El Editorial

Socialismo vs. Petro-estado.

En el país abundan últimamente las ideas extravagantes, pero ciertamente una de las que más nos impacta como tal es la idea de un “socialismo petrolero”. Al parecer, esta es la nueva concepción del gobierno para construir el socialismo del siglo XXI. Pero para prácticamente todas las corrientes socialistas, y especialmente para los marxistas, se trata de una contradicción en términos: rentismo y socialismo (al menos como aspiración) están en las antípodas.

Los países petroleros son en su gran mayoría “rentistas” o viven de “rentas”, utilizando el término como se usaba en la época de Ricardo y Marx (siglo XIX) para denominar el ingreso que los terratenientes extraían de los que trabajaban en sus propiedades territoriales. Se trata de países que viven de una “riqueza natural” que yace en el subsuelo de pocas naciones, por circunstancias fortuitas. El trabajo humano no tiene que ver con que un país tenga o no reservas naturales de petróleo. Los altos ingresos que el petróleo genera en el mercado internacional tienen poca relación con el trabajo humano de los países “productores” de petróleo. Para un marxista, es el trabajo humano, pero el de los países consumidores, la fuente de la renta petrolera. Una de las bases filosóficas y éticas del socialismo es la reivindicación del trabajo humano y la lucha contra aquellos que se apropian de sus frutos, entre ellos los terratenientes o rentistas. Es decir, nada hay más alejado de la ética socialista que el rentismo petrolero, la renta territorial llevada a niveles de paroxismo.

El socialismo se suele concebir como una superación del capitalismo, una verdadera alternativa productiva, con más desarrollo social y técnico. Sin embargo, el rentismo petrolero ha sido y posiblemente seguirá siendo una de las vías a sociedades con gran inequidad y alta corrupción, y poco desarrollo. Lo que en la jerga técnica llaman “la maldición de los recursos naturales”, que parafraseo Pérez Alfonso cuando hablaba del estiércol del diablo. O que analizó detalladamente T. L Karl en su libro, The paradox of plenty: Oil booms and Petro-States.

No hay nada más lejano de la ética socialista que los funcionarios de un estado petrolero que viven perennemente ocupados en implementar formas para aprovechar la renta petrolera, las “oportunidades” que brinda el oro negro. Casi todos los paises poco desarrollados que dependen en forma extrema del petróleo padecen el síndrome de la corrupción rampante y tendencias a favorecer regimenes autocráticos, sean estos monárquicos, “republicanos” o fundamentalistas. Y la Venezuela de hoy no es la excepción, basta ver como se maneja PDVSA.

El socialismo, si es que se puede considerar viable en el siglo XXI, debería surgir como tal en sociedades avanzadas. El “socialismo real “de los países no desarrollados no es sino una manera eufemística para referirse a una clase de totalitarismo. Y el “socialismo petrolero” sería como el socialismo real, pero con más corrupción y desigualdad. En Venezuela, pareciera que al querer reinventar la pólvora sólo se camina hacia el pasado.

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