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Échale guindas al pavo…

Las primeras veces que escuché esa vieja copla española fue en la casa de mi abuela, en Tiara, sonando en una vitrola (para las generaciones más jóvenes, que no la conocieron: era un tocadiscos, no eléctrico, actuado por una manivela, que hacía sonar discos de baquelita de 78 r.p.m.).  Creo que quien la cantaba era Imperio Argentina.  En esos tiempos, probablemente Lola Flores ya había nacido, pero todavía usaba pañales.  La tonadilla explica que un gitano que se había robado un casal de pavos, se los llevó a su mujer para que los preparara.  Y que, estando “ya el pavo asao, la pava en el asador”, alguien tocó a la puerta.  Cuando abrieron, se encontraron con un guardia civil que “se echó el fusil a la cara y de esta manera habló: ‘¡A ver dónde está ese pavo, a ver dónde está esa pava, porque tiene mucha guasa que yo no pruebe ni un ala!’.  Con los dos se sentó, con los dos trajeló.  Y el gitano a la gitana, de esta manera le habló: ‘échale guindas al pavo, échale guindas al pavo, que yo le echaré a la pava, azúcar, canela y clavo’”.

Cuando, a partir de 1938, llegó a Venezuela una comisión de la Guardia Civil que venía a enseñar la profesión a los futuros guardias nacionales, no los instruyó en esas contravenciones sino, por el contrario, los aleccionó en el correcto desempeño como agentes de la autoridad en el área rural.  Mucho de lo que fue la Guardia Nacional antes de convertirse en el esperpento actual, se le debe a esos miembros de la Benemérita que vinieron, o que recibieron a los suboficiales que Venezuela envió a España a perfeccionarse en la profesión en la década de los 40.  Las mañas no tenían que enseñarlas porque —desde antes de la creación de la Guardia por López Contreras— ya se las sabían los pioneros: muchos de ellos habían sido “oficiales de tablita”, que era como se les decía a los funcionarios del Resguardo de Hacienda que actuaban en las aduanas de las fronteras.

A esos guardias mañosos les teníamos un sobrenombre despreciativo: “cascareros”.  Eran el equivalente del “perro que come manteca” del refrán.  Pero no pasaban de eso, de ser los equivalentes al guardia civil que, en vez de llevarse preso al gitano roba-gallinas, se sentó a la mesa con él y se puso a disfrutar del bien aliñado producto del robo.  Era el que se hacía la vista gorda con la maleta llena de mercancía que pasaba una mujer buenota que le había “brindado sus favores”.  Era el suboficial que, valido de sus jinetas, pasaba por las alcabalas manejando un vehículo de la GN y llevando contrabando en su interior.  Pero eran, además de una minoría de entre los efectivos, infractores en baja escala.

Muy distinto de lo que sucede ahora, cuando las caravanas de cisternas llenas de combustible que traspasan las fronteras son encabezadas por oficiales de alta gradación, comandantes de unidades en la zona, que organizan escoltas de uniformados para esa extracción dolosa de bienes subsidiados por el Estado, y ahora escasos.  Y no me estoy refiriendo solamente a miembros de eso que han dado en llamar “Guardia Nacional Bolivariana”.  Parece que hay altos mandos de otros componentes que actúan así, en contra de las leyes, la ética y el recato que deben tener delante de sus subordinados.  Me refiero a algo parecido que sucede en el Arco Minero con oficiales del Ejército que, en vez de combatir a los irregulares colombianos que han penetrado hasta allá, actúan de consuno con ellos para despojar a los mineros (y a la nación) del oro extraído.  En los ríos fronterizos, con los mandos de la Infantería de Marina que también, presumiblemente, están en connivencia con traficantes de droga.  En nuestro espacio aéreo, donde, a pesar de los costosísimos sistemas de radares de la Aviación Militar, no se detecta a los vuelos con psicotrópicos que atraviesan, aterrizan y despegan en nuestro territorio.

Eso, en las unidades operacionales (o, mejor, que debieran serlo); pero lo que ocurre más alto en la pirámide organizacional es peor.  Porque es la claudicación ante un ente extranjero de la soberanía nacional.  En uno o dos casos, puesto que quienes toman las decisiones creen que le hace un favor a la patria buscando que se asemeje a la cubana.  Porque todavía no quieren ver la verdad del hambre y la pobreza generalizadas que hay en la isla.  Claro, muy difícil verlas ya que cuando los llevan a reuniones con sus jefes cubanos, salen de las casas bien dotadas donde los hospedan en El Vedado, los trasladan en autos lujosos a las conferencias que les dan en oficinas supremamente bien dotadas.  Y, después, los llevan a tomar mojitos (porque decir que se quiere una “Cuba libre” en La Habana, sería ofensivo).  Repito, unos poquitos de enceguecidos voluntariamente.  Pero parece que, en la mayoría de las ocasiones, los altos mandos, conscientemente, truecan la soberanía por bienes materiales, por divisas en paraísos fiscales, por prebendas, canonjías y rentas.

Todos los individuos descritos hoy, desde el guardia pícaro hasta los altos mandos, son repudiables.  Venezuela estaría mejor sin ellos. Pero si hubiese que escoger, preferiría al que manda a echarle guindas al pavo…

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