El Editorial

Una Dolarización “ni fu ni fa”

Muchos países latinoamericanos han optado por quitarle ceros a sus monedas e incluso cambiarles el nombre, en un intento desesperado para combatir la inflación. Otros recurren a la dolarización.

Argentina, entre 1970 y 1992, le quitó 13 ceros a su moneda y le cambió el nombre varias veces. Un Peso Convertible de 1992 equivalía a 10 billones (millones de millones) de pesos de los que circulaban en la Argentina en 1970 y la inflación alcanzaba a un 3.000% al año.

México le quitó 3 ceros al peso mexicano en diciembre de 1993. Chile en 2 ocasiones lo hizo: en 1960 le quitó tres ceros a su moneda y en 1975 eliminó otros tres. Bolivia en 1960 le quitó tres ceros a su signo monetario y luego en 1975 eliminó otros tres. Uruguay le quitó 3 ceros a su moneda en 1975 y nuevamente en 1993 eliminó 3 ceros más. Perú lo ha hecho 2 veces: en 1985, cuando quitó tres ceros, y en 1991, cuando eliminó seis.

El caso de Brasil fue similar y en varias oportunidades le cambiaron el nombre a su moneda. Sólo entre 1967 y 1993 eliminaron en total 12 ceros a su moneda. En 1994 la nueva moneda pasa a llamarse Real. Un Real de 1994 representaba 27,5 billones (millones de millones) de Cruceiros de 1967. A pesar de todos esos cambios, la inflación en Brasil superaba el 2.700% al año.

Venezuela también lo ha intentado sin resultado alguno. En enero del 2008, bajo el nombre de “reforma monetaria”, Chávez le quitó tres ceros al bolívar que pasó a llamarse “bolívar fuerte”, anunciando que se le daría un jaque mate a la inflación (para la época era del 17%).

Maduro, bajo el nombre de “reconversión monetaria” y “batalla final contra la inflación”, el 20 de agosto del 2018 le quitó 5 ceros más para derrotar una supuesta “guerra económica ” con la cual intentan justificar su inconcebible incapacidad.

Pero la inflación avanza arrolladora y hoy Venezuela padece la mayor hiperinflación del planeta. Sólo durante la presidencia de Maduro, es decir desde 2013, la inflación acumulada en Venezuela supera un 12.000.000.000% (doce mil millones por ciento).

Lo cierto es que no será posible vencer este cáncer hasta tanto no le devuelvan la autonomía al Banco Central de Venezuela y se respete lo que establece el Artículo 230 de la Constitución (hoy letra muerta): “en el ejercicio de sus funciones el Banco Central de Venezuela no estará subordinado a directivas del Poder Ejecutivo y no podrá convalidar o financiar políticas fiscales deficitarias”.

La “dolarización” es otra de la estrategias utilizadas por algunos países para enfrentar este terrible mal de la economía. Puesto que la causa fundamental de la inflación es la emisión de dinero sin respaldo para financiar el gasto público, al optar por la dolarización los gobiernos renuncian a la posibilidad de emitir dinero, ya que no pueden emitir dólares. Ecuador, El Salvador, Panamá y Bahamas han dolarizado.

La dolarización puede ponerle una camisa de fuerza a la inflación. Lamentablemente, en ciertos casos también le pone una camisa de fuerza a las economías.

El caso de Venezuela es diferente. Aquí se está produciendo una “dolarización de facto”. Habiendo perdido la confianza en el bolívar, los venezolanos recurren al uso de la divisa estadounidense. Se está dolarizando el consumo, pero no necesariamente el ingreso, lo cual genera graves desequilibrios.

El problema es que simultáneamente el gobierno sigue recurriendo a la emisión de bolívares sin respaldo (inorgánicos, solía decirse) para financiar un déficit fiscal monstruoso. Con ello, se pierden las ventajas de la dolarización y se alimenta un devastador proceso híper inflacionario que a su vez provoca una fuerte devaluación del bolívar.

Por cierto, muchos creen que actualmente se está produciendo una “inflación en dólares”, lo cual no es cierto. Lo que ocurre es que la gente calcula sus costos en bolívares y después fija los precios en dólares al cambio del día. Como el $ cada día vale más y los comerciantes también calculan el costo de reposición, los precios siguen subiendo. En realidad se trata del ángulo pernicioso de una dolarización que no es “ni fu ni fa”.

José Toro Hardy, editor adjunto de Analítica

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