Cultura

Totalitarismo Caribeño: La fiesta del chivo

Novela escrita por Mario Vargas Llosa

TOTALITARISMO CARIBEÑO: La Fiesta del Chivo lleva a la compresión del totalitarismo, más allá de la teoría o la anécdota. Nos enfrenta a como se genera y sustenta una dictadura omnipotente, a través de una admirable narración que se facilitar al lector la compresión histórica de este fenómeno, y así evitar las garras del totalitarismo.

Los dones más valorado por el Poder coactivo son la lealtad, la pérdida de la voluntad e identidad, y la internalización de la sumisión. Es existir en función de una mirada, o de un gesto aprobatorio de la autoridad, que genera una relación de posesión sobre el otro, que produce un perverso placer en el opresor al sentir el dominio total sobre una nación.

Los allegados del dictador son engranajes de su arbitrario desear. Para mantener este clima emocional, se crean las pruebas de lealtad. En la novela esto se evidencia en la necesaria aprobación de Trujillo a los oficiales de su confianza para contraer matrimonio. Por la actitud ante la respuesta al negar el permiso, el tirano media el grado de subordinación y sacrificio del subordinado. Y castigaba o premiaba esta conducta adelantando o retrasando los ascensos.

Recrea Vargas Llosa esta dialéctica con lo ocurrido a Amadito García, uno de los seis involucrados en el atentado que acabó con la vida en Trujillo mayo de 1961. Enamorado de Luisa Gil, estaba a la espera de la aprobación de su matrimonio, cuando sorpresivamente es llamado a presentarse ante Chapita. El oficial no dudó en aceptar la sugerencia del Tirano, de romper el compromiso, por lo que es promovido a teniente antes de tiempo. (MVLl: p. 48, 2000).

Este tipo de rito guarda semejanza con las iniciaciones guerreras, entre los germanos, al convertirse en Berserker, donde el iniciado debía imitar por días el comportamiento de un depredador. Para asimilar su fuerza y comportamiento, y establecer vínculos de lealtad con el jefe de la manada, como se daba entre las hordas guerreras de los germanos. Finalmente el iniciado trujillista debe tener una comunión de sangre. A través de la complicidad entre miembros del clan al asesinar a enemigos y opositores. Así, García es retado a rematar a un torturado con el rostro oculto. Tras dispararle a boca de jarro, le informan que era el hermano de Luisa Gil, su ex novia (MVLl: p.59).

Esta es una de las estrategias de posesión de la voluntad del otro, y de afianzar el carácter posesivo que tenía el dictador con sus allegados. Estableciendo una relación de sustitución del objeto amado y deseado. Donde sólo existe deseo y espacio para amar al líder, pues es el dador del bienestar y por tanto del confort y seguridad. Este tipo de ordalía destruye la identidad y la recompone en relaciones de total dependencia con el sistema opresivo. Estamos en una inmersión en el ser y en la psicología del totalitarismo.

Para proteger Leónidas su imagen de la corrosión, al irrespetar los derechos humanos y todos los atropellos que esto conllevaba, proyecta sobre un personaje y una institución, toda esa maldad y perversidad. Así todas las crueldades y arbitrariedades, recaían sobre el Servicio de Inteligencia Militar (SIM), y su director Johnny Abbes. Él era el chivo expiatorio del tirano. El mal necesario de todo dictador, para no contaminarse con la injusticia y debilidades de su crueldad. (MVLl: p.54, 2000)

“El Trujillismo estuvo marcado por una teatralidad, donde lo peor de una dictadura de se hizo visible. Ese poder de hechizo y seducción que tienen los dictadores sobre el pueblo. Nosotros para sentirnos cómodos que una dictadura es algo que se impone como un terremoto o un tsunami sobre una sociedad, y eso es mentira. Muchas veces las dictaduras las creamos nosotros mismos, les abrimos las puertas, renunciamos a ser ciudadanos porque preferimos ser súbditos o esclavos. Renunciamos ante alguien a quien le atribuimos poderes semidivinos: Stalin, Mao, Fidel Castro, Trujillo…, que resuelven todos los problemas. Y eso nos exonera de pensar”. (Entrevista a Mario Vargas Llosa, TV Canarias, 2010).

PSICOPATOLOGIA DEL DICTADOR: La novela de la Fiesta del Chivo nos devela el perfil psíquico y humano de Leónidas Trujillo, hijo de doña Julia, formado por oficiales de la West Point, mariner, oficial disciplinado, apasionado de los uniformes, de los rituales militares y sociales, bailador y amante de la música caribeña, capaz de gastar millones de dólares en hacer festivales con los mejores salseros del Caribe. Admirador de Hitler, de ahí que proyecta en su cuerpo su gusto por los bigotes mosca, la pulcritud militar y su política genocida, y el tipo de liderazgo totalitario que estableció. Acomplejado por no ser completamente blanco, acostumbraba a blanquearse el rostro una mirada que parecía excavar el alma del otro.

Oficial de metas claras, obsesionado por la puntualidad, con una avaricia desmedida que lo convirtió en dueño de casi todo el aparato productivo de Santo Domingo, su narcicismo lo llevo a cambiar el nombre de la capital por Ciudad Trujillo. Logró materializar su ambición de posesión tanto del alma de su pueblo, como de su economía. Dentro de la psicología del dictador, dominaba su lucha por ocultar el cáncer de próstata, enfermedad que afectaba su virilidad, y le impedía controlar sus emisiones. En las páginas que el escritor narra estas situaciones, nos hace vivir tras la piel de Trujillo y acercarnos a los temores que dominaron los últimos años de su vida, las manchas del fluido en su entrepierna. La narrativa de Mario Vargas Llosa, nos hace sentir, la cercanía de ese viejo cruel y decrépito sentado temeroso de pararse de la silla en actos públicos o reuniones sociales, momentos que retardaba mientras imaginaba con terror las manchas delatadoras de su fragilidad, y por tanto de su poder. Pues esa debilidad lo atacaba en el centro de su concepción de vida de mercenario, acostumbrado a humillar y destruir moralmente a los vencidos.

El Benefactor era un hombre de grandes odios, incapaz de amar. Esto se evidencia en el desprecio a Rómulo a Betancourt, por ser su antípoda en términos políticos: civil, intelectual, estadista, honesto, liberal y demócrata. Su sola existencia lo hería, de ahí que toda su maquinaria conspirativa tratara de influir en la política venezolana. Planificó y ejecutó el fallido atentado contra Rómulo Betancourt en 1960, por el cual sanciona la OEA al régimen de Trujillo.

Fidel Castro desde el 59, también intentó apoderarse e influir en la política de Venezuela a través de estrategias políticas de infiltración en una izquierda ciega, desorientada y fanatizada, ante el fracaso de la lucha armada promovida por el castro-comunismo. Llegando el castrismo al extremo de pertrechar, adiestrar, y apoyar de manera directa la guerra de guerrillas de los sesenta en Venezuela. Para la compresión de la historia política de Venezuela, estos episodios no se pueden olvidar, pues son un recordatorio del expansionismo y el neo-imperialismo del castro-comunismo y su carácter parasitario.
Paradójicamente ese mismo año, Fidel Castro es recibido en Venezuela afectuosamente y masivamente por el gobierno, y se reúne con Rómulo Betancourt recién electo presidente, para proponer una alianza anti-imperialista latinoamericana que no es aceptada. Mientras en Cuba un nutrido grupo de dominicanos se entrenaba para imponer el régimen castro-comunista a Santo Domingo, entre los que se encontraban varios venezolanos.

Con grandes ambiciones y poderosos odios, también rechaza Trujillo a Fidel Castro, quien por años intervino de manera directa en la política de la isla, hasta llegar al extremo de apoyar a grupos de izquierda, en la invasión de junio de 1959.

“Y, entonces, la víspera del día indicado, el 14 de junio de 1959, ocurrió en las montañas de Constanza aquel sorprendente aterrizaje de un avión venido de Cuba, pintados con los colores e insignias de la Aviación Dominicana, con guerrilleros antitrujillistas, invasión a la que siguieron los desembarcos en las playas de Maimón y Estero Hondo una semana después” (MVL: 177).

totalitarismo caribeño
Una de las causas por la que Trujillo se mantuvo en el poder por tres décadas, se debe a la red de seguridad, y espionaje que produjo numerosos atentados y secuestros, dentro y fuera de las fronteras de la isla, tanto en México como en Estados Unidos (Mal: p.112, 2000).

La crueldad de Trujillo se evidencia en el drama con que rodeaba sus crímenes políticos, no sólo se conformaba con asesinar a enemigos y opositores, sino se esmeraba a través de Johnny Abbes director del SIM, de destruirlos moralmente al implicar estos atentados y secuestros entre peleas de prostíbulos, o por trifulcas entre homosexuales, para ocultar los verdaderos móviles de sus crímenes. A través de todas estas tramas nos va llevando en una prosa transparente y dramática el escritor, a rostros ignorados de nuestro ser caribeño.

La dialéctica del poder dictatorial, se devela en esta novela a través de los hilos que mueven las estrategias de tortura, y los presidentes títeres que ayudaban a ocultar la barbarie del dictador, como lo fue Balaguer, entre otros. Su psicopatología se hace presente en los tipos de tortura que ejecuta, narradas por Mario Vargas Llosa, donde se ejercía la dosificación del sufrimiento para llevar a la víctima al máximo nivel de dolor sin romper el hilo de la vida. Para lograr esto acompañaba las sesiones con médicos para revivir a la víctima, y poder continuar infligiendo dolor para lograr la confesión o simplemente ejercer un castigo ejemplar. Como ocurrió con la descripción que hace Vargas Llosa durante los meses que torturaron al general José René Ramón(Pupo Román), casado con una hija de Trujillo y uno de los involucrados en su muerte:

“Ramfis movió la cabeza y Pupo se sintió lanzado con fuerza ciclónica hacia delante. El sacudón para machacarle todos los nervios, del cerebro a los pies. Correas y anillos le cercenaban los músculos, veía bolas de fuego, agujas filudas le hurgaban los poros…Cuando lo castraron, el final estaba cerca. No le cortaron los testículos con un cuchillo, sino con una tijera…Imposible prolongarle más la vida, mi general…
– En el estado que se halla, no resistirá una descarga. Es increíble que increíble que haya durado cuatro meses, mi general”. (MVLl: p. 426, 2000)
Palabras que se tornan en imágenes demoledoras, de episodios que se repiten en mayor o menor medida, aún en oscuras celdas de nuestro Caribe, como ocurre en Cuba e incluso en nuestro país a partir del 12F del 2014 donde se torturaron a estudiantes, y líderes políticos fueron encarceladas arbitrariamente.
Mario Vargas Llosa, La Fiesta del Chivo, Editorial Alfaguara, Colombia, 2000.

La fiesta del Chivo

 

 

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