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¿Dónde quedó el desarrollo anunciado?

Preguntarse ¿dónde quedó el desarrollo anunciado?, es un problema que toca pasiones políticas, económicas y sociales. Pero responder la misma pregunta, o intentarla a partir de lo que Venezuela ha padecido en lo que va del siglo XXI, es otro problema. Es una traba que afecta susceptibilidades. Más aún, intereses políticos.

En un primer análisis, todo pareciera que el desarrollo anunciado fue un mero discurso para idiotas. Producto, quizás, de la estupidez ilustrada que reside en la arrogancia de muchos funcionarios de alto vuelo. Háblese de militares y civiles. 

Pareciera que el problema ha radicado en el riesgo corrido a nivel nacional. Especialmente, cada vez que Venezuela vive el peligro causado por la comparecencia de una única idea pretendida por el mismo régimen para canalizar el desarrollo ofrecido  y prometido. Sobre todo, cuando el país se ve azorado por el episodio representado por campañas político-electorales de amplio rango. 

Sin embargo, el más sucinto estudio de la situación actual en Venezuela permite inferir que el desarrollo prometido ha sido un total fracaso. Es casi innecesario volver a elaborar la lista de los problemas que han asediado al país. De nada han valido los replanteos y nuevos ofrecimientos de quienes han prometido el desarrollo deseado que bien merece alcanzar Venezuela. Ha sido como arar en el mar. 

La situación mostrada a lo largo de casi medio siglo (si acaso la cuenta del tiempo se atiene a una medida conservadora) es patética. A diario se repiten los problemas que agobian (una y otra vez) al país en todas sus dimensiones.

La conspiración de la ineptitud

La problemática adquirió un tamaño colosal. Es incuantificable. En verdad eso asusta. Sobre todo cuando se sabe lo que se esconde detrás de una Venezuela ahora percibida como el “reino de los disparates”. Como el feudo donde impera la mediocridad. Donde las cuentas gubernamentales lucen abultadas, o deformadas. Por supuesto, y es a consecuencia del miedo que sufren altos funcionarios a verse sorprendidos por la justicia. Razón para que sumen mal. Pero que sí restan bien. 

La política se convirtió en negocio. El negocio, se hizo política. Y la política, en “un tiro al piso”. Por eso el negocio de la droga, se constituyó en un éxito administrativo y financiero. Incluso, político y social pues el país se tornó todo un referente comercial a decir por los prósperos “bodegones” que le cambiaron ( a duras penas) la imagen al país. El “liberalismo económico” se tornó en un hecho que pareciera haber adquirido una importante connotación ideológica.

Pero cualquier indagación que se precie de equilibrada y responsable, puede concluir que lo que está viéndose en Venezuela tiene a muchos ilusos complacidos, excitados u obnubilados. Quizás, más por miedo o por el silencio instigado por la resignación sostenida de venezolanos agobiados o desesperanzados, que por alguna razón que reconozca la respuesta de ¿dónde quedó el desarrollo anunciado?

Sin embargo, no hay explicaciones contundentes que den con la alguna respuesta convincente. Y aunque el régimen insista, no la conseguirá más allá de las propias narices de su condición usurpadora y opresora. Pues aunque el régimen siga haciendo el apatusco de presentar nuevas formulaciones de “planes de la patria”, buscando mantener distraída la población y algo esperanzada, la respuesta está “corriente arriba”. Es decir, al interior de sus propias narices. Y por ahí no van a apuntar los tiros del régimen.

La respuesta está en la actitud del régimen toda vez que repite los mismos errores. Es decir, insiste en lograr el desarrollo económico y social de la nación con base en un modelo económico retorcido, y un esquema político trivial. Ni por allá, ni por acá. Insiste en modelar el país siguiendo el proyecto bolivariano. Cuando el camino trazado por Bolívar, exalta la motivación, la voluntad y la sensibilidad, cuyos valores morales y políticos no son propios de la idiosincrasia de gobernantes indolentes, insolentes e inclementes. Y sin formación para ello. Eso es así por un lado.

Por otro lado, los manidos “planes de la patria” no son más que “promesas de libreto”. Además, promovidos por “predicadores de odio”. Por “incendiarios de oficio”. Por “vividores del pueblo”.

Pero también, la respuesta se encuentra en la trampa consistente en denegar la descentralización del Estado venezolano. Así como en evitar la independencia, la soberanía popular y la autodeterminación nacional que tan contradictoriamente exhortan. Y para ello, se basa en excusas que encubren tan titánicas mentiras. 

Aunque al mismo tiempo, el régimen maneja una repugnante actitud de providencialismo hacia los ciudadanos la cual ha llevado a detentar una vida político-económica desprovista de legitimidad que ha afectado el desarrollo de la sociedad. A decir de Arturo Uslar Pietri: “ni la sociedad ha podido desarrollarse por sí misma, ni menos por sí misma”. 

Por ejemplo, la cúpula del régimen habla de “avanzar a la nueva prosperidad para garantizar el milagro económico en Venezuela”. O cuando solicita “tener confianza y fe en las maravillas que pueden hacer los pueblos cuando están bien informados y dirigidos”. 

Gruesos engaños, pero paradójicamente «útiles» a los fines de justificar la impotencia que el mismo régimen tiene al momento de indagar lo que nunca va a encontrar. O sea, ¿dónde quedó el desarrollo anunciado?

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