ¿qué hará el nuevo gobierno de México con los compromisos adquiridos en numerosos textos internacionales que ha suscrito?.

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