Economía

Rusia + Venezuela y su Energía = EEUU

Venezuela es una provincia petrolera madura. Con 80 años de explotación comercial y con más de una centuria siendo explorada, sus posibilidades de expansión son enormes.

Su cercanía a los EEUU, su proyección caribeña, andina y amazónica le permite considerarse como uno de los países de mayor interés energético en el Hemisferio Occidental, junto a Canadá, Estados Unidos, México, Trinidad y Tobago, Brasil, Colombia y Bolivia. Tiene 75.000 MMB de reservas probadas de petróleo crudos convencionales, dentro de los cuales 20% es liviano, 20% mediano y el resto pesado o extrapesado, que acompañados de los hoy rimbombantes 230.000 MMB de reservas probadas de bitúmenes, ubicados en la Faja del Orinoco, le permite incluso vanagloriarse de ser el primer reservorio global de energía, si se le suman los 4.5 billones de metros cúbicos de gas natural, la mayor parte de ésta asociada, el potencial hidroeléctrico, solar, maremotriz, eólica y de materia prima nuclear.

Esto no deja de ser potencial hasta que no entren en acción las fuerzas productivas, el financiamiento necesario y la proyección comercial adecuada.

La Apertura Petrolera fue un éxito y si no hubiera sido por ella, Venezuela, en vez de producir 2.4 millones de barriles diarios (lo cual no es significativo, al contrario), estaría con 1 millón cien mil menos de barriles y en veloz decadencia. Hoy, de acuerdo a aquellos planes, Venezuela estaría produciendo cerca de 6 millones de barriles diarios. La inercia del impulso aperturista es lo que ha mantenido a flote a la Venezuela petrolera.

La tendencia de abrirse a inversiones extranjeras no ha cesado. Solo que la desconfianza ya no está exclusivamente en la ciudadanía, sino que también reside en el Mundo Corporativo Transnacional. Si bien dicho mundo está acostumbrado a tratar con desgobiernos, a la hora de hacer negocios, la presión tributaria agrega peso a las alas y esto se agrava con la debilidad institucional y el irrespeto a la propiedad privada, claves para la lógica de los negocios.

Sobre Venezuela brilla la paradoja de estar bajo un gobierno nacionalista que, desesperado por ampliar sus arcas, requiere la expansión de la producción y que no puede lograrla por si sola, sino por la necesaria privatización de buena parte de sus actividades medulares con un disfraz de nacionalismo fugaz.

En Venezuela, los rusos se interesan en tres planos: gas, crudos mejorados e información confidencial intercambiable con otros socios (una de las debilidades de la industria petrolera venezolana es la fuga de información. Al no existir un espíritu corporativo, es mucha la información geológica y comercial que ha sido extraída del seno de PDVSA). El complemento de las actividades rusas en Venezuela va ligado con su industria armamentista y siderúrgica.

Desde el punto de vista petrolero, el potencial sobre el cual los rusos actuarán en Venezuela es tan diverso como la Madre Rusia.

Predominan los campos maduros y aquellos que con gran cantidad de gas asociado tienen el potencial, no solo para aumentar la oferta doméstica, sino para sumarla a la canasta de exportación. De la misma forma, existe la posibilidad de trabajar yacimientos de gas Costa Afuera y sumarlos a su cesta de exportación en el mercado americano.

Rusia se ha convertido en la encrucijada energética de Eurasia. Presiona sobre la puerta de Europa, Ucrania, Polonia y Alemania, y avanza hacia China para tocar el Japón por el otro extremo, sin perder la vista de Asia Central.

Curiosamente, tiene un interés creciente sobre el mercado americano a pesar de su aparente lejanía. Se espera que el derretimiento de los casquetes polares permita la apertura de nuevas rutas marítimas y eso, sin duda alguna, haría más fácil el paso de tanqueros y metaneros vía polar hacia Norteamérica.

Lukoil y Gazprom tienen fuertes intereses en EEUU y su visión es convertirse en líderes del mercado de refinados y gas de dicho país.

La complementariedad de las inversiones rusas en territorio venezolano es interesante y se compara con la desplegada por China.

Los rusos, al igual que los chinos, saben aprovechar la visión geopolítica de Chávez. No quedan dudas que sus últimas giras constituyen intentos desesperados por marcar nuevos territorios y nuevas alianzas, amparado en un anti norteamericanismo que es agradable a la luz de la opinión pública foránea y que retroalimenta su ego político.

Con la neutralización por enfermedad de Fidel Castro y Alí Rodríguez, el antiguo aprendiz se cree ahora profesor y asume su rol de director de política exterior bajo el impulso irrefrenable de su ego muy bien sazonado en Volgogrado, Teherán y Hanoi. Es algo común en estos tipos de liderazgos personalistas.

Rusia entiende la oportunidad y ocupa espacios descuidados por Washington.

Pero a diferencia de China, Rusia, al igual que Brasil, utiliza a Venezuela como plataforma de avances geopolíticos energéticos concretos.

Moscú quiere asegurar espacios en el Mercado Americano. El hecho de tener a un Jefe de Estado tan complaciente como el venezolano permite asociaciones rápidas.

Gazprom y Lukoil colocan una base en el Caribe, pero su objetivo es EEUU (y el Nafta).

Por el Norte ya llegan crudos y gas licuado ruso. Por el Sur, seguirán llegando crudos y gas venezolano, pero bajo los mandos y conexiones de socios políticos.

Si lo rusos se lo proponen lograrán más espacios dentro de la industria petrolera venezolana. La implantación de nuevos sistemas de armas y su posible comercialización, el establecimiento de potenciales inversiones en el plano siderúrgico y en el campo petrolero, son ya factores dinamizadores. Convertirían a Venezuela en una pieza más de la diplomacia moscovita a la hora de atender asuntos más trascendentales con Washington.

Las relaciones comerciales de Venezuela con Rusia van viento en popa: si en el año 2003 sumaban sólo US$60 millones anuales, desde entonces han crecido en un 400%, sin contar la cooperación militar, según datos desprendidos de los acuerdos.

El contrato de más de US$1.000 millones anunciado para la compra de aviones de combate no es el primero en la esfera militar que el gobierno de Chávez firma con Rusia. El año pasado Moscú vendió a Caracas diez helicópteros Mi-17, Mi-26 y Mi-35, además de 100.000 fusiles automáticos Kaláshnikov AK-103.

En la era Soviética, los rusos mantenían su presencia en esta región financiando al régimen totalitario de Castro. Hoy, se expanden por estos horizontes usando un régimen que se inspira en el dictador cubano.

Hay, no obstante, una diferencia. Ahora es el régimen de Chávez el que financia a los rusos, además, paradójicamente, facilitándole el ingreso comercial a las entrañas del monstruo que dice combatir: Estados Unidos de Norteamérica.

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