Fotografía: Virgen de Caracas
Es una superproducción que comprende una puesta en escena con actores, fotografiada con cámaras analógica y digital para hacer un montaje digital. El resultado es una obra de 160 por 3 metros, impresa en giclée, técnica que consiste en inyectar tinta a una tela. Es una visión estremecedora de la violencia en Venezuela y del montón de víctimas que reclama cada hora.
A lo largo de su explicación, su voz va a quebrarse varias veces. En la medida en que se contempla, la obra va creciendo en belleza y espanto. Esta pieza es una actualización, digamos, de Nuestra Señora de Caracas, anónimo de 1766, una de las dos primeras pinturas que muestran panorámicas de la capital venezolana.
Nelson Garrido ha incluido una corte celestial compuesta por ángeles y arcángeles representados por jóvenes desnudas cuya piel evidencia marcas impresas por el traje de baño. Estas criaturas seráficas dispuestas sobre la cabeza de la virgen lanzan bombas lacrimógenas sobre Caracas, blanden cuchillos, empuñan pistolas y alguno hay que manipula vísceras humanas aún palpitantes. «Esa Virgen es un homenaje a todas las mujeres de Venezuela. Son madres, esposas, hijas, que viven el calvario todos los días de su vida, ya porque deben enterrar un ser querido o porque viven aterrorizadas de que llegue ese día nefasto».
En la tonga de muertos podemos ver: dos cuerpos en la morgue con bolsas plásticas en el frío regazo donde están guardadas las pertenencias de los occisos «con excepción del dinero», dice Garrido, «porque siempre se lo roban». Una muerta tirada junto a un celular. Un hombre que ha perdido la boina roja al ser alcanzado por el plomo. Un niño desmadejado sobre el caballito de madera con la cabeza destrozada por un disparo. Una bandera tricolor tinta en sangre.
Una mujer morena con el pañito terciado en el hombro y una foto de un muchacho, «es la imagen emblemática que vemos en los periódicos de las madres preguntando por los hijos en la morgue». Y están las dos portadas de El Nacional censuradas por mostrar esa «promiscuidad que es la muerte violenta en Venezuela: los cuerpos se amontonan. La sangre de uno salta sobre la del paisano que todavía no se ha secado en el pavimento».
Que nadie se desentienda de esto clama Garrido-. «Si las siluetas de tiza de los muertos se trazan sobre una anterior, los vivos estamos sobre un polvorín».
Fuente:elnacional.com/séptimo día 23 enero 2011