El Editorial

Y ahora la pelea es con la Iglesia

Un Estado que no garantice la armonia entre todos los sectores de su sociedad, no puede gobernar bien ni hacer que su nación se desarrolle política, económica y socialmente. Ello constituye una lección histórica. La gobernabilidad y la prosperidad de cualquier país sólo se construyen con base en el diálogo, la negociación y el respeto entre sus diferentes sectores societales. Pueden haber divergencias y conflictos, es lógico que así sea; pero no se puede vivir en permanente conflictividad. Los gobiernos son los que tienen el supremo deber de mantener y estimular el predominio de la paz social.

Nuestro actual gobierno, lamentablemente, no acaba de comprender esta máxima histórica. Por el contrario, es el primero en crear discordia y en cazar peleas con, prácticamente, todos los setores de nuestra sociedad. Vamos por mal camino.

Desde su inicio la administración Chávez, en palabras y obras, no ha dejado de combatir entre sí u oponerse a los diversos grupos de interés y élites nacionales. Ahora la pelea es con uno de los sectores más respetados y prestigiosos del país: la Iglesia Católica.

Todo empezó cuando la jerarquía eclesiástica – representada por monseñor Baltazar Porras, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana- manifestó públicamente su preocupación por el deterioro institucional, jurídico, ético, social y económico del país, al tiempo que exhortaron a las autoridades del Consejo Nacional Electoral (CNE) a integrar de la manera más plural el árbitro comicial, a fin de que los resultados de las megaelecciones del 28 de mayo no dejen lugar a dudas. Este alerta, sin embargo, provocó una airada y hasta irrespetuosa respuesta gubernamental.

Más allá de la estéril polémica de si el episcopado está en contra o no del proceso de cambio revolucionario, ¿era necesario que los voceros gubernamentales llegaran al irrespeto y a acusar simplistamente a los obispos de pertenecer a los partidos políticos que gobernaron a Venezuela por cuarenta años y, por tanto, de «bendecir el robo nacional»? ¿Es esta la forma de responder ante las críticas y preocupaciones de éste u otros sectores de la sociedad?

No es la primera vez en la historia venezolana que la Iglesia manifiesta su preocupación y opina sobre problemas públicos. Como representantes del poder moral venezolano, ellos han mantenido siempre una actitud de cuestionamiento. Nunca antes, sin embargo, se les había descalificado como ahora.

Es lamentable e innecesario. Y no se trata de que el gobierno no tenga también el derecho de manifestar su opinión y desacuerdo a las críticas. Pero el punto clave es cómo se hace. Cabe recordar que «lo cortés no quita lo valiente».

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