Entre programas y dinero
Poca duda cabe que los dos candidatos presidenciales que se enfrentarán el próximo 7 de octubre están en plena campaña. Pero con diferencias.
El candidato de la oposición se esfuerza en visitar a todos los electores lo más cerca posible, incluso en sus casas, y en un ritmo periódico va presentando programas concretos de acción para resolver problemas graves y conocidos, en una agotadora campaña día a día que sólo un candidato sano, joven y actualizado puede desarrollar y aguantar.
El candidato del Gobierno llama por teléfono a los dirigentes de su partido para hacerles sugerencias y repetirles conceptos que ha dicho una y otra vez, como las ventajas –no demostradas por él- de la prepotencia del Estado, la falsa agonía del capitalismo frente al también falso vigor del socialismo e insistir en opiniones que sus dirigentes escuchan por enésima vez con caras de circunstancias.
Capriles se rodea de gente casa a casa y barrio a barrio, Chávez reúne a su interminable gabinete de vez en cuando para que el país presencie, en cadena nacional, cómo los ministros parecen estar ahí sólo para escuchar los temas y las anécdotas de su jefe.
Entretanto, el Gobierno recurre a lo único que le queda; repetir promesas, inflar logros y lanzar dinero a la calle, un recurso que funciona sólo hasta que la gente se da cuenta de que en una economía enferma, mal llevada y descuidada, se tiene más dinero en el bolsillo pero para productos que cuestan mucho más. O que no aparecen.