Mario Vargas Llosa: El Totalitarismo como Atavismo…
“Cuando vio aparecer a la india en puerta de la choza, Lituma adivinó lo que la mujer iba a decir. Y ella lo dijo, pero en quechua mascullando y saltando un hilillo de saliva por la comisura de su boca sin dientes”.
Con estas palabras inicia la novela Mario Vargas Llosa, que fuera ganadora del premio Planeta en 1993, el autor fiel a su deseo de adentrar al lector en su narrativa a la comprensión del alma colectiva de Latinoamérica, y los atavismos que la atenazan históricamente, obliga a repensar y abre horizontes a la praxis. Ya en la épica de la “Guerra del Fin del Mundo”, estableció la relación entre la religiosidad de las cultura prehispánica y africana al sincretizarse con la mentalidad europea, generando una fuerte tendencia hacia el cacicazgo, el caudillismo, la montonera, la violencia milenarista; factores que han impedido la madurez política de la democracia en nuestro continente, tal como ocurren actualmente en Venezuela. Donde el atavismo caribeño se ha convertido en fuerza tanática, y somos invadidos como lo eran nuestras costas en el mundo prehispánico por guerreros salvajes, o en los sesenta, y en el presente por el totalitarismo cubano y su hambre de sangre y dominio, al cual el malinchismo les ha abierto la puerta al Poder en Venezuela.
Transforma así su narrativa en una revelación de la violencia y el totalitarismo que devora al continente, en el momento que se publicará la novela Los Senderistas- se habían convertido en una amenaza a la civilización al mezclar estos ingredientes con el marxismo, y el maoísmo. En Venezuela, se consolido una tendencia similar en su eclecticismo (marxismo-totalitarista, nacionalismo bolivarianista y militarista), que desea en implementar la dictadura obrera o del partido por cualquier medio, y el ejército se convierta en esta dialéctica en facción política, junto al pueblo en armas fanatizada, apoyado por grupos paramilitares infiltrados por la narco-guerrilla colombiana y el terrorismo islámico, tendencias representadas en los Carapaica, los Tupamaros-caraqueños- y otros grupos armados e ideologizados, para imponer sus ideas, y tomar el poder a través de la violencia como lo están haciendo.
“Yo me pregunto –murmuró el ingeniero Rubio completamente abstraído- si lo que pasa en el Perú no es una resurrección a toda la violencia empozada. Cómo si hubiera estado escondida en alguna parte, y de repente, por alguna razón saliera de nuevo a la superficie”. (M.V.Ll:178).
El primer proyecto de “Lituma de los Andes” se basaba en la violencia senderista, pero al re trabajarla el escritor asumió rasgos que la acercaban a lo dionisiaco, al profundizar en la ritualidad del sacrificio. Estableciendo similitudes y distinciones que nos llevan a la violencia, a través de las palpitaciones tanáticas que cohabitan en la psiquis de Latinoamérica. En breves líneas nos enfrenta a un desarrollo que nos lanza a la violencia irracional de que nos domina, al inconsciente desbordarse.
“Esta es una guerra y usted es un peón del enemigo de clase…No lo hacían por crueldad, sino porque eran religiosos -le explicó-.Era su manera de mostrar su respeto al espíritu del monte, de la tierra a los que iban a perturbar. Lo hacían para que no tomaran represalias contra ellos para asegurar su supervivencia. Para que no hubiera derrumbes, huaycos, para que el rayo no cayera y los quemara”.
La novela va creando espacios sagrados al profundizar en los nudos temáticos, pues a través de ellos crea atmosferas de irrealidad que nos develan la concreción histórica. Evidencia la íntima conexión que existe entre el complejo mitológico incaico y el ritual que rodea a Dionisio y su proyección en el imaginario del continente. Pues, de igual manera que en los cultos griegos, la religiosidad prehispánica se fundamentan en cultos a las fuerzas de la tierra, y sus rituales orgiásticos, y sacrificios cruentos para promover la fertilidad o ¿qué sentido tienen los tambores de San Juan, el Tamunange, las fiesta del pijiguao, o el endocanibalismo o la violencia entre los yanomami?
“Cuando se alegraban entre ellos, lejos de las miradas de los demás, los de la comparsa se enloquecían. O, como dice Dionisio, visitaban a su animal. Pasaban del amor a los golpes entre las locas. De los cariños a los rasguños, de los besos a los mordiscos, de los abrazos a los empujones, sin dejar de bailar…Se desaparecían las preocupaciones, el corazón palpitaba fuerte y te sentías cernícalo, molle, cuesta, cóndor, río. Hasta la estrella subíamos bailando, queriéndonos, o pegándonos”.
La contemporaneidad ha ido perdiendo contacto con los nexos que ataban nuestra existencia al cosmos y sus fuerzas, en el presente este alejamiento genera al vacío existencial, y ontológico, pervertido por religiosidades basadas en la magia y lo sacrificial, como las que tienen sus raíces en África, que en menos de quince años se han impuesto en Venezuela, provocando la salida de estas energías de manera volcánica. Esta represión del inconsciente pervierte estos impulsos, a los que F. Nietzsche denomino en el “Origen de la Tragedia”: los instintos primaverales. En este novela el Premio Nobel de Literatura del 2010, evidencia que los impulsos dionisiacos no son característicos del alma del viejo mundo, sino es un rasgo del alma humana y que nos liga a nuestros orígenes.
La novela contrasta diversos tipos de violencia, señalando que esa hambre de sangre humana en que se debate la historia del Perú y de Latinoamérica tiene además de componentes ideológicos, raíces ancestrales que se hunden en nuestra psiquis colectiva. Estamos ante la violencia sacrificial de los senderistas nacida del atavismo y de lo ideológico, sedimentado en la tendencia al caudillismo, el cacicazgo, el poder del chamán que destruye las sociedades libres, en este caso particular al ser sincretizadas con los antiguos rituales de las chancas y huancas. Es el desencadenamiento de lo dionisiaco-tanático y la violencia pasional que sirven como hilos de Ariadna, para guiarnos por un laberinto sacrificial que recuerda la muerte de Penteo relatada por Eurípides en las Bacantes. ¿Será que Vargas Llosa nos lleva a diversos niveles interpretativos de lo dionisiaco? ¿Cómo vía para reinterpretar a Latinoamérica? Cada tipo de violencia narrada devela una cara oculta de este complejo mitológico y del imaginario continental. Así, las ejecuciones que obligan los senderistas al pueblo tienen un marcado clima dionisiaco. “La milicia no participó en las ejecuciones. No se clavo un cuchillo. No se dio un machetazo. Solo se usaron manos, pies y garrotes…” Cada uno de los juicios revolucionarios es un enfrentamiento cara a cara con la carne y la sangre, tal como se evidencia en las páginas de la novela.
Dionisio, el dos veces nacido, se presenta en dos personajes de la novela, Pedrito Tinoco y el cantinero. La convivencia de Pedrito con las vicuñas lo convierte casi en una de ellas, recuerda el episodio mítico en el que Zeus traslada a Dionisio para entregárselo a las ninfas y evitar los celos de Hera. En el cantinero el paralelo es aún más cercano, pues desde su nacimiento reencarna a esta antigua deidad, su madre, al igual que Sémele, murió fulminada por un rayo. Posee poderes proféticos, tiene sus bacantes y así como Dionisio descubrió la vid, el descubrió el Pisco. Y la borrachera recupera su función catárquica. “Con las borrachera viajas dice Dionisio, visitas tu animal, te sacudes la preocupación, descubres tu secreto, tu igual” (MVLl: 273).
El tiempo mítico creado en la novela se caracteriza por la reactualización de acontecimientos fundacionales, individuales o colectivos. Las experiencias iniciáticas se han replegado debido al proceso desacralizador en la contemporaneidad en las artes, la literatura, el teatro, el cine…En Lituma de los Andes se entrelazan un tiempo mítico individual con lo fundacional, tal como ocurre con las pasión amorosa de Tomas y Mercedes, que sirve como centro ordenador de lo colectivo. Esta es una dimensión muy apreciada por el escritor, desde La Casa Verde, La Guerra del Fin del Mundo…, desde esta óptica nos enfrenta a los rostros olvidados de Latinoamérica, que deben ser comprendidos para lograr una praxis socio-política trascendente, qué permita escapar al continente de sus ataduras al pasado y abrir nuevos horizontes hacia la felicidad, la creatividad y la libertad.