Economía

La banca y el riesgo necesario

La banca comercial debe ser un colchón seguro, que sea capaz de devolver
los
depósitos del público; debe ayudar al crecimiento económico con créditos
generadores de fuentes de empleos decentes y, finalmente, debe ser un
distribuidor de oportunidades para asegurar que los ahorros del país sean
colocados a la disposición de los empresarios con mayor capacidad de hacer
valer los recursos. Lamentablemente, por casi dos décadas ya, el único
objetivo perseguido por los reguladores de la banca comercial ha sido el del
colchón.

Las autoridades en Basilea sugirieron y el mundo así lo aceptó, un sistema
de regulación bancaria que calcula el capital mínimo requerido para la
banca
exclusivamente basado en la medición del riesgo financiero. Lo que se hace,
ante nada, mediante la percepción que de ese riesgo tengan unas pocas
agencias calificadoras de crédito.

Lo anterior significa que a la renumeración adicional normal que el mercado
exige para financiar las operaciones que son percibidas como de mayor
riesgo, el regulador le añadió un cargo extra, artificialmente arbitrado,
introduciendo así un sesgo en contra del riesgo.

Tal sesgo tiene especial significado para los países en vías de
desarrollo,
por cuanto sabemos que el riesgo más bien constituye el oxígeno del
desarrollo. Desde hace unos cuantos años observamos como en nuestros
países
la banca comercial cada día financia más y más al sector público y al
consumo, por cuanto esas actividades han sido calificadas como de menor
riesgo y financia menos y menos a los empresarios y la creación de empleos
decentes. ¿Qué quieren? ¿Que la última empresa que sobreviva sea un
banco y
que terminemos todos trabajando como alternativas económicas eficientes de
cajeros automáticos?

Es triste cuando un país desarrollado decide hacer de la adversidad al
riesgo el único y principal objetivo de su banca comercial, ya que con ello
pierde mucho de su vitalidad económica. Cuando un país en vías de
desarrollo
decide darse por satisfecho con lo que tiene y acomodarse a esa moda
regulatoria, más bien es trágico.

Este tema sobre el riesgo necesario para la banca no ha sido de mucho
interés para un mundo embobado con los resultados de las regulaciones
bancarias emanadas desde Basilea y las cuales aparentemente habrían
eliminado las crisis de bancos para siempre. Como las recientes turbulencias
en los mercados financieros nos han despertado a la realidad de que los
riesgos nunca fueron eliminados, sino que sólo se escondieron en otros
lugares, donde se acumulan, el tema encuentra hoy una ventana de oportunidad
para su discusión.

Así lo hice durante el reciente «Dialogo de Alto-Nivel sobre Finanzas para
el Desarrollo» que se sostuvo en las Naciones Unidas en Octubre del 2007 y
la receptividad fue muy alta. Un vice-ministro latinoamericano admitió
privadamente mi argumento diciendo «Si de todas maneras hemos de correr
riesgos con la banca, pues es mil veces preferible que eso sea buscando
lograr generar empleos decentes, que financiando el consumo con tarjetas de
crédito.»

Una alternativa interesante que un grupo de profesionales estamos
desarrollando a tal fin, tiene como elemento fundamental un sistema de
«compensación por riesgos» mediante el cual se busca neutralizar los
efectos
en los costos producidos por la obligada aversión al riesgo, pero sin la
necesidad de tener que entrometerse con la manera como los reguladores
bancarios calculan los requerimientos mínimos de capital.

Soy un ferviente creyente en la banca privada y justamente por ello creo
necesario revolucionarla para que cumpla también con sus funciones sociales
y pueda seguir siendo privada.

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