El comunicado de la Cancillería
Eduardo Soto Álvarez
El Comunicado emitido ayer por la Cancillería, echa mano del denigrativo más fácil de esgrimir, incluido en su ahora antillano repertorio. Cómodo, pues no requiere sustentación y comodín, porque sirve en múltiples casos: tildar a los adversarios del régimen de subalternos del imperio, alegato que los propios chavistas han hecho intrascendente, por el abuso y lo generalizado de su utilización.
La verdad, es que las declaraciones del titular de la Cancillería, esta vez habían sido bastante acertadas, pero el lenguaje del Comunicado, meridiano en la diatriba, pero enrevesado en su fondo, parece contradecirlas y se presta a interpretaciones al menos inquietantes.
En efecto, el documento oficial, manifiesta preocupación por la actitud de once de los catorce firmantes de la reciente Declaración del Grupo de Lima, conducta que califica de errática, titubeante y producto de una reprimenda de la Casablanca. Pero, curiosamente, la adjetivación peyorativa, sería por haber rectificado sobre el párrafo Esequibo, como lo había solicitado el capo chavistoide.
Es decir, que el régimen prefiere hacer gala de la urticante politiquería característica de su accionar exterior, mientras se abstiene de calificar en positivo una rectificación, que al ser actitud propia de sabios, es totalmente ajena a su insensato proceder.
Es más, a pesar de lo delicado del asunto, el tenor de lo expresado en el Comunicado, podría implicar mayor aceptación de quienes no rectificaron, como Jamaica, Santa Lucía y la propia Guyana, autor de la jugarreta, que le salió por la culata, pues ahora se resalta el carácter bilateral de la controversia.
La incongruencia entre Ministro y Comunicado, tiene su explicación en la injerencia castrista, que llega hasta la preparación de documentos oficiales de política exterior del régimen chavista, los cuales, entonces, lógicamente, reflejan la posición cubana, en desmedro del genuino interés nacional venezolano.
El documento, por lo demás, trata de hacer aparecer al régimen como víctima y reitera sus consabidas pretensiones de legalidad, que ya no tienen eco, ni dentro ni fuera del país y, para rematar, señala que el único mandante del régimen, es la Constitución Bolivariana de 1999.
De ser cierta tal aseveración, sería muy bienvenida por todos los venezolanos. Lamentablemente, es solo hueca palabrería, como lo demuestra la cruda realidad.