Cuando las leyes no se cumplen
» es cruel torcer el texto de las leyes para que éstas atormenten a los ciudadanos.»
Francis Bacon
Los problemas que existen en Venezuela no se solucionan con nuevas leyes sino cumpliendo las que ya existen. Hay una costumbre en cada gobierno de enmendar las leyes como si esta fuese la solución a todos los males que provienen del pasado. A ese mal hábito se le agrega la tendencia a redactar leyes de carácter esencialmente punitivo para imponer nuevas formas de conducta que se adapten a las ideas de los gobernantes de turno.
En esta etapa de nuestra vida republicana, que se autocalifica de revolucionaria, las leyes y los decretos, proliferan como zancudos en los pantanos. Prácticamente se proponen, aprueban y promulgan leyes para regular todos los aspectos de la vida en sociedad. A través de su normativa se persigue crear la sociedad utópica, pero el problema está en que las leyes sólo se aplican si es que se aplican a aquellos que no son revolucionarios. La mejor manera de saber si se aplicará o no la nueva ley penal es ver si el sujeto imputable está o no en una lista como la de Tascón , en la que aperecen quienes firmaron para revocar al presidente.
Mientras tanto la impunidad reina para los miembros del nuevo clan; todo delito es permitido si fue cometido en defensa de la revolución o del proceso, según sea el caso. La riqueza es un pecado sólo para los que la generaron antes de este período, la nueva riqueza revolucionaria está bendita ya que surge de la fuerza productiva de la nueva nomenclatura, sin importar su proveniencia ilícita.
Un país escindido en el que se aplica selectivamente la ley para proteger el nuevo bien jurídico conocido como permanencia en el poder es un país enfermo. Es un país en que lo único que de verdad se cultiva es el odio, a veces manifiesto otras reprimido. Pero el odio es una enfermedad difícil de curar y se propaga cuando se observa como se exoneran a los culpables, por ser afines al régimen, y se condenan a los inocentes por ser contrarios al mismo.
