De golpes de estado y propaganda

Si algo maneja bien el castrismo es la propaganda. Han sobrevivido largos años vendiendo ficciones que han sido replicadas por una prensa dócil e izquierdista, aunque muchas veces de la boca para afuera.

Ahora la nueva campaña es la de tratar de convencer a cierta opinión pública internacional que lo que ocurrió en Bolivia fue un golpe de estado y no la fuga de un temeroso Evo Morales al ver que su intento fraudulento de imponerse para un cuarto período presidencial se malograba y se le venía encima una protesta nacional descomunal ya sin el respaldo, ni de la mayoría indígena, ni de los aguerridos mineros.

Morales renunció cuando el ejército se lo sugirió, no se lo impuso. Situación similar a la que supuestamente ocurrió cuando a Chávez le presentaron lo mismo que según dijo el más alto oficial de la época: «la cual aceptó».

¿Pero cómo pueden ahora los del Foro de São Paulo y sus acólitos de la prensa internacional hablar de golpe en Bolivia, cuando no hubo un tanque, ni un soldado en las calles, cuando se siguió el procedimiento pautado en la Constitución de ese país, cuando no se movilizaron los indígenas, salvo los cocaleros, cuando la Presidenta encargada procedió, como lo establece el ordenamiento jurídico de esa nación, a convocar elecciónes?

Es muy simple, como a los cubanos y a su acólito Maduro no les funcionó la propagación del incendio y el caos en el continente, ahora pretenden sensibilizar a cierta opinión pública con el tema de que el voraz colonialismo perpetuo latinoamericano, apoyado por la mano peluda imperial, le arrebató el poder a un pobre indígena.

Es hora de que la opinión pública mundial entienda la realidad y no la que la propaganda castrista trata de imponer. La reacción de los pueblos latinoamericanos no responde ya a esa fantasiosa dicotomía maniquea de una izquierda liberadora y una derecha opresora. Hoy lo que busca es que los gobiernos sean eficientes y sobre todo no corruptos, y que más que palabras, los hechos así lo demuestren.