Economía

Opción Shaw IV

Que en Venezuela hay un severo déficit de viviendas es cuestión que nadie discute. Aunque este pésimo gobierno sólo en los últimos dos años ha reparado en el tema, ha colocado el problema de la vivienda en el tapete e incluso, en su afán nominalista de resolver las cosas solamente con nombrarlas, creó un ministerio para la vivienda, anunció con fanfarrias en 2005 la construcción de 150.000 soluciones habitacionales y dedicó cientos de miles de millones de bolívares al sector construcción. Resultado reconocido con el mayor desparpajo: 22.000 viviendas construidas el año anterior y una montaña de dinero sustraída del erario público. Las cifras del déficit de viviendas en Venezuela que la Cámara de la Construcción reconoce como ciertas rondan los dos millones de unidades. Esta cifra es similar a la que manejan los organismos públicos del sector vivienda y coincide con la que estiman muchos estudiosos sobre el tema; sin embargo una cosa hay que aclarar: no es verdad que se necesiten dos millones de viviendas nuevas.

La cantidad real de viviendas nuevas, necesarias en Venezuela actualmente, se ubica en más o menos un millón de unidades, a pesar que los constructores por evidente interés y los organismos públicos por displicencia, digan que se requieren dos millones. Lo cierto es que existe en el país cerca de 1.000.000 de viviendas en condición precaria o en un estado que requiere su urgente remodelación. De este millón de unidades por lo menos 600.000 viviendas están ubicadas en barrios y son esas cuya condición es deplorable. Es en esta realidad donde la propuesta del arquitecto Daniel Fernández-Shaw cobra significado ya que más que construir nuevas viviendas en terrenos más aptos pero alejadas de la ciudad o en zonas distintas a aquellas de mayor concentración demográfica, se requiere crear condiciones dignas en el entorno comunal de los barrios de Caracas y en el de las grandes ciudades del país.

La realidad indica que los habitantes de los barrios van a permanecer en sus sitios de residencia generación tras generación y cada vez más los barrios están creciendo verticalmente, lo que le añade peso al terreno y mayor escurrimiento de aguas, todo lo cual conspira contra la estabilidad del suelo. La opción Shaw apunta hacia la búsqueda de un ordenamiento del barrio limitando su elevación, e incluso demoliendo los excesos pero compensando estas necesarias amputaciones. Además, como el diseño urbanístico de las 50 ó 100 viviendas que integran el condominio, responde a un plan previo de ordenamiento del barrio en su totalidad, se asegura que cada parcela de condominio respete el plan maestro del barrio y se dejen los necesarios espacios para la vialidad, caminerías, áreas verdes y espacios comunales, claro que ello no se logrará sin que salgan, previa indemnización, algunos propietarios.

Atacar el problema de la vivienda en los barrios de una manera creativa e innovadora, involucrando a los propios habitantes, estimulándolos a organizarse en condominios, dándoles trabajo en la remodelación de su propia comunidad, es un reto mayúsculo pero posible para Venezuela porque nos pone a trabajar de una manera nunca vista anteriormente, crea una enorme posibilidad de resolver el problema real de vivienda del país, focaliza la inversión pública en los lugares más críticos socialmente y alienta a la inversión privada hacia un sector no atendido en el pasado, pero que esconde buenas oportunidades de negocio.

Las debacles que desde hace poco más de un lustro viene ocurriendo en los barrios de Caracas, anuncian la necesidad urgente de ordenar las zonas más pobres de la capital y de dotar a sus habitantes de condiciones de vida dignas al remodelar su vivienda, mejorar su entorno comunal y reducir la densidad del barrio.

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