Economía

Proyecto de una Venezuela Post-Petrolera

Hace casi un siglo, cuando Venezuela comenzaba a dar sus primeros pasos como productor de petróleo, era un país netamente rural, pobre, sencillo, cuya población de muy modestas aspiraciones era menos de una décima parte de la actual.

Hoy, nos encontramos con un pobre país, casi exclusivamente petrolero, inconmensurablemente más complejo desde todo punto de vista, dirigido por una administración pública que adolece de fallas graves, cuyos diferentes exponentes sociales se encuentran políticamente divididos y agresivamente enfrentados de manera inédita y peligrosamente destructiva.

Ese panorama se torna aún más preocupante si se considera que a partir de algún momento, probablemente hacia la mitad del siglo, el petróleo va a ser paulatinamente desplazado como fuente energética preponderante del planeta. En consecuencia, su consumo mundial irá disminuyendo en forma igualmente progresiva. Esa tendencia reducirá en forma creciente e irreversible los ingresos de aquellos países exportadores de esa materia prima los cuales, por haber fallado en la creación de economías sustitutivas, no hayan sabido aprovechar su explotación, en los años de bonanza, como su principal motor de desarrollo. El futuro de nuestro país, debido a la concatenación de errores básicos, cometidos a partir de la década de los setenta en materia político-económica, pareciera dirigirse definitivamente hacia ese desenlace dramático.

Sin embargo, creemos que para Venezuela se presenta una vez más la posibilidad, probablemente la última, de desprenderse del grupo de países condenados, por su falta de visión, corrupción y administración mediocre, al futuro antes mencionado. Ella consiste en saber aprovechar, oportuna y decididamente, el aumento considerable de los requerimientos energéticos previsto, al menos hasta el año 2020, a nivel mundial.

En efecto, si nos basamos en las proyecciones elaboradas por el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, así como en las estimaciones hechas el año pasado por la «Energy Information Administration» del gobierno de los Estados Unidos, el total de los requerimientos energéticos mundiales, previsto para 2020, será superior al actual en aproximadamente 5.000 Mtoe (1). De esa cantidad, según la tendencia de los últimos años y la prevista para los próximos veinte, alrededor de un 40% estará constituido por petróleo crudo y sus derivados (2). Un cálculo sencillo arroja entonces que su demanda anual crecerá progresivamente hasta alcanzar, en 2020, dos mil millones de toneladas más que en 2001, lo que equivale a unos 15 mil millones de barriles, es decir, cerca de 40 millones de barriles más por día.

Del consumo diario adicional anteriormente citado, la proporción que corresponderá a los Estados Unidos de América podrá acercarse al 15%, lo que significa unos 6 millones de barriles por día. En consecuencia, si consideramos la reducción lenta pero continua de su producción doméstica, el nivel de importación de crudo y sus derivados pasará, según las proyecciones publicadas por el propio Departamento de Energía de ese país, de los 10 millones de barriles diario actuales a aproximadamente 20 millones en 2020.

Otras proyecciones que parecen confirmar esas cifras y tendencias, las encontramos en las conclusiones a las cuales llegaron el año pasado, reunidos en Londres, numerosos expertos internacionales pertenecientes al «Oil Depletion Analysis Center (ODAC). Este grupo, encabezado por el renombrado geólogo Colin Campbell, preconiza una próxima crisis de petróleo, por escasez de suministro, antes de finales de la presente década. Por otra parte, una autoridad de fama mundial en la materia, el Dr. Kenneth Deffeyes de la Universidad de Princeton, va más allá al afirmar que dicha crisis se presentará mucho antes, en 2004. Otra personalidad internacionalmente estimada que apoya estas proyecciones es King Hubbert. Este geólogo de Shell predijo acertadamente, en el lejano 1956, que la producción de petróleo en los Estados Unidos habría alcanzado su nivel máximo en la década de los 70, después de lo cual seguiría una disminución en forma continua. Todas estas opiniones se basan fundamentalmente en el hecho que la producción de la gran mayoría de los yacimientos no OPEP, especialmente los ubicados en el Mar del Norte y Rusia, está muy próxima a declinar motivado al envejecimiento de los mismos.

En realidad, la crítica situación mundial de suministro que se verificó hace dos años tiende a confirmar las proyecciones anteriores. En efecto, basta recordar que en el 2000, mientras el resto de los países productores de crudo estaba produciendo al máximo de su capacidad, los miembros de la OPEP, presionados por los mandatarios de los Estados Unidos y la UE, tuvieron que aumentar rápidamente su producción en 3,5 millones de barriles diario, para así abastecer adecuadamente los mercados mundiales y, con ello, contrarrestar la especulación que había causado el encarecimiento de los crudos, algunos de los cuales había alcanzado niveles cercanos a 40US$/bl.

Hacia una situación futura de mercado estable, en equilibrio, se expresa Mikhail Khodorkovsky, presidente del Grupo Yukos, segundo productor ruso con cerca de 1,5 millones de bls/día. Este ejecutivo estima que de mantenerse un precio por barril no superior a 25 dólares a mediano plazo, será muy improbable que se produzca una situación de sobreproducción de petróleo a nivel mundial en los años venideros. El profesor Paul Jostrow de MIT, por su parte, considera que un precio por barril cercano a los 20 dólares constituiría igualmente un elemento fuertemente desalentador, en el proceso de adopción, en el futuro previsible, de nuevas tecnologías sustitutivas del petróleo, tales como la celda de hidrógeno (fuel cell).

Resultan también interesante las estimaciones y cálculos de la «International Energy Agency (IEA). Esta organización sostiene que la crisis anunciada por la ODAC puede ser evitada durante las próximas dos décadas, siempre que la caída de producción, así como el aumento de consumo, sean eficazmente reemplazados por la puesta en producción de yacimientos nuevos. El logro de esta meta estaría sujeto a la inversión agregada, durante los próximos ocho años y fuera del ámbito de la OPEP, de una cantidad no inferior a mil millardos de dólares.

Los países privilegiados serían fundamentalmente Rusia y algunas ex-repúblicas soviéticas. Ello se debe a que existen expectativas ciertas de nueva producción importante de petróleo y gas en Siberia, Mar de Barents, Mar Caspio y Mar de Aral. A título de ejemplo, Thierry Desmarest, presidente de TotalFinaElf, estima que hacia mediados de la próxima década, en la región del Mar Caspio solamente, se espera que el aumento de producción se sitúe entre 4 y 5 millones de barriles/día.

A este escenario, hay que agregar las cantidades adicionales de producción, tanto o más importantes que las citadas anteriormente, factibles de ser producidas en los países del Oriente Medio, donde existen reservas superiores a 600 millardos de barriles, los cuales representan las dos terceras partes de las reservas mundiales de petróleo. Aún así, tal como afirmáramos al comienzo de este análisis, Venezuela se encuentra en una posición envidiable para sacar el mayor provecho de la situación planteada. Ello es debido a varios factores indudablemente favorables. En primer lugar, resulta casi axiomático afirmar que, de todas las fuentes importantes futuras de suministro adicional de hidrocarburos antes citadas, nuestro país es el único que se encuentra estratégicamente ubicado y a pocas horas de navegación de la costa norte-americana. En segundo lugar, gracias a la ausencia de conflictos actuales o potenciales, internos o internacionales, dignos de mención, Venezuela no da motivos reales de preocupación a nuestro cliente principal, los Estados Unidos de América. El tercer factor, igualmente importante para ese país, es la seguridad de suministro ininterrumpido a largo plazo, implícita en las reservas, tanto de crudo convencional como extra-pesado y de gas, de las cuales dispone cuantiosamente Venezuela.

Del presente análisis se desprende, en consecuencia, que existen todas las condiciones favorables para que Venezuela emprenda, con osadía, optimismo y sin demora, un programa acelerado, tendente a duplicar o triplicar, por etapas consecutivas, su producción petrolera e instalar nuevas refinerías y complejos petroquímicos, durante la presente década. Para que un programa de tal amplitud sea realizable, es probable que se requiera modificar la actual Ley de Hidrocarburos, a objeto de flexibilizar la participación foránea. En efecto, para acceder al financiamiento requerido, el cual podrá sobrepasar los 100 millardos de dólares, el Estado venezolano se verá seguramente necesitado de obtener de sus socios extranjeros un aporte mayor al porcentaje máximo previsto en dicha Ley.

Un programa de la naturaleza propuesta, racionalmente concebido, debería constituir la manera como nuestro país podría prepararse gradualmente para enfrentar exitosamente la etapa o era post-petrolera, punto focal de nuestra discusión. La participación nacional factible, en la inversión antes citada, podría acercarse al 30% de la misma. Al considerar un período de ejecución de ocho años, la contribución de la industria nacional de bienes de capital y de servicios alcanzaría, en promedio, alrededor de 4 millardos de dólares por año como mínimo, lo que equivaldría a más de tres puntos del PIB. Su efecto multiplicador se haría sentir sobre toda la economía nacional. Durante la etapa de ejecución, la generación de empleos beneficiaría a unas 200.000 personas en forma directa y cinco veces más indirectamente.

Sin embargo, el aspecto de mayor trascendencia, implícito en un programa de esta naturaleza, radica en el hecho que el país dispondría, una vez completados los proyectos de expansión antes mencionados, de empresas de ingeniería vigorizadas, así como de una industria moderna, sofisticada y competitiva la cual, además de seguir supliendo los equipos de sustitución, así como nuevas unidades a la propia industria petrolera, de refinación y petroquímica, estaría en capacidad de satisfacer ese tipo de demanda generada por cualquier otro sector industrial ya presente o que se instale en el futuro en Venezuela. Nos referimos a empresas de aluminio, siderúrgicas, termoeléctricas, hidroeléctricas, químicas, de cemento, textiles, etc.

Finalmente, al poseer el nivel de competitividad que le permita incursionar exitosamente en los mercados internacionales, esas nuevas actividades industriales representarían, a través de sus exportaciones, fuentes alternas e importantes de ingresos para Venezuela. Ello representaría la estrategia más eficaz para lograr que el país pueda abandonar progresivamente y a más largo plazo el esquema petrolero rentista. Adicionalmente, una vez satisfechas las condiciones básicas, requeridas para generar un ciclo virtuoso de crecimiento endógeno, tal como lo proponen las teorías de Romer, Barro y Lucas, Venezuela podrá alejar definitivamente el «síndrome holandés» y emprender el largo y difícil camino hacia el desarrollo. El cumplimiento de esta aspiración, indudablemente ambiciosa pero realizable, representaría la única forma digna y responsable de enfrentarnos a la inevitable etapa post-petrolera.

Notas:

1 – Millones de toneladas equivalentes de petróleo.

2 – Para ahondar sobre la proyección de la demanda energética mundial por regiones, se recomienda leer el excelente Documento Introductorio preparado por el Dr. Carlos M. Añez Di Prisco con motivo del Encuentro de Expertos sobre Energía y Desarrollo de la XIIa. Cumbre del Grupo de Quince, realizada en Caracas el 25-02-2002.

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