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Luisa Elena Betancourt: Recibí el llamado de la mar

“Estando en Aruba desde hace siete años me di cuenta que el mar, el agua, que es uno de mis elementos favoritos, me llamaba. Porque he sido navegante durante muchos años en Venezuela de barcos de vela y aquí en esta bella isla, me di cuenta de la riqueza de la fauna y flora marina y salí a buscar mi cámara submarina; durante cinco años me dedique a examinar las costas, generalmente iba sola, lo cual es incorrecto. Y el resultado de esa experiencia ha resultado en el libro Aruba Marine Life. Fotografié lo corales suaves, duros, las esponjas, crustáceos, las flores acuáticas, algas y al tener 17.000 fotos me dije, este es un libro que tengo para Aruba, para que tengan cuidado de su fauna marina, sobre todo que los niños puedan conocer lo que hay debajo de la superficie marina y ante todo la vida coralina que aún acá está sana pero hay que cuidarla para que se preserve”.(L.E.B., 2022)

Como diría la artista, tanto el proceso de registro como el estético fue muy gozoso, y lo considera como un regalo  a Aruba, pues busca crear un semillero al donarlo a todas las instituciones educativas de la isla, donde crecerán los futuros oceanógrafos, estadistas y ministros. Los adultos no tenemos idea de  lo que puede significar para niños de diez años que no han tenido la oportunidad de sumergirse para gozar de esa explosión de vida al ver los peces, cardúmenes.., y de repente se le abrió ese maravilloso mundo.

“Es un trabajo muy minucioso ver la rocas, corales y todo lo que se mueven, y me sentía como una aventurera…Esto va más allá de los puros peces  y la vida marina.” El libro está escrito en inglés, porque es el idioma universal. Y se puede adquirir  en las librerías Plaza Book Shop en Aruba entre otros  y en el aeropuerto; la  editorial que lo imprimió y diseño fue la Editorial Ígneo, bajo el sello Ediquid, que tiene una página web donde promueven sus libros para venderlos, pero el libro pesa casi kilo y medio y, exportarlo desde  Aruba cuesta tres veces más caro que el costo de venta por lo costoso de los envíos aéreos.

Una mañana calurosa como  es propio de Maracaibo en el estado Zulia, conocí en su casa taller a Luisa Elena Betancourt eran los años noventa, cuando entre al depósito donde tenía la obra realizada en Estados unidos, gracias a un beca Fulbright; quede sorprendido ante la fuerza estética de su obra, los azules marinos estaban presentes en pinturas de grandes formatos enrollados como cilindros que parecían por sí solos una instalación. La exposicion se presentó en la galería Diaz Mancini, donde era uno de los curadores, y fue  una polémica exposición   donde la artista daba el paso de la abstracción a una figuración expresionista y la titule: ¿Por qué no? De Luisa Elena Betancourt. A los meses de inaugurada la exposición me fui a México becado por la OEA para hacer un doctorado en Historia del Arte Latinoamericano. Y al regresar a Venezuela  tuve la sorpresa de ver nuevamente su obra reciente titulada Huellas de Vida, que fue expuesta en Valencia y Maracaibo donde incursionó en la fotografía, el collage digital y las instalaciones. Fue todo un éxito. Luego en diversos espacios museísticos de Venezuela expuso la serie Identidad sobre su visión de la Corte Malandra, como una manera de interpretar la violencia en nuestro paradójico país, donde visitamos juntos incluso a barrios de Petare como la Línea, para que fotografiara las ventas de santos y estampas. Finalmente la última exposición que hizo en Venezuela fue en el Museo Lia Bermudez de Maracaibo, titulada Bono de Vida, donde tomó todo el Museo con imágenes fotográficas y collages de su renacer a la vida. Y en cada una de estas muestras   estaba presente, o se intuía  el llamado del mar. Pues desde joven, Luisa Elena fue experta velerista, y al irse a vivir con su esposo a mediados del 2016 a la isla de Aruba, el mar la llamo otra vez, al ver y sentir  su transparencia, con una flora y fauna marina   rica, entre  cálidas y amables aguas caribeñas, y no pudo resistir la atracción de aquel universo que se le abría a su existencia. Y con una cámara Olympus T-G4 se decidió desde el 2017 a fotografiar y registrar aquella belleza en la escondida  profundidad. Tomo 17.000 fotografías por simple pasión a la mar. Lo primero que le llamo la atención fueron los fuertes contrastes cromáticos, su riqueza formal y la diversidad de peces  que rodeaban ese mundo coralino. Entusiasmada, ante  tal hallazgo, tuvimos largas conversaciones por wasap durante años sobre la belleza de peces que había: como el pez loro, el pez ángel frances, las estrellas de mar sobre un fondo de una blancura enceguecedora. Y la  variedad de colores que asume, por ejemplo el pez loro y la inteligencia que mostraba al alimentarse, cuando tomaba con sus fauces los caracoles y los rompía contra los corales y piedras del fondo marino. Realmente me daba mucha envidia ver la transparencia y la variedad de peces que había en Aruba que se veía en cada una de sus fotografías, al compararlas con las oscuras aguas el litoral central venezolano, donde vivo,  que normalmente por lo oscuro de la arena del fondo no son nada transparentes, salvo en los días sin viento nos permiten en ocasiones tal mirada, de ese oculto universo.

Los detalles de sus composiciones cada vez me impresionaban más; ver las formaciones coralinas que asumen bellas formas  multicolores fueron dominando sus composiciones. Un día sin esperarlo me llamo para decirme que comenzaba a volver a pintar, y al preguntarle que, no me respondió, y en lugar de ellos se reía de mi curiosidad. A las semanas recibí imágenes completamente expresivas de un pez de colores contrastantes como el azul, el rojo, el verde y el amarillo neon, colores nunca antes empleados por la artista,  y gruesas   pincelas hechas con fuerza propias de su abstraccionismo y su figuración; era un cuadro de un pez loro y otro de un calamar, así me fueron llegando uno a uno, a largo de los años diversas pinturas; incluso, algunas  las destruyo, pues no la satisfacían. Mayor fue mi asombro al  ver su serie sobre las serpientes, morenas  y tortugas marinas,  son impactantes; sabía lo dificil que era fotografiar una tortuga marina, pues con regularidad practicaba horas de natación en Naiguata a  mar abierto con goggles. Y verlas era como un instante de iluminación, pues las tortugas son dificilisimas de ver y disfrutar su nadar, porque inmediatamente al sentirse observadas desaparecen, por eso es una especie en extinción y las matan los pescadores por diversión, al igual que los pescadores deportivos en el estado Vargas. Yo las  perseguía inútilmente, pero afortunadamente han desarrollado un sexto sentido para sobrevivir, de él depende  su capacidad para huir de su mayor depredador: la humanidad. Y se han hecho campañas, incluso gubernamentales, ha sido en vano, pues a Venezuela la corroe un mal que no tiene solución: la ignorancia. Y solo se puede neutralizar con educación, Luisa Elena Betancourt es consciente de esto, por eso el objetivo de su estética es la concientización ambiental del mundo oceánico.

De la artista he aprendido lecciones de cómo asumir la vida, ante los golpes que ella nos da, que otros llamarían karma y es lo que llama, responsabilidad social del creador;  ella siente que es uno de los objetivos de su vida, por haber sido becada  durante  dos años por el gobierno de Norteamérica a la Washington State University, esto la  sumergió en el centro de la postmodernidad y debía dar a otros lo aprendido. Su visión del mundo  tuvo mucho eco en mí, pues venía de México de finalizar mi doctorado. Me transmitió ese sentir, que teníamos la responsabilidad de dar a otros  nuestro talento y  conocimiento. Con ese espíritu,  Luisa Elena fundó la primera institución del país en difundir el posmodernismo en el arte y sus teorías dominantes, como lo fue el CEMAC en Valencia.

A esto se debe que su arte actual  no se limitó a la fotografía y la pintura de ese mágico universo marino, sino que empezó hacer collages digitales, donde fundía su vida hogareña, su universo femenino como eran  los utensilios de las gavetas de su cocina  con las fotografías de la fauna oceánica de Aruba. Así comenzó a surgir la serie de collages digitales que se muestran en el libro, donde una serpiente marina salía no del lecho marino sino de su cama y así su cotidianeidad se convirtió en parte de su arte.  Y poco a poco  nació la idea de crear el libro  de más de 260 páginas que presentó a principios del 2022 en la Biblioteca Nacional de Aruba, rodeada de una selección de fotografías, pinturas y collages incluidos en el libro: La vida marina en Aruba la muestra  aún está abierta al público.

“Muchos de los collages digitales tienen que ver con mi trabajo en el hogar, al combinarlos con escenas marinas,  terminan cargados de celebración feminista.”(L.E.B., 2022).

La artista no solo se dedica a promocionar su obra, sino a crear conciencia en torno a la preservación de la vida oceánica que rodea la isla, pues la existencia física de la isla depende de los corales,  de ahí que la arena de la isla sea completamente coralina, y es fácil encontrar en cualquier lugar de la isla fragmentos de fósiles de corales que se originaron posiblemente miles de años atrás. Por tanto, Aruba y su portentosa vida marina es un legado de la humanidad…

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