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Alejandro Otero: dibujos y metáforas sobre papel

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Con motivo de la exposición retrospectiva de Alejandro Otero realizada en 1985 en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, en medio de sus grandes obras y etapas artísticas, exhibió un grupo muy numeroso de bocetos, era ésta la primera vez que el artista mostraba de forma coherente y clara una parte de su intensa producción dibujística. Quizás ante el enorme y prominente conjunto de obras mostradas de sus etapas de pintor y escultor, dichos dibujos hayan pasado relativamente desapercibidos. El verdadero contenido de aquellos trazos sobre papel entonces quedó relegado, como suele ocurrir en la mayoría de los casos donde la obra sobre papel resulta disminuida y en un segundo plato frente a la aparente elocuencia de la pintura y la escultura. ¿Qué esperaba mostrar Otero con aquellos escuetos y rápidos trazos de líneas de sus esculturas volcadas al papel? Sería prudente recordar entonces las propias palabras del artista, quien aclara este enigmático proceder: «lo que puede dar idea de ese encuentro, desarrollo y posibilidades, son mis dibujos sobre las esculturas, escalonadas entre 1967 y 1985, mostrados en la retrospectiva. Para mí son un programa, un semillero, mi proyección hacia delante.» En efecto, estos trabajos dibujísticos que abarcaban dieciocho años de labor fueron prácticamente desconocidos para la gran mayoría del público, a excepción de sus allegados y de los ingenieros quienes tuvieron la tarea de interpretar y hacer viable a gran escala los esbozos del maestro. Esbozos que, a partir de ese momento, migrarían a la rigurosa escala de los planos. “Algo que me excitaba era el convencimiento de que las esculturas tenían que ser resueltas por medios diferentes: había que calcularlas y especificarlas en planos como cualquier proyecto de arquitectura o de ingeniería, y pasarlas después a manos de especialistas muy calificados para su realización. Pero esto no fue simple. Se hizo indispensable crear un equipo de trabajo que entendiera la aventura y se sumara con todos los riesgos a la empresa”.

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Para Otero tales bocetos constituían la memoria gráfica de sus realizaciones por cuanto firma, fecha y numera con rigurosidad cada uno de ellos, de puño y letra lleva a cabo una descripción exhaustiva de los materiales y los respectivos acabados de las esculturas. Apunta con minuciosidad los incipientes cálculos numéricos y sus dimensiones posibles, en algún extremo del dibujo escribe notas del número de aspas, el funcionamiento del motor y el nombre de la serie a la que correspondería cada trabajo. Del mismo modo, detalla con leves indicaciones de líneas la dirección del movimiento de los rotores y las aspas. Sus ambiciosos dibujos debían abrigar la factibilidad técnica de su realización, debían ser las metáforas tridimensionales de las estructuras y los volúmenes colosales, pero contrariamente y de manera simultánea, sus bosquejos abrigaban también, un trazado resuelto y dinámico, sinuosas elipses y curvas marcadamente expresivas, al punto de ser grafías gestuales que estaban determinadas a sustraerse de toda atadura. Con absoluta libertad el artista traza en sus composiciones pequeñas rayas y líneas nerviosas de estructuras y perfiles metálicos que con grácil ligereza simulaban giros al ritmo y ánimo del viento.

(%=Image(6514829,»L»)%) Los centenares de dibujos, croquis y bocetos de Otero, hasta ahora poco estudiado dentro de su devenir como escultor, constituyeron la semilla de las primeras ideas de sus esculturas, esas ideas preliminares le permitían avanzar rápidamente, ir afrontando con resoluciones lógicas los problemas técnicos e ir afianzando el diseño estético de las eventuales obras monumentales. Referente a esta natural dedicación al dibujo señala que «nunca me siento a proyectar una escultura. Busco un papel, un lápiz, un bolígrafo, cualquier medio gráfico cuando ya la he vislumbrado y no queda sino volcarla sobre el papel. Es raro que me detenga en una sola. Por lo común, a la primera siguen otras; han llegado a ser decenas en cuestión de escasas horas de trabajo. Cuando las diseño a través de esos croquis muy rápidos de que hablaba, visualizo sus proporciones, y para que no se me escapen, las marco sobre el dibujo.» Estos centenares de croquis que dieron luz, permiten vislumbrar la bitácora creativa de este artista, son la fuente inexorablemente primaria para comprender su proceso evolutivo como escultor, el cual tuvo como deliberado punto de origen los aspectos (%=Image(1897511,»L»)%)del mundo tecnológico contemporáneo como los satélites artificiales, las pilas solares, los cohetes espaciales, el estudio de los astros y los admirables fenómenos del universo, los elementos asociados a la aventura del vuelo como las hélices, las alas, las turbinas de los aviones, como también las veletas y hasta los remotos molinos de viento y todas estas nociones ecuménicas acerca del espacio, el movimiento y la energía liberada por el hombre mediante la articulación de la tecnología y de los elementos de la naturaleza. Tales circunstancias evocadoras incidieron para que Otero entre 1967 y 1968 acometiera la aventura del inicio de su escultura cívica y de la actividad dibujística de modelos y estructuras tridimensionales. Con motivo del evento Imagen de Caracas en su cuatricentenario emplazada en la Zona Feérica, junto a un equipo de colaboradores el artista realiza media docena de (%=Image(5342540,»L»)%) esculturas a gran escala. Sean mejor las palabras de Otero que expliquen el génesis de su trabajo “Como debes recordar, las esculturas se me ocurrieron casi repentinamente durante la celebración del establecimiento de Caracas, en 1967. Comencé buscándolas como máquinas festivas ligadas al movimiento y a la luz, utilizando para su animación el viento, el agua y la electricidad. Debían despedir destellos, colores, ruidos y ser activas y de gran tamaño, tanto que envolvieran a la gente síquica y físicamente. Los primeros resultados las acercaban a instrumentos de feria y parques de diversiones, con algo del aire nostálgico de las tramoyas de circo. Pero a los pocos días me encontré con un objeto distinto cuyo ritmo y proporción, y un extraño fenómeno visual de espacio que resultaba de combinar una particularidad del diseño con dos movimientos giratorios opuestos, me hicieron pensar que tenía entre las manos un hallazgo de arte”. Entre muchas otras obras realiza Noria hidrocromática, Vertical sonovibrátil, el Rotor -exhibido en los jardines de la Galería de Arte Nacional-, la Torre acuática y la obra Vertical vibrante oro y plata. De estas tres últimas piezas mostramos en la actual exposición un plano y veintidós bocetos preliminares y posteriores a la experiencia de la Zona Feérica, que ilustran el proceso evolutivo de sus intereses artísticos más tempranos de su trayectoria como escultor. Sobre el papel el artista (%=Image(3505125 ,»L»)%) dio rienda suelta a su imaginación de creador. Trazos sueltos, formas que se articulan, láminas y ángulos, anotaciones escritas de aspas, ejes fijos, cinturón giratorio, columna metálica en relieve, conforman decenas de ideas de proyectos con sus respectivas modificaciones. Se constituyen como el libre juego de las estructuras que pronto se constituirán en el lenguaje fundamental del artista de las grandes estructuras solares del continente. Son todas estas esculturas que, por decirlo de alguna manera, marcan la primera etapa del escultor, como también el inicio de la escultura de carácter monumental en el país. Se (%=Image(9554157,»L»)%) transforman en obras incipientes, pero en cuyo germen estaban todos los elementos formales y conceptuales con los que el artista trabajará como son la alianza de la energía y el agua, el movimiento mecánico o el movimiento a merced del viento, la refracción de la luz que de forma determinante interactúa con la obra a lo largo del día. La verdadera dimensión de la experiencia de la Zona Feérica hasta la fecha no ha sido suficientemente valorada por los aportes estéticos y las posteriores repercusiones que tuvo en la estética de la ciudad, al tiempo que significó para el artista el mayor salto cuantitativo de toda su producción escultórica.

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Una fotografía de placa 4×5 en blanco y negro tomada posiblemente en 1980 por un fotógrafo lamentablemente desconocido, realiza de manera excepcional el retrato de Alejandro Otero, y logra la imagen de un hombre en plena madurez creativa. El artista, que se encuentra al margen izquierdo de la foto, posa con naturalidad, en tanto mira con avidez la lente de la cámara. Es un instante, si se quiere, de intimidad, pues lo vemos confortablemente sentado en la amplísima sala y taller ubicado en una zona céntrica en Nueva York. El fotógrafo construye una composición con los dos Coloritmos que cuelgan en la pared de fondo de la habitación, acompañado del mobiliario equilibrado y geométrico, los cuales parecieran ser los protagonistas de la gráfica, a no ser por la rotunda diagonal del escritorio, cuyas líneas convergen hacia el rostro del artista. Otero, que se encuentra entre tiras de papel, reglas, cuchillas y escalímetros, está también realizando bocetos y maquetas. Es un momento de plena exaltación creativa, razones que puedan explicar la intromisión momentánea del fotógrafo, pues el artista se halla en el preciso instante en que tiene en mente la realización del Abra solar, una de las obras más emblemáticas de su trayectoria, ubicada a un extremo de la Plaza Venezuela en Caracas.

(%=Image(4959248,»L»)%) El artista realiza pequeñas maquetas de cartón estudiando con detenimiento los volúmenes, el comportamiento visual de los elementos que se contraponen y de las diagonales que convergen formando la gran estructura de molinos, al mismo tiempo, y como en otras ocasiones, Otero recurre al papel nuevamente, y a decir verdad, dibuja sin parar, por la cantidad de bocetos que hemos detectado, algunos de los cuales están presentes en la exposición. Con tinta negra traza expresivas líneas diagonales, aprovecha la densidad matérica que le ofrece el guache blanco para suprimir aquellos trazos que no desea, al tiempo que redibuja nuevamente sobre esta superficie de textura blanquecina, creando unas rudimentarias como sutiles transparencias. Firma y fecha cuidadosamente los pliegos de papel, lleva una escueta numeración de su progreso, remarca, dibuja con leves variaciones la misma figura, como intentado ver el comportamiento de los volúmenes desde varios ángulos. El artista aguarda con impaciencia sedimentar este proceso creativo de sus diseños, cuyos resultados fueron el gran prisma de molinos y aspas en la Plaza Venezuela. De igual forma, desde principio de los años setenta, Otero comienza a dibujar la Torre solar: centenares de dibujos preceden a la obra de acero inoxidable que enaltece la represa hidroeléctrica en Guri. Es así como comenzó a trascender su gran obra, aquella que parece alcanzar el sueño de las utopías imposibles.

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