Diego Fisher, Juana de Ibarborou y los mitos
El periodista y escritor uruguayo, Diego Fisher, ha publicado una biografía novelada de su coterranea, la poetisa Juana de Ibarborou, que ha sido muy bien recibida por el público lector. Ya va por la 13ª edición. Creo que su éxito radica en que con ella ha tratado de desmontar el mito de Juana, que había llegado a ser la “Juana de América”, poetisa que había recibido todos los dones y virtudes de los dioses y cuyos poemas eran recitados, como oraciones, por los niños en las escuelas primarias de su país.
Juana fue bella, inteligente, amada por la gente y frecuentada por las musas desde muy joven. Su primer libro –LENGUAS DE DIAMANTE- recibió la ovación del público y la crítica uruguaya y de connotadas figuras de la intelectualidad hispanoamericana, encabezadas por Don Miguel de Unamuno. Casada con un militar, fue siempre conocida por el pueblo uruguayo como esposa fiel, madre ejemplar, insigne ciudadana, e incluso católica confesa, devota de la Virgen del Perpetuo Socorro. Fisher considera su vida como un mito y trata de mostrarnos a una Juana de Ibarborou más humana. Aunque, en realidad, el retrato que él nos hace no la aleja demasiado del mito, sino que le agrega una faceta nueva, el sacrificio.
En la biografía escrita por Diego Fisher, Juana fue una víctima de su marido, de su hijo y de sus circunstancias. Ibarborou fue un hombre prosaico, elemental, muy diferente a ella y a quien dejó de amar pocos años después de casada, pero permaneció a su lado, compartiendo dormitorio y cama pero no vida marital. Y a pesar de ello y de sus muchos amigos en el mundo literario, le fue fiel y respetó hasta su muerte, ocurrida 37 años antes que la de Juana. Los “pecados” que le atribuye Fisher, con los que pretende desmitificarla fueron la adicción a la morfina, a la que recurre para poder soportar la terrible realidad de su vida y sus noches de insomnio, un tardío romance (ya viuda) con un hombre casado que podría ser su hijo, el no saber administrar sus ingresos –que no eran pocos- y el tolerar los abusos de un hijo tarambana, que la maltrataba, la robaba y le hizo vender hasta su biblioteca, llevándola a la ruina.
Juana no sale en esta libro tan mal parada como pretende Fisher, aunque si se descubre una realidad diferente a la que mostró, por años, su biografía oficial. Sigue siendo un mito, pero un mito más humano, más próximo, menos irreal.
En cuanto a nuestra opinión, como obra literaria, del libro AL ENCUENTRO DE LAS TRES MARIAS, nombre que lleva esta biografía, resentimos que no termina de ser una novela, aunque se aleja con los diálogos de una biografía factual. Pienso que el autor, que percibo más periodista que novelista, no supo aprovechar los momentos de climax en la vida de Juana, para fantasear, novelar, hacer una obra en la que se enriquezcan los hechos con la imaginación del autor hasta confundir la realidad con la ficción. Creo que el éxito del libro de Fisher se debe, más que a su calidad literaria, a la curiosidad de los uruguayos, por conocer el escándalo que significa poner al descubierto los supuestos “pecados” de Juana, descubrir el contraste entre este libro y la biografía oficial que habían conocido toda la vida.
Presiento que una nueva biografía de otra poetisa latinoamericana, Gabriela Mistral, pueda tener los mismos efectos del libro de Fisher (podría ser la que está preparando la estadounidense Elizabeth Horan), una vez que han sido publicadas las cartas entre Gabriela y Doris Dana, la mujer que estuvo con ella en sus últimos 10 años de vida. Algunas de estas cartas permiten pensar que entre ellas hubo una relación lesbiana y ya andan divididas las opiniones sobre este asunto en el alargado país del sur.
Los mitos como los ritos son necesarios, como dijera de los últimos El Principito, pero en un país donde los mitos que giran alrededor de los héroes fundadores de la nacionalidad nos acosan hasta el paroxismo, desde los discursos oficiales, celebramos que en otras latitudes latinoamericanas se pretenda hacer de algunos personajes mitificados, seres humanos.
