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El bachaco

Es fascinante, para quien tenga curiosidad,  leer sobre los bachacos. Su nombre científico es Atta laevigata y son una de una docena de grupos de hormigas que se destacan

por cortar y transportar hasta sus cuevas, trozos de hojas de un tamaño que multiplica el peso del indivíduo transportador. Son propios de la región central de América y en nuestro país reciben el nombre de “bachacos culones” y se encuentran descripciones estupendas de sus costumbres sociales y del uso de sus ejemplares dentro de la gastronomía regional y vernácula. Se dice que un picante llamado Catara, preparado con zumo de yuca y con el cuerpo de bachacos seleccionados, tiene características afrodisíacas. Los cuerpos de algunos de esos bachacos, tostados a la brasa, son (dicen) suculentos bocados de alto valor nutritivo.

Gracias, en un inicio, a la estupenda charla que le escuchamos al eminente venezolano Ramón J. Velázquez en San Cristobal en 1991, durante las celebraciones del centenario del Banco de Venezuela, entendimos las visiones tan distintas que tienen de una frontera, los habitantes cercanos de los países limítrofes y los burócratas que los dirigen desde los escritorios de sus capitales. Son dos mundos realmente diferentes y distantes.

Hemos repasado, por insinuación de nuestro querido amigo Nelson Rincón el llamado Tratado de Tonchalá, firmado por el Canciller de Colombia, Julio César Turbay Ayala e Ignacio Luis Arcaya Canciller de Venezuela en representación de los Presidentes Rómulo Betancourt y Alberto Lleras Camargo, tan pronto como el 6 de noviembre de 1959, en los albores de nuestra democracia, que dictó las bases para regularizar y darle cuerpo a las situaciones que se presentan entre los venezolanos y colombianos que hacen vida a uno y otro lado de la frontera. En aquellos años el problema fundamental era el arbitraje del trabajo, la existencia de “braceros” que venían a recoger las producciones agrícolas venezolanas.

Todas las fronteras del mundo tienen características comunes que tienen gran influencia en la sociología y en la economía de la región. Es de Estados inteligentes la regulación de esas relaciones de manera constructiva, donde solo se combaten los delitos perniciosos y se respetan las costumbres positivas de los ciudadanos.

Un ejemplo a estudiar y seguir es el del precio de la gasolina en Noruega. País productor de unos tres millones de barriles diarios y que con algo cercano a cinco millones de habitantes, cobra el mismo precio por el combustible que los países vecinos, solo con el fin de desestimular el contrabando de extracción hacia esos destinos.

Esos ejemplos del vivo comercio entre los lados de las fronteras, en nuestro caso, ha producido una enfermedad que recibe el nombre de “bachaqueo” y que se constituye con el tráfico indebido de bienes entre los lados de la frontera, estimulado por el alto diferencial de precio de dichos bienes a uno y otro lado de esa línea ideal.

Hace unos años eran pocos los bienes con los cuales se contrabandeaba entre San Antonio y vecindades y Cúcuta y aledaños. El eje era la gasolina y las cantidades eran limitadas a pequeños envases que transportaban menos de cien litros y variaban su construcción desde tanques adicionales en vehículos hasta tambores y pimpinas que se transportaban por las rutas terrestres y fluviales. También existía un vivo comercio de café y de ganado. En estos días, el contrabando se hace en gandolas de cuarenta mil litros de combustible, custodiadas por hombres uniformados.

Hoy encontramos que dichas transacciones se realizan de manera masiva con bienes insospechados. Un ejemplo que en principio puede parecer absurdo es el de billetes venezolanos de alta (sic) denominación de cien bolívares, que son canjeados con arbitraje de un treinta o cuarenta por ciento por billetes pequeños (de diez y veinte bolívares) solo con el fin de hacer transportables las altas cantidades de bolívares necesarias para comprar en Venezuela, bienes que luego comercian en el otro lado de la frontera con pingües ganancias de muchas veces el valor original. En este ámbito aparecen las llamadas mafias.

En el catálogo que hoy contiene los bienes arbitrados destacan los artefactos eléctricos, los medicamentos y los bienes de consumo para la limpieza del hogar y del cuerpo. Su arbitraje supera las diez veces. Y no nos refiramos al menudo arbitraje de dólares que el afán destructivo de nuestras autoridades (sic) permite, que un dólar que se le otorga a algún consentido por la irrisoria suma de seis bolívares y treinta céntimos, por influencia de extrañas fuerzas del mercado, hoy se acerca peligrosamente a los trescientos bolívares. Un “precio justo” que produce utilidad de quinientas veces (50.000%). Si, leyó bien, cincuenta mil por ciento.

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@rafael862

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