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¿Te gusta la comida marroquí?

En el año 2002, Mercedes y yo fuimos al sur de Marruecos, de Marrakech pa’ bajo, como diríamos coloquialmente. Era ramadán y fue la primera salida internacional de lo que se llamaría después Larga Distancia Expediciones fotográficas. Habíamos planificado, ella y yo, irnos a Mexico (DF, Oxaca y Riviera Maya) pero ese domingo de parrillada por el cumpleaños de Roberto Mata, el entusiasmo de mis amigos fotografosviajerosproximosairseamarruecos (si, así, todo pegado) y unos cuantos vodka tonic cambiaron el rumbo de nuestras vacaciones y decidimos irnos con ellos a Marruecos a conocerlo y fotografiarlo.

Pronto comenzó la investigación acerca del destino: Marruecos, Marrakech, Essaouira, Agadir, Quarzazate, Zagora, Taroudant, nombres que me decían absolutamente nada. Como glotón, como turista, como fotógrafo; en fin, como buen viajero, suelo investigar acerca del destino para dejar lo estrictamente necesario al azar. Por supuesto que una de las herramientas claves para esto es la literatura, tan o más importante que las guías de viaje y restaurantes o las películas y los cuentos de los amigos que ya han visitado ese lugar.

Mi vida está llena de obsesiones y exageraciones. Basta que no pueda conseguir el libro, el cd o la información que estoy buscando, en casa, en una tienda, en la web o donde sea, para caer en un estado de ansiedad que solo se soluciona cuando encuentro «eso» que estaba buscando. Mis amigos libreros y lectores me recomendaron leer «Voces de Marrakesh» de Elias Canetti. Ya había leído a Paul Bowles y visto «Sheltering Sky» (contrariamente a lo que se cree, no está ambientada en Marruecos), a los beat y sus crónicas de viaje a Tanger y otras cosas más relacionadas con ese país.

En esa época el mundo de las librerías en Caracas, por llamarlo de alguna manera, estaba en buen estado de salud si lo comparamos con lo que es hoy. Había librerías y libreros. Digamos que es como comparar nuestros médanos de Coro (ayer) con el Sahara (hoy). Había rotación y renovación de eso que llaman novedades, existían muchos de los clásicos y por supuesto que faltaban muchos pero muchos títulos y autores que estaban en las vitrinas de Madrid, Mexico, Barcelona y Buenos Aires. Uno de esos libros imposible de conseguir en esos médanos de Coro era «Voces de Marrakesh». Afortunadamente una amiga viajaba en esos días, creo que a Buenos Aires, y pudo traérmelo.

«Los buenos viajeros son despiadados», es el epígrafe de «Voces de Marrakesh», libro que resultó de un viaje del autor a esa ciudad en 1.954.

Oigamos que nos dice el autor de Masa y Poder acerca de los zocos de Marrakesh: «Los zocos son aromáticos, frescos y plenos de colorido. El olor siempre agradable, varía paulatinamente según la naturaleza de los productos. No existe nombre ni anuncio alguno, tampoco un solo escaparate. Todo cuanto hay a la venta está expuesto. Nunca se sabe lo que costarán las cosas, ni están marcadas con los precios, ni éstos permanecen estables.» Continua: «…hay un sentimiento de gremio entre los objetos, unidos en su aislamiento frente a todos los demás, que los transeúntes recrean a su antojo en cada paseo por los zocos.  Hoy me apetecería caminar por las especias, se dice a sí mismo y la maravillosa mezcolanza de olores sube por su nariz y aparecen ante él los grandes canastos de pimentón rojo.»

Especies en un zoco marroquí (Fotografía Marco Aguilar)
Una de las cosas impresionante que recuerdo de los zocos es el regateo. Si no se regatea el precio de lo que queremos comprar, el vendedor se siente ofendido y hasta puede negarse a vender su mercancia. «(al vendedor) No le estorba ni le cohíbe conocer su precio (de la mercancia): lo guarda en secreto y nunca lo llegaremos a saber» nos sigue diciendo Canetti. Y esto es simplemente maravilloso: «Sólo el vendedor sabe cuán cerca estamos de su secreto, y por ello ataja con ímpetu los golpes, de modo que la distancia protectora del precio  jamás sea puesta en peligro. Para el comprador es motivo de orgullo no dejarse engañar; esto no es empresa fácil, puesto que en todo momento tantea en la oscuridad. En los países que viven la moralidad del precio, allí donde dominan los precios fijos, comprar algo carece de todo arte. Cualquier tonto va y encuentra cuanto necesita; cualquier tonto que sepa contar puede evitar el engaño».

Un tradicional zoco (Fotografía Marco Aguilar)

«En los zocos, por el contrario el primer precio que se ofrece constituye un acertijo inextricable. Nadie lo conoce de antemano, ni siquiera el tendero, pues existen en cualquier caso numerosos precios. Cada uno vale para la situación, el comprador, la hora del día y según el día de la semana. Hay precios para extranjeros que solo están un día en la ciudad y otro para extranjeros que viven en ella desde hace tres semanas. Hay precios para ricos y para pobres…»

Y esto lo dice en relación a las rutinarias escenas de dolor, mendicidad y desesperanza en la medina y los alrededores de la plaza Xemaá-El-Fná: «Viajando lo toleramos todo, la indignación queda en casa. Se observa, se escucha, se siente uno fascinado ante lo más atróz porque es nuevo. Los buenos viajeros son despiadados»

Las misteriosas calles de la medina (Fotografía Marco Aguilar)

Para más fotografías pueden ir a:

http://www.marcoaguilar.net/Pages/marruecosc.html

http://www.marcoaguilar.net/Pages/marruecosg.html

Les recomiendo leer esto de Goytisolo: http://www.insumisos.com/diplo/NODE/1967.HTM

Julio Estrada, uno de los Cuatro Gatos, fotografiando en la inmensidad del paisaje marroquí.
(Fotografía Marco Aguilar)

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