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Corregir, ajustar y reformar

No obstante, para el actual mandatario comienza una etapa distinta, consistente en mirar hacia su segundo periodo. Y es que durante la campaña se presentó un programa de gobierno extenso, al que hay que agregar varias promesas adicionales hechas, incluyendo algunas de último minuto.

En consecuencia, una de las tareas pendientes en las semanas que vienen es la de hacer memoria de lo dicho y plasmar en puntos concretos ideas que tenían un carácter más general que específico. Ello servirá de insumo al plan de desarrollo que está obligada a presentar a consideración del Congreso la siguiente administración, el cual también examinará los recursos disponibles.

Mientras ese momento llega, la Casa de Nariño deberá poner igualmente en práctica lo afirmado por Santos en la noche del 15 de junio, en el sentido de que todo lo que necesite ser corregido, ajustado o reformado lo será. El compromiso es fundamental, porque uno de los mensajes que surgió a lo largo de la contienda es el de que los ciudadanos quieren ver un viraje en la manera en que se conducen ciertos temas.

Semejante conclusión puede sonar contradictoria a la luz de los resultados. Pero, más que pedir que las cosas sigan iguales, los colombianos le apostaron a la esperanza de una paz negociada. Fue esta bandera la que permitió aglutinar a personas y movimientos de todas las vertientes, muchos de los cuales volverán a la oposición pronto.

Obviamente, no todo tiene que variar. El buen ritmo del crecimiento económico, la baja del desempleo o la caída de los índices de pobreza son conquistas que hay que preservar. Pero, aun así, se deben convertir en realidad los propósitos de corregir, ajustar y reformar. Estos abarcan desde un estilo de gestión que la gente siente lejano, hasta la conformación de un Ejecutivo que muchos ven como demasiado centralista, tanto en los orígenes de quienes lo conforman como en sus actitudes. No menos importante es procurar que los niveles de ejecución mejoren y que los funcionarios tengan que responder por lo que hacen o dejan de hacer. Tampoco se puede olvidar que justicia, educación, pensiones o desarrollo campesino forman parte de una larga lista de pendientes, que obliga a presentar iniciativas legislativas de fondo.

Una mención aparte merece la percepción de que las prácticas políticas actuales son corruptas, en la medida en que permiten que los barones regionales amplíen su poder gracias al uso de dineros públicos. Por lo tanto, no solo el término ‘mermelada’ debería quedar proscrito del léxico oficial, sino que cualquier asomo de politiquería debe ser evitado. Para decirlo con claridad, el pago de los favores recibidos no puede volverse una excusa para la voracidad burocrática de los partidos adscritos a la Unidad Nacional.

Así las cosas, el Jefe del Estado tendrá que concretar aquella aseveración de que el Gobierno estará integrado por una verdadera “selección nacional”. El compromiso tiene que ver con representatividad regional y política, pero, sobre todo, con personas que tengan la capacidad para llevar de manera profesional los asuntos del Estado. De ese tamaño es el reto que toca volver realidad, y hay que confiar en que el Presidente tomará el toro por los cuernos.

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