Actualidad Internacional

Los retos del nuevo Presidente de Estados Unidos

El que requiera una mayor urgencia sea la crisis económica que sufre el país, derivada del colapse de parte del sector financiero norteamericano.

Pero los datos del último trimestre indican una contracción del Producto Interior Bruto (PIB) del 0,3%, y algunos expertos señalan que la recesión puede durar hasta entrado el año 2010.

Esta coyuntura económica puede dificultar enormemente —o directamente convertir en imposible— el cumplimiento de algunas de las promesas realizadas por Obama durante la campaña electoral, e incluidas en su programa.

El senador de Illinois incluye un aumento del gasto público de cerca de un billón de dólares, sobre todo en servicios sociales, como la Sanidad, y la Educación. También presentó un programa muy ambicioso de inversiones en el ámbito de las nuevas tecnologías, con un presupuesto anual de 15.000 millones de dólares.

Al ser preguntado en un debate cómo afectaría la crisis económica a su plan de gobierno, Obama reconoció que algunas propuestas deberían posponerse, pero se negó a concretar demasiado. Sólo puso como ejemplo de promesa de difícil cumplimiento la de doblar el gasto en ayuda al desarrollo.

En el ámbito internacional, los desafíos que esperan al presidente número 44 son variados, pero igual de peliagudos. El principal es el manejo de las guerras de Afganistán e Irak. Obama ha prometido poner fin a la guerra de Irak en 16 meses, retirando del país árabe una brigada de combate al mes.

No obstante, como han reconocido en privado algunos de sus asesores, si tras un inicio de retirada, la violencia se recrudece en Irak, se puede ver obligado a dar marcha atrás en sus planes, lo que sentaría muy mal a los activistas anti-guerra que propulsaron su candidatura en las primarias demócratas.

La guerra de Afganistán no va a ser un asunto más fácil de abordar. El líder demócrata ha insistido mucho en su campaña en la importancia estratégica de este escenario, y parece confiar en que una escalada militar en el país asiático llevará a una derrota de los talibanes. Sin embargo, la escarpada orografía de Afganistán, además de los recelos de los aliados europeos a enviar más tropas, puede complicar sus ambiciones, y verse atrapado en una dinámica parecida a la Irak.

El otro gran dolor de cabeza puede venirle a Obama de la misma región: el programa nuclear iraní. El futuro presidente ha convertido este tema en uno de los centros de su plataforma exterior, al mostrarse dispuesto a negociar directamente con el liderzago del régimen de los ayatolás. Si Teherán corresponde a la apertura de Obama, éste habrá conseguido un gran éxito diplomático. Si en cambio, los mullahs siguen en sus trece de no querer renunciar al enriquecimiento de uranio, a corto plazo se endurecerán sanciones. A largo plazo, Obama debería tomar la difícil decisión de permitir la conversión de Irán en potencia nuclear, o lanzar un bombardeo de sus centrales nucleares.

En un lugar más secundario en la lista de retos de Obama se encuentra el resurgimiento de Rusia, y su intención de mantener países como Ucrania y Georgia bajo su órbita, la negociación de un acuerdo internacional contra el cambio climático, y la mediación en el conflicto de entre palestinos e israelíes, pues de lo contrario, podría producirse un nuevo estallido de violencia.

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