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Camino a Emaús

Muchos acontecimientos habían tenido lugar en una semana. Aquel a quien apenas una semana atrás vitoreaban diciendo: ¡ Hosanna, Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor! había sido juzgado como un criminal, se le había dado la peor de las muerte, la muerte de cruz. Había sido escogido para tomar el lugar de Barrabás, una asesino cuya reputación era conocida por todos. Pero, la multitud, quizá la misma que unos días antes lo aclamaba, ahora pedía a gritos que fuera crucificado.

Durante esa semana se cumplió a cabalidad la profecía de Isaías 53: “¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo del SEÑOR? Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas el SEÑOR cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, el SEÑOR quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad del SEÑOR será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.”

‭Sus discípulos habían visto cumplirse ante sus ojos todas estas palabras que revelaban el verdadero sentido de la Salvación. Definitivamente, Dios no les enviaría a un líder político que los liberara del imperio romano. No obstante, ellos aún estaban confundidos. Aún no entendían, cómo tampoco nosotros entendemos, muchas veces, que el reino de Dios no es de este mundo. Que Jesús no había venido para trascender como un rey según sus criterios humanos, sino como el Rey que quiere gobernar en el corazón de cada ser humano.

Tan solo había pasado un día desde que José de Arimatea, el hombre que pidió el cuerpo de Jesús a Pilato, le había dado sepultura. Era la mañana del primer día de la semana, las mujeres fueron con especias aromáticas para ungir el cuerpo de Jesús, como era la costumbre, pero ellas no lo encontraron. Sin embargo, tuvieron un encuentro especial con dos varones cuyas vestiduras resplandecían, éstos les dieron un mensaje claro y contundente: _ ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado…  Entonces las mujeres regresaron a donde estaban los once y todos los demás discípulos reunidos, les contaron lo que les había sucedido, recordándoles al mismo tiempo las palabras que el mismo Jesús les había hablado sobre su resurrección.

Pero dos de ellos no creyeron y, cargados de tristeza, decidieron irse a otro lugar. Iban pues, camino de Emaús, una aldea que se encontraba a sesenta estadios de Jerusalén, es decir, como a unos 10 kilómetros aproximadamente. Nos relata el evangelio que estos dos hombres mantenían una plática sobre todas las cosas acontecidas con Jesús de Nazaret. Entonces, mientras hablaban y discutían entre ellos, un tercero se acercó y, caminando a su lado, les preguntó sobre su conversación, sobre el motivo de su tristeza tan profunda. Uno de los discípulos inmediatamente le recriminó, cómo era posible que no supiera nada sobre el tema del que todos comentaban en Jerusalén. Mientras que el otro comenzó a explicarle quién era el personaje del que hablaban. Se esmeró en describirlo como un varón de Dios, poderoso en palabra y obra… Y le explicó el por qué estaban tan tristes, porque este varón de Dios había sido sentenciado a la muerte de cruz. Y ellos esperaban que él fuera el que había de redimir a Israel. ¡Esperaban que fuera el Mesías liberador!

Mientras aun manifestaban toda su desesperanza, este varón a quien ellos habían recriminado por no saber nada sobre Jesús de Nazaret, comenzó a narrarles como todas las escrituras, comenzando desde Moisés, hablaban sobre el Mesías, sobre ese Jesús de Nazaret. Luego, al llegar al lugar al que se dirigían, los discípulos le invitaron a quedarse con ellos. Estando sentados a la mesa compartiendo el pan, este varón que se les había unido en el camino, quien les había explicado las profecías sobre el Mesías, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y les dio. Entonces, en ese preciso instante en el que experimentaron nuevamente ese hecho tan íntimo que otras veces habían vívido, reconocieron a su Maestro. En ese preciso instante sus ojos fueron abiertos, entendieron que el propio Jesús resucitado estaba en medio de ellos.

Todos hemos caminado alguna vez ese sendero de tristeza, todos hemos transitado un Emaús. No permitas que la desesperanza te cierre los ojos para ver a Cristo resucitado que te llama a un encuentro con Él. ¿Acaso no arde tu corazón mientras las escrituras te revelan quién es? Búscalo hoy y Él vendrá a ti, pero no equivoques el camino, Jesús de Nazaret no está entre los muertos. 

¡Ha resucitado!

«¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado». 

Lucas 24:5


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3 comentarios

  1. Resucitó, resucitó, que alegría tan grande y que seguridad nos brinda nuestro Senor que venció el pecado, venció la muerte, venció todo tipo de maldad, toda enfermedad.
    Él es el Rey de Gloria, Cristo Jesús nuestro Redentor, el Único que pagó el precio con Su propia vida, con Su Sangre preciosa, para que nosotros tengamos perdón de pecados y vida eterna. Gracias, amado Salvador. Te amo y te alabo con todo mi corazón ❤️

  2. La Resurrección de nuestro Señor Jesucristo es lo que nos garantiza que ÉL no murió en vano; y que nada ni nadie nos puede separar de su amor, de ÉL mismo, jamás! Aleluya!
    Ahora, necesitamos esperarlo con Alegría y cumpliendo el Gran Mandamiento de comunicar Las Buenas Nuevas de Salvación y haciendo discípulos a todas las naciones!
    Aleluya !!!

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