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2024: Fin de la servidumbre voluntaria

“La alternativa existe, está viva. Hagámosla florecer. No tiene un nombre, no es sólo María Corina. Eres tú, somos todos. Feliz 2024. Una nueva era, una nueva vida, sin peligros, sin cinismos, sin crisis, sin sumisión”

Termina un año muy interesante. A nuestro juicio ha sido el año de mayor avance político en el difícil proceso de restauración de la democracia en nuestro país. No es voluntarismo. Es no más servidumbre. A la muestra un botón: elecciones presidenciales a la víspera con una candidata única de oposición elegida por unas primarias ejemplares, ávidas de cambio.

La política nos hace madurar a todos

El 2023 fue un año transicional. Si bien significó el fin del Gobierno Interino, abrió el camino a una nueva agenda: elecciones presidenciales 2024 y relanzamiento de la unidad político-ciudadana. En esta ruta, tanto partidos como sociedad civil entendieron que la unidad también la eligen los venezolanos. Este es uno de los legados de 2023. Un complejo proceso de selección de una candidata única no quedó en manos de una mesa o una directiva. Contra todo pronóstico, los venezolanos salimos a votar, y logramos una participación no sólo significativa sino alegre, entusiasta y disciplinada.

María Corina Machado es electa con una sólida mayoría y rápidamente recibe el apoyo de las bancadas partidistas y del pueblo. María Corina también ha demostrado una madurez política importante. Amplió su narrativa, bajó los niveles de radicalización, escucha con atención y ha construido alianzas sin complejos, caminando sobre la agenda de México y Barbados.  Con su frente en alto y una estrategia correcta en lo político y en lo jurídico, acudió al TSJ a presentar queja y amparo. Su “inhabilitación” dejó de ser un problema únicamente de la oposición, para convertirse en un punto de inflexión que debe resolver el régimen, sopena de perder privilegios alcanzados.

Los venezolanos hemos aprendido que una negociación con una coalición autoritaria no es un asunto constitucional. Es un asunto posibilista, político, transicional, aspiracional, donde se hacen concesiones ajenas a un orden jurídico o convencional. Y esa concesión es reavivar nuestra voluntad. La libertad de los presos políticos que es un derecho inalienable, indecorosamente pero pragmáticamente parte de la mesa redonda se ha incorporado a la agenda transicional hacia la democracia. Un hecho notorio que había quedado rezagado por no decir excluido en el acuerdo de México. 

Los venezolanos también hemos comprendido que el poder no es un valor reservado al liderazgo político. Cuando el compromiso es recuperar nuestros derechos humanos, civiles y políticos, restablecer nuestra identidad ciudadana, nuestra cultura, el reto es fundamentalmente grupal. En este difícil proceso de volver a casa, vivir en paz y normalidad, todos vamos con las manos levantadas y de pie. Los tiempos no son los que queremos, por lo que la manera de saltarnos la violencia y a confrontación, es la racionalidad y la organización. El valor superior de la convocatoria es la humildad, que es inclusión. Y el primero que debe dar el ejemplo de apertura y reconciliación es el líder.

La reconciliación

Si María Corina le hace sentir a Nicolás Maduro que su objetivo no es él ni su entorno sino la reconciliación de un país como condición sine qua non para ser felices y prósperos, los caminos se abonan. Si María Corina da un paso al frente y llama a la unidad sin rencores y sin recelos [que lo hace], cada venezolano de cualquier color, clase social o partido responderá.   Si María Corina se dirige al pueblo Chavista-Madurista como lo que es, más como madre, ciudadana y mujer que como político o aspirante, el pueblo humilde, necesitado y desengañado también le reconocerá.

La reconciliación los incluye a todos. Uno de los hechos importantes de 2023 es que Venezuela a diferencia de otras sociedades oprimidas, demostró que en medio de su fatiga y abandono, es capaz de superar odios y diferencias.  Las necesidades superan la intemperancia. La voluntad de levantarse supera la sumisión. Sin duda la tensión y la persecución continúan, pero tanto la oposición como el régimen entienden que, si no llegamos a una tregua social histórica, nadie gana ni garantiza nada. Y esa tregua no sólo es el cambio político, sino la tolerancia como factor real de reencuentro. La justicia tiene y tendrá un valor fundamental para la paz y la gobernabilidad transicional. Pero hay una delgada línea entra la justicia irremisible y la amnistía inevitable.

El precio que tenemos que pagar por nuestra libertad y reconstrucción cultural es entender que los miedos y las amenazas no las monopoliza el opresor. El también teme. Entonces uno de los grandes retos del 2024 será aliviar la carga de temores y amenazas. La persecución política debe cesar y los presos políticos deben ser liberados. Pero la narrativa de venganza y retaliación-que es radicalización remota, polarizada e inoficiosa-debe ponerse de lado. 

Una gran mayoría de venezolanos han aprendido a leer menos la ofensa y valorar más las obras que las palabras. Han quedado atrás de toda simpatía, aquellos de verbo incendiario y envalentonado, de parte y parte. El pueblo, el desplazado, el inmigrante apela a la sabiduría del ser racional y bueno, el sometido, exhibe carácter porque piensa con la cabeza y no con el estómago. Entonces el canje, el recurso de María Corina ante el TSJ o el referéndum sobre el Esequibo, se convirtieron en medio de nuestras discusiones e incomodidades en eventos de apariencia adversa, pero de una realidad trepidante: Ninguna de las partes tiene el sartén por el mango y la ruta electoral está más viva que nunca. Ese es el gran desafío de 2024

No es el final predijo Churchill. Tampoco es el principio del fin. Pero si el final del principio…

La crisis que no cede. No aceptar la sumisión… 

El epígrafe de Gramsci verbaliza la intuición de crisis: “de alguna manera la actual situación es insostenible y alguna amenaza a la democracia ya se ha materializado, aunque las instituciones propias del estatus quo siguen en pie”. Si bien Marx [1859: 43-44]ya pensaba “que jamás ocupan el lugar de una formación social relaciones de producción nuevas y superiores antes de que las condiciones materiales de su existencia hayan sido incubadas en el seno de la propia antigua sociedad”, nada garantiza que cuando las instituciones del status quo dejan de funcionar adecuadamente, alguna otra institución vaya a descender sobre la tierra como deus ex machina. Dependerá de las acciones de las fuerzas políticas y colectivas pertinentes para que algo funcione mejor.

Aquí llegamos al estado de la cuestión en el balance y perspectivas 2024. Las alternativas institucionales para sustituir el status quo, existen. Están sembradas en la sociedad. Es más, no han dejado de existir. No confundir inexistencia con inoperancia. Hemos vivido un proceso de desmaterialización y desinstitucionalización democrática cuya crisis no cede debido a las dificultades de las alternativas de reactivar y organizar sus propias fuerzas. Pero subyace en la sociedad venezolana un ideal democrático, de paz y de justicia. Siguen existiendo más adecuadamente de lo que somos capaces de aceptarlo, una voluntad de progreso y desarrollo, dispuesta a luchar. Pero no podemos esperar que baje un Dios sobre la tierra y suplante al viejo y desgastado status quo

Frédéric Worms en su libro “Las enfermedades crónicas de la democracia” [Les maladies chroniques de la démocratie] nos alerta como los regímenes totalitarios secuestran de manera absoluta, nuestros sentimientos. “EL totalitarismo como doctrina que todo lo sustituye y lo justifica, o el nihilismo que es ausencia completa de los sentimientos. Son los extremos del peligro y del cinismo. Peligro que es la percepción de incapacidad de salir de la crisis. El paciente se muere porque se muere. No hay forma de salvarlo. Cinismo que es la anulación de toda aspiración, es la relativización de toda alternativa, mediante la banalización del sufrimiento. Podemos sufrir entre nosotros hagamos el bien o hagamos el mal, pero lo que hagamos sea todo o nada, todo seguirá igual. No tiene sentido intentarlo. Ese es el peligro y el cinismo del totalitarismo conductor del nihilismo. 

A pesar de estar sembrado en nuestras raíces más profundas, el bien sobre el mal, la paz vs. la violencia, el progreso vs. la miseria, la república vs. la anarquía y la justicia vs. el despojo y el autoritarismo, la alternativa buena parafraseando a Andrés Eloy, se nos muere afuera y la mala se eterniza adentro, esperando que baje Dios nos resuelva. Es el nihilismo en plena acción.  La acción cínica que nos impide aspirar y ver la alternativa para trabajar por ella.  Cinismo que nos cuestiona como sociedad, que nos divide, nos descalifica y nos hace parecer inexistentes.  El peligro de esta actitud es que no podemos usar nuestras fuerzas y organizarnos para lograr que las instituciones incubadas en el seno de nuestra sociedad florezcan. Y al decir de Gramsci y Marx, lo que subsiste es una amenaza constante, que no es precisamente la que infunde el status quo, sino la propia sociedad oprimida, que no se siente capaz de reconstruir y restaurar su formación social. Pierde así la esperanza. 

El peligro al decir de Worms, es el relativismo de la crisis. Aprendemos a vivir en crisis. No importa lo que hagamos, porque nada emergerá o permanecerá sobre la tierra, sino la crisis. Las aspiraciones democráticas, sociales o morales quedan condenadas a una crisis irreductible. Y “el muchacho bueno” se nos muere en el vientre porque se impone el cinismo, a los nobles sentimientos.  El 2023 despertó la Venezuela buena. La que se niega a que se eternice el status quo malo. La que se niega a aceptar vivir en sufrimiento como si se tratara de una condición normal, o peor, sin alternativa. El 2024 puede convertirse en el año de superar los obstáculos permanentes, los errores recurrentes, la asimilación perversa de los escándalos, la anomia y del dolor, para transformar el cinismo en vida, libertad y alternativa democrática. 

En el Discours de la servitude volontaire [El Discurso de la Servidumbre Voluntaria] de Étienne de La Boétie es una verdadera denuncia contra el absolutismo, cuestionando las relaciones de dominación, la legitimidad de la autoridad sobre la población y la aceptación de esta sumisión. Y nos dice Boétie: “Ciertamente los médicos aconsejan no tocar llagas incurables. No tengo razón en querer predicar esto a la gente, que desde hace mucho tiempo ha perdido todo conocimiento, y como ya no sienten su enfermedad, esto demuestra claramente que su enfermedad es mortal”. 

No hagamos de la enfermedad una aceptación mortal. La llaga si es curable. Nuestra enfermedad [mortal] es actuar bajo servidumbre voluntaria…La alternativa existe, está viva. Hagámosla florecer. No tiene un nombre, no es sólo María Corina. Eres tú…somos todos. Feliz año 2024. Una nueva era, una nueva vida, sin peligros, sin cinismos, sin aceptación de la crisis, sin sumisión. 

Parafraseando Churchill y La Boétie: No es el principio del fin, no es el fin del principio, pero sí el final de la servidumbre voluntaria. 

@ovierablanco
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