El Editorial

24 de julio con miedo

En Venezuela el 24 de julio ha sido siempre una fecha de múltiple celebración. Aniversario del nacimiento del Libertador, también es celebración de la batalla final por la Independencia, la que terminó de consolidar la libertad y soberanía plenas y que no fue en un campo de batalla, donde no participó la extraordinaria caballería de José Antonio Páez ni estuvo siquiera Bolívar, sino que fue una batalla naval en las aguas del Lago de Maracaibo. Por esa razón, el 24 de julio es también el día de la Marina venezolana. La militar.

Ninguno de esos acontecimientos tiene que ver, ni ha tenido nunca que ver, con el día a día político del país. La fecha ha sido coherentemente celebrada por mandatarios y gobiernos civiles y militares, democráticos y tiránicos, socialdemócratas, socialcristianos y socialistas del siglo XXI. Todos han hablado del Libertador, de la Independencia, de la batalla naval, de la Marina de Guerra.

Pero ayer el Presidente de la República y el presidente de la Asamblea Nacional ampliaron la temática. No sólo incluyeron a Hugo Chávez sino que prácticamente lo nivelaron con el Libertador que además, según ellos, no puede ser plenamente comprendido si no es a través del pensamiento de quien después de muerto ha sido ascendido a Comandante Supremo, y es citado por el Presidente Maduro como autor de todo lo que él hace –con lo cual, dicho sea de paso, pareciera estar haciéndole un flaco favor en la estima de los venezolanos.

No fue lo único, ni lo peor. La celebración fue también pretexto para que el presidente de la Asamblea Nacional hiciera una innecesaria e inoportuna crítica a diarios que informaron sobre el nacimiento de un príncipe inglés, información que también molestó al Presidente. Por alguna razón misteriosa, el presidente de la Asamblea Nacional dedicó parte de su discurso a destacar las siempre alegadas amenazas de magnicidio –en esta oportunidad según precisó airado también amenazado él-, a advertir a la oposición sobre medidas implacables si algo le sucede al Presidente Maduro y a puntualizar que saben quiénes son, qué hacen, con quién se reunen y dónde estan esos presuntos conspiradores magnicidas.

Esos alardes no indican conocimiento de amenazas sino más bien miedo, no se sabe muy bien a qué. Quizás a la acogida que está teniendo Henrique Capriles entre gobiernos y dirigencias políticas de los países suramericanos más exitosos, pero también al impacto que esos eventos temen ellos tengan en los electores venezolanos. O tal vez sea temor a la incompetencia económica del chavismo ahora con menos popularidad estirado al madurismo. Miedo, podría ser, a lo que indica un conocido investigador, que los venezolanos se han hecho más racionales en estos tiempos. Nerviosismo porque cuando los ciudadanos piensan y se dejan llevar menos por la simple emoción, exigen cumplimientos que este Gobierno, hasta ahora, parece encontrar difíciles de satisfacer. Y ése sí es un problema digno de miedo.

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