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Tosca, una de las mejores propuestas, para tener en cuenta.

Los aplausos estallaron con emoción mucho antes de que la orquesta parara de tocar, cuando Betsabeth Talavera en el papel de Tosca, de frente al público que llenaba la Sala Ríos Reyna del Teresa Carreño, con su cabeza en alto y su mano derecha apuntando al cielo gris de Roma, pronunció con voz poderosa y firme, la celebre frase extraída del texto original de Victorien Sardou,  que pone fin a este fuerte drama: “Scarpia, davanti a Dio” y desde lo alto del Castel Sant Ángelo saltó para perderse en un insondable vacío. Entonces, los aplausos cobraron una mayor intensidad, todos se pusieron de pié y no pararon de aplaudir hasta que los cantantes, uno a uno, salieron a saludar, el personal técnico, los directores de la orquesta y el coro, y por supuesto la protagonista, bien merecida triunfadora de la noche. Pero vamos por partes.

En la última función del día 13 de los corrientes, tuvimos oportunidad de ver a una Betsabeth Talavera más madura y profesional como soprano lírico spinta, dotada de un estilo de canto suntuoso, capaz de reflejar el lirismo elegante y sentimental con que Puccini dotó a uno de sus personajes más emblemáticos. Así mismo, apreciamos un registro central carnoso y bien provisto de armónicos, una línea de agudos firmes y bien  sostenidos y un registro grave calido y sensual para los dúos de amor. Ahora bien, ¿Cuál es el planteamiento escénico que la Talavera hace de Tosca? Para responder a esta pregunta debemos hacer algunas reflexiones sobre el personaje. Heraclea Darclé, la soprano rumana, hermosa, elegante y de imponente presencia escénica, interpretó por vez primera Tosca, la noche de su estreno, el 14 de enero de 1900, en el Teatro Costanzi de Roma. La Darclé dio vida a una Tosca aristocrática, de belleza de tonos y canto elegante, que sirvió de modelo a todas las cantantes posteriores que siguieron la senda que ella había trazado. Pasó mucho tiempo, hasta que llegó una mujer de genio para el canto, María Callas, quien comenzó la revolución tendiente a convertir a la ópera en teatro creíble y dibujó a Floria Tosca a su imagen y semejanza. Por una parte, dotó al personaje de un temperamento agreste, por la otra, dio a la interpretación vocal una línea de canto mas declamada. Entonces se comenzó a transitar por esta nueva vía. Al cumplir Tosca su primer centenario de vida, fue llamada la soprano venezolana Inés Salazar para interpretar el personaje, en una función única que tuvo lugar en Roma, en la misma fecha del estreno, cien años más tarde, para ese momento la Salazar era la más importante interprete de Tosca, con un estilo muy personal. En esa ocasión, fue acompañada de un elenco de grandes figuras: Luciano Pavarotti (Mario Cavaradossi), Juan Pons (el barón Scarpia), Plácido Domingo (Director de orquesta) y Franco Zefirelli (Director de escenografía). Pues bien, yo no diría que Betsabeth se mueve entre la línea de canto elegante y aristocrática de la Darclé, tampoco recurre al estilo declamado y conmovedor de la Callas, su entendimiento del personaje  es original, de una gran fuerza agresiva y efectista, muy a tono con las preferencias del auditorio de las salas en Venezuela, que quiere una Tosca que se plante de frente y le entre a golpes a Scarpia, en esto la Talavera satisface las preferencias de este público y así lo mató, bien muerto. Por lo demás, su interpretación del “Vissi d’arte, vissi d’amore” fue un hermoso canto desplegado, muy sincero, bello y convincente.

Pero, si en rigor fue la Talavera la triunfadora de la función, el artista de mayor calidad vocal fue Ernesto Morillo Hoyte, el barón Scarpia. Si bien este papel es para un barítono y no para un bajo, Morillo lo canta con gran habilidad y soltura, en razón de que está dotado de un registro agudo bien emplazado. Su entrada en el “Te deum” es impactante, demostradora de un cantante dotado de una “voz importante”. Pero más allá de esto,

Morillo es sin duda, entre todos los bajos venezolanos el mejor o cuanto menos, el que ha tomado más alto vuelo. De esta afirmación, un tanto sorprendente para quienes no han seguido su ascendente carrera, dan testimonio las características de su voz, su repertorio, los teatros donde ha cantado y su gran profesionalismo a la hora de mostrar la consistencia de su arte lírico. Estamos hablando de un gran cantante, a una distancia de tan solo 30 y pocos años, de camino andado desde su nacimiento. Ernesto Morillo es un bajo cantante de voz intensa, de belleza en su timbre y facilidad de emisión. Sus agudos son sonoros y dotados de mórbida lucidez, sus graves llevan el sello de una oscura austeridad. En los roles de fuerza es capaz de desarrollar un canto desplegado, manteniendo todas las sutilezas del fraseo.

Tres personajes de sendas óperas de G. Verdi dan a Morillo el lustre tonal y el timbre heroico de un buen bajo verdiano: el papel protagónico de la ópera Attila, cantado tradicionalmente por algunos de los grandes bajos del Siglo XX como Boris Christoff, Nicolai Ghiaurov, Samuel Ramey, Evgueni Nesterenko y Ruggero Raimondi. Verdi dibujó en Attila los trazos ligeros de un carácter noble, que contrastó con la traición e intrigas de los otros personajes de origen itálico. Un difícil papel que requiere de un canto fuerte en el registro medio, control de la emisión vocal, buen fraseo y dominio de la actuación de extroversión escénica. En los años 2005 y 6, Morillo alcanzó un notable éxito en su presentación del rol en la Ópera de Marienburg, en Eslovenia. Ernani es una ópera de inspiradas melodías de gran poder evocativo, hábilmente repartidas entre todos aquellos que dan vida a esta tragedia. Por supuesto, el personaje oscuro del drama- Silva- esta dotado de arias de perceptible fuerza sugestiva, que en un bajo cantante como Morillo encuentran el mejor vehículo de interpretación En el año 2006, Morillo representó este personaje en la Ópera de Viena. Nabucco, según las propias declaraciones de Verdi, es la ópera que marcó los inicios de su carrera artística. Posee momentos del arte lírico muy bien logrados y bellas melodías, una sólida estructura de coros, arias y cavalettas, que despiertan fuertes sentimientos patrióticos. Un personaje muy bien delineado es Zaccaria, el gran pontífice de los hebreos. La representación que Ernesto Morillo hace de este papel tiene el acento heroico y nostálgico, con que Verdi hizo que estas melodías pasaran de cantos populares a verdaderos himnos nacionales.

Muy esperado fue el regreso del tenor Víctor López al Teresa Carreño, después de más de 5 años de inmerecida ausencia, pero el tenor zuliano se presentó al parecer quebrantado de salud en el papel de Cavaradossi, su voz lució diferente al canto de calidad a que nos tenía acostumbrados: carente de brillo y de armónicos en los dúos románticos, falto de peso para las situaciones dramáticas, daba la impresión de que en todo momento se estaba defendiendo con su experiencia y sus extensos conocimientos del canto. No obstante, el público le demostró que es uno de los tenores más amado en Caracas, pues al salir a saludar lo recibieron con un sonoro aplauso, como merece un cantante honesto y gallardo como es él. Lo esperamos esperanzados en próximas actuaciones.

Al referirme a los otros cantantes del elenco: Mehir Herrera, Idwer Álvarez, Alfredo Dugarte, Martín Camacho, Roberto Leal y Caribay Saavedra, quiero manifestar que yo comparto el criterio seguido en muchos teatros de ópera de Europa, según el cual  es posible realizar funciones de calidad sin contar con la presencia de las grandes estrellas internacionales. En efecto, todos estos cantantes arriba nombrados tuvieron un excelente desempeño y demostraron capacidad para continuar haciendo ópera en Venezuela.

La dirección musical estuvo a cargo del Maestro Carlos Riazuelo, uno de los más calificados directores de orquesta del país, si mis estadísticas no me fallan, creo que es el conductor que ha dirigido más óperas en Venezuela. Desde los primeros acordes con que se inicia esta ópera sin overtura, percibimos a la Orquesta Sinfónica Venezuela con un sonido hermoso, bellamente contenido, que permitía a los cantantes destacar el lirismo romántico, pleno de sentimiento, contenido en los famosos dúos de amor con que Puccini enlazó a los amantes. La dirección orquestal fue impecable. El coro y la dirección coral de Jesús González nos ofrecieron un inmejorable “Te deum”.

En otro orden de ideas, nos debemos referir a la dirección de escena, la cual estuvo a cargo de Julio Bouley y sus asistentes, toda gente procedente del teatro y la academia, pero ninguno de la ópera, en este sentido la escenografía estuvo completamente reñida con el canto, especialmente en el acto III, donde una extensa rampa escalonada apenas permitía a Floria Tosca moverse con dificultad, enclaustrada con unas zapatillas de tacón alto y dentro de un pesado vestido rojo que parecía más bien un traje de buzo. La escenografía fue un verdadero laberinto para los cantantes.

Finalmente, es un deber destacar un meritorio trabajo informativo, hecho en forma de exposición iconográfica, sobre la historia de la ópera Tosca a través del mundo y en especial en Venezuela, con bellísimas fotografías nunca vistas en nuestro país, con un diseño gráfico admirable, una labor de investigación acuciosa, realizado por el Centro Documental del TTC. De parte nuestra, también nos hubiera gustado realizar un trabajo más completo, que incluyera la otra función, donde participaron tres excelentes cantantes venezolanos: Sara Catarine, Robert Girón y Gaspar Colón, pero lamentablemente para los musicólogos y críticos de música independientes –esto es, no relacionados con el gobierno- no hay posibilidad de conseguir entradas o asistir a los ensayos.¡Que lastima que un teatro como el Teresa Carreño esté dirigido por gentes de una inmensa pobreza de espíritu¡ Seres bienaventurados,  que lucen muy por debajo en una escala de valores, ante nuestros cantantes, a los integrantes del coro, de los músicos de la orquesta, escenógrafos, iluminadores, vestuaristas, zapateros, diseñadores de programas, estudiosos de la lírica y en fin, de todos aquellos artistas que han logrado mantener con vida sus ilusiones y contribuir en una forma u otra a conservar en nuestro país el espléndido arte de la ópera.

                                                                                           [email protected]                                       

 

 

 

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