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¿El chavismo-madurismo profesa alguna ideología?

A  Américo Martín

En el ejercicio del poder,  generalmente los gobernantes se inspiran o creen en  alguna  de las corrientes ideológicas  del pensamiento político. En el tramo democrático 1958-1998, se alternaron gobiernos de orientación doctrinaria socialdemócrata con AD y gobiernos de orientación  doctrinaria  socialcristiana  con Copei.  Con el advenimiento del chavismo en 1999, y su continuación con el madurismo a partir del año 2013, surgió la pregunta de qué ideología o credo político había entrado en escena. Son varias y variadas las respuestas que se han dado a esa interrogante, tanto por parte de los que la motivaron como por parte de los que desde las afueras del poder son los destinatarios de los efectos y consecuencias de la acción gubernamental.

Un político culto y conocedor de las cuestiones ideológicas, con quien compartí militancia partidista en los ya lejanos años juveniles, Américo Martín, publicó  el día 25 de este mes, en un portal digital muy acreditado, un artículo en el que asienta lo siguiente: “El aislamiento del proyecto diseñado por Hugo Chávez y sostenido hasta la desesperación por Nicolás Maduro es, dicho sin  retórica fácil, la consecuencia del colapso de una estrategia cuyo objetivo central era ¡otra vez! tratar de alcanzar el imposible teórico que Marx anunció en 1848 y perfeccionó en 1867”, añadiendo  que “fue simplemente otra prueba de que el comunismo y el socialismo son utopías del siglo XIX y, como tales, de imposible aplicación”. Pienso que mi apreciado amigo Américo es muy generoso al atribuirle identificación ideológica a Chávez, Maduro y acólitos.

El cuerpo doctrinario del marxismo queda conformado con la aparición del Manifiesto Comunista en 1848 (escrito conjuntamente por Carlos Marx y Federico Engels) y la publicación en 1867 del primer tomo de El Capital de Carlos Marx, documentos en los que se establece el materialismo dialéctico como base filosófica del marxismo y el materialismo histórico que fundamenta en las causas económico-sociales (la infraestructura) la existencia de las ideas, instituciones políticas y jurídicas, religión, etc (la supraestructura). Tal consideración explicaría, al pasarse de un modo de producción a otro, la sucesión histórica de las formas de organización del hombre en sociedad: sociedad primitiva, esclavitud, feudalismo, capitalismo, y, según el marxismo, este último, el capitalismo, desaparecería y sería sustituído por el comunismo, en el que habría una sociedad sin clases y sin Estado, ya que no se necesitaría un instrumento de opresión o represión de una clase contra otra. Tiene razón Américo Martín cuando afirma que el comunismo es una “utopía” del siglo XIX “de imposible aplicación”.

Lo que ha ocurrido, el acontecer histórico reciente con la disolución de la Unión Soviética en 1991  y la vuelta al capitalismo en Rusia y las otras repúblicas que la integraban, da pie a la frase (creo que de Churchill) según la cual “el comunismo es el camino más corto que hay entre el capitalismo y el capitalismo”. Marx se equivocó no solo en su predicción de la evolución histórica de la sociedad, sino que esperaba como inminente, poco antes de su muerte en 1883, la desaparición del capitalismo. Edward Bernstein, entre otros, en su obra “Las Premisas del Socialismo y las Tareas de la Socialdemocracia”, publicada en 1899, rebatió dogmas y tesis del marxismo., como lo señalé en un artículo periodístico  el 8 de noviembre del  2017.  Bernstein cuestionó la “teoría del derrumbe” porque el capitalismo estaba demostrando que era capaz de autocorregirse, de adaptarse a los cambios y renovarse. Cuestionó como falsa la “teoría de la pauperización progresiva” porque, a diferencia del capitalismo que conoció y analizó Marx, en el nuevo capitalismo evolucionaba una situación en la que los trabajadores mejoraban ostensiblemente sus condiciones de vida. Cuestionó la supuesta polarización de la sociedad capitalista  en dos clases,  porque la realidad mostraba  que,  entre la burguesía y la clase obrera,  se formaba una numerosa y diversificada clase media  y aparecían diferencias  sociales (ahora acentuadas por la revolución tecnológica) en el seno de los propios asalariados. Sostuvo, en fin, que gracias a la democratización  del Estado,  al rol activo de los sindicatos,  a la existencia de legislaciones sociales avanzadas y de regímenes de seguridad social, el capitalismo iba teniendo progresivamente otro rostro.

En cambio, fue el  comunismo el que  desapareció per se en Rusia y el resto de las repúblicas de la extinta URSS  (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), y solo sobrevive como tal en Corea del Norte y Cuba, mientras que China abre su economía al mercado, auque conservando su dictadura política de partido único. En lo que respecta a nuestro país, Venezuela, siempre he escrito y sigo creyendo que los que detentan el poder desde hace más de 20 años ni son marxistas ni tienen ideología política alguna, son simplemente una cáfila de aventureros que se han vestido con el traje del llamado “socialismo del siglo XXI” para asaltar el poder y no soltarlo.. Ese es su “proyecto” político, y no otro.

La ignorancia, en contubernio con el atrevimiento, de unos “revolucionarios” de a pie han llevado el país a un desastre monumental ya insostenible. Todos deseamos y esperamos la salida, cuanto antes, de la actual dictadura. Ojalá no nos pase lo que a Marx cuando, a fines del siglo XIX, apostaba a la inminencia del acabamiento del capitalismo.

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