Opinión Nacional

Carlos Rangel, hoy

Hace treinta años se publicó uno de los libros más visionarios, más inteligentes y más descarnados que se hayan escrito en nuestro país. Un libro que requirió valor, pues fustigó la revolución fidelista y la Unión Soviética, entonces en pleno apogeo. Un libro que desnudó nuestros mitos, expuso nuestras carencias y abordó de manera directa los grandes problemas de América Latina: «Del buen salvaje al buen revolucionario» de Carlos Rangel.

Con un brillantísimo prólogo de Jean François Revel, preámbulo maravilloso para un maravilloso libro, Rangel examina el fatal y fatalista complejo de víctimas que desde el Descubrimiento, hemos tenido los latinoamericanos.

Al respecto acota Carlos Alberto Montaner:

“(Rangel) revela las contradicciones doctrinales de los seguidores de Marx, renuncia la versión infantil de una historia de buenos y malos, y se atreve a defender apasionadamente los modos de vida occidentales, incluidas la democracia y la economía de mercado que han transformado a ciertas naciones en los rincones más ricos del planeta…”

En efecto, en exhaustivo análisis y con gran conocimiento de la realidad latinoamericana, Rangel discurre sobre nuestros fracasos. Sobre el daño que causan el discurso y las políticas de los gobiernos populistas de izquierda, que lo que han sembrado ha sido miseria, desolación y tristeza. Sobre el error de seguir en la sempiterna búsqueda de un agente externo a quien culpar de nuestras desgracias, como la errada noción de que ayer fuimos el «buen salvaje», el indígena maltratado, sojuzgado y abusado por los europeos que nos conquistaron, y que hoy contamos con el instrumento de su reivindicación en la figura del «buen revolucionario», suerte de quijote moderno que empuña un fusil para acabar con los molinos de viento causantes de su desgracia, los Estados Unidos.

Mi papá decía que el siglo XIX venezolano estaba resumido en los versos del Palabreo de la Loca Luz Caraballo de Andrés Eloy Blanco que dicen:

“Tu hija está en un serrallo,
dos hijos se te murieron
los otros dos se te fueron
detrás de un hombre a caballo”.</i<

Carlos Rangel murió en 1988, pero describió a Hugo Chávez como si lo hubiera conocido. Advirtió del peligro que corren los pueblos que se van "detrás de un hombre a caballo", porque jamás llegan a ninguna parte. El atraso y la pobreza del siglo XIX justificaba de alguna manera que se siguiera ciegamente a los caudillos, pero que eso aún suceda comenzando el XXI es una tragedia de marca mayor.

Rangel logra una muy lúcida defensa de los valores del mundo occidental, en particular del liberalismo, y da al traste con el marxismo y sus corrientes afines.

Hombres como Carlos Rangel siempre harán falta porque son como faros que alumbran las noches oscuras de los pueblos. Hoy, cuando Venezuela intenta recorrer senderos que ya han sido recorridos con estruendosos fracasos en otros lugares, el pensamiento de Carlos Rangel está más vigente que nunca. El 3 de diciembre escogeremos entre seguir su luz, o echarnos en brazos de las tinieblas.

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