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El Asad saca a Siria del aislamiento internacional

Un diplomático israelí comentaba recientemente que desde la invasión de Irak, en 2003, la palabra Siria apenas podía leerse en la prensa hebrea. El país árabe sufre un severo embargo económico impuesto por Estados Unidos desde 2004. Su presidente, Bachar el Asad, no se había hecho entonces con las riendas de un régimen anclado en las poderosas camarillas heredadas de su padre, Hafez. Bachar era un paria en la escena internacional.

El domingo fue la estrella en la cumbre euromediterránea celebrada en París. El mandatario sirio ha roto el asedio, con la ayuda del giro radical ejecutado por la diplomacia francesa.

El Asad se siente aliviado. Comienza a desempeñar un papel relevante en Oriente Próximo, no sólo por su incipiente negociación con Israel. Ahora media entre Hamás y el presidente palestino, Mahmud Abbas; trata de mejorar relaciones con Egipto y con Arabia Saudí, enfrentado a Damasco desde el asesinato del ex primer ministro libanés Rafik Hariri, en febrero de 2005. Y el presidente Nicolas Sarkozy, decidido a que la influencia francesa se sienta en cualquier rincón del globo, le ha terminado de aupar.

En septiembre de 2004, la ONU promulgó la resolución 1.559, que ordenaba la retirada de las tropas sirias de Líbano, cumplida en abril de 2005. Cuentan fuentes próximas a la familia que la esposa de Hariri le preguntó al entonces presidente francés, Jacques Chirac, por las consecuencias de la expulsión de Siria: «¿No pasará nada?». Acaeció el magnicidio y París endureció el tono contra Damasco. En los primeros meses de la presidencia de Sarkozy, los ataques a El Asad fueron constantes debido a las injerencias del régimen sirio en Líbano.

Pero en una prueba más de que las políticas exteriores de las potencias dependen de intereses volátiles, todo cambió de repente. Sarkozy comenzó a cortejar a su homólogo El Asad. Y éste, que ya llevaba años intentando arrancar unas negociaciones con Israel (aún hoy en sus balbuceos), y necesitado con urgencia de romper el bloqueo económico de EE UU, aceptó encantado la mano tendida de Sarkozy. El Asad comenzó a jugar sus bazas. En pocas semanas, y tras 18 meses de parálisis política, se eligió en junio al presidente libanés, Michel Suleiman, y la semana pasada se formó un Gobierno de unidad en Líbano. Damasco anunció anteayer la apertura de una Embajada en Beirut, por vez primera desde la independencia en 1943. El presidente francés ya ha prometido una próxima visita oficial a Damasco. Ahora falta Washington. El Asad ha repetido que no entablará negociaciones directas con Israel mientras EE UU no se implique en el proceso. «En esta fase no habrá gestos de buena voluntad hacia Israel, ni siquiera un apretón de manos con Ehud Olmert, porque no hay motivo para ofrecer ese gesto a un primer ministro tan débil», dijo ayer un asesor de El Asad. Desesperado en el frente interno, el líder israelí ha sugerido que es capaz de atraer a los estadounidenses. El Asad, que desconfía de que George Bush dé el paso adelante, no tiene prisa.

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