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En beneficio de la memoria histórica

La conversación telefónica que tuve con Hugo Chávez, en la madrugada del 4 de Febrero, fue la siguiente:    

            – “Teniente Coronel Chávez, la situación está totalmente controlada por el gobierno nacional. Me encuentro en Miraflores. Ríndase para evitar que continúe el derramamiento de sangre. Reflexione. Piense en sus deberes militares”.  

            – “Mi general, no voy a rendirme. Tenemos el control de importantes guarniciones y los combates serían largos y costosos”.  

            – “Chávez, le repito, la situación está totalmente controlada por el gobierno nacional.  Ríndase”.  

            –  “Mi general, ¿por qué usted no viene hasta aquí para que conversemos personalmente?”.  

            – “Usted está  loco, Chávez. Si voy al Museo Militar, usted me detiene”.  

            – “No, mi general, le doy mi palabra que no será así”.  

            – “Chávez, esa propuesta suya es imposible de aceptar. Ríndase”. (1) 

            En ese momento vi pasar al general Ramón Santeliz Ruiz, quien por iniciativa propia se había trasladado al palacio de Miraflores. Recordé su relación con Hugo Chávez, los dos dictaban las mismas asignaturas en la Academia Militar de Venezuela.  

            -“Chávez, aquí está el general Ramón Santeliz Ruiz. Lo voy a enviar a conversar  con usted sobre las condiciones para su rendición”.    

            -“De acuerdo, mi general”. (2) 

 Llamé al general Santeliz Ruiz y le di las instrucciones correspondientes. Lo fundamental era explicarle a Hugo Chávez lo inútil de su rebeldía y convencerlo para que se rindiera. Me dirigí al despacho presidencial con la finalidad de pedirle al presidente Pérez su autorización. Aceptó mi sugerencia, aunque me insistió en la necesidad de tomar el Museo Militar a la brevedad posible. Le expliqué lo complicado que sería tomar ese objetivo. Además, le hice ver los riesgos de un ataque aéreo en una zona tan poblada. Sin embargo, entendía que era imperativo el inmediato cese de las hostilidades. La prolongación de los enfrentamientos podía comprometer la lealtad de otras unidades militares. Había que tomar en cuenta el espíritu de cuerpo de las Fuerzas Armadas y lo que significa combatir entre compañeros de armas. El general Santeliz se dispuso a salir hacia el Museo Militar. Le ofrecí un vehículo militar con su correspondiente escolta. Me solicitó permiso para ir en el automóvil particular del señor Fernán Altuve Febres, quien lo acompañaba, para no llamar la atención. Ese planteamiento me pareció prudente. Eran aproximadamente las 04:00 horas. El coronel Marcos Yánez Fernández, director del Museo militar, narra en el informe que presentó al ministerio de la Defensa después de la insurrección militar, la actuación del general Santeliz: “A las 04:15 llegó el general Santeliz, en compañía del señor Altuve, al Museo Militar. Tuvo grandes problemas para entrar. Los paracaidistas del batallón Briceño no se lo permitieron. Al conocer su presencia me trasladé hasta la prevención del Museo Militar. Traté de influir, sin lograrlo, para que pudiera entrar. El general Santeliz decidió retirarse.  A las 04:45 regresó, de nuevo, al Museo Militar”. (3) 

El coronel Yánez continúa su narración: “En esta oportunidad sí lo atendió. Estuvieron conversando, en privado, en el patio interior del Museo Militar unos quince minutos. El general Santeliz, al finalizar la conversación, se despidió de mí, informándome que el T.C. Chávez no quería rendirse. Se dirigió hacia Miraflores” (4). Al regresar el general Santeliz del Museo Militar entramos juntos al despacho presidencial, con la finalidad de comunicarle al presidente Pérez la posición que mantenía Hugo Chávez. “Al terminar de escuchar al general Santeliz, con serenidad y firmeza me ordenó: “ataque inmediatamente, con la Aviación, el Museo Militar”. En ese momento el general Santeliz le pidió autorización al presidente Pérez para llamar por teléfono al T.C. Chávez. Lo hizo. Desde el teléfono nos dijo en voz alta: “Señor presidente, señor ministro, el comandante Chávez se rendirá a las tres de la tarde. El presidente Pérez se acercó al teléfono y en voz alta para que Hugo Chávez escuchara dijo: Dígale a ese señor que se rinda ahora o que apenas amanezca será bombardeado por la aviación”. De inmediato, se dirigió a mí: “Ministro, ordene, a la brevedad posible, el ataque al Museo Militar”.  Mi respuesta fue concisa: “Entendido, presidente” (5). Salí del despacho en compañía del general Santeliz. Llamé por teléfono al almirante Daniels y le ordené movilizar el Regimiento de Infantería de Marina, desde La Guaira hacia Caracas, para atacar el Museo Militar. Le solicité información sobre la situación de la Aviación.   

El almirante Daniels me ratificó el control de todas las bases aéreas a excepción de la Base Francisco de Miranda. Le pregunté por el general Juan Antonio Paredes Niño, comandante de la Base Libertador. Me respondió que estaba detenido, pero que el comando  de la base estaba siendo ejercido por el general Efraín Visconti Osorio. Reflexioné unos minutos. Bombardear las distintas unidades insurrectas conduciría a una inmensa tragedia. Ante esa compleja situación, le ordené al almirante Daniels movilizar la 12 Brigada de Infantería y la 6 División de Caballería acantonadas en Barquisimeto y San Juan de los Morros, respectivamente, con la finalidad de presionar la rendición de la Brigada Blindada. Le pedí información sobre la compañía de tanques AMX 30 que se desplazaba hacia Caracas. Me informó que le había ordenado  al G.B. Alfredo Salazar Montenegro, comandante del Regimiento Logístico del Ejército, que movilizara  un batallón, comandado por el coronel Norberto Villalobos Fuenmayor, jefe de su Estado Mayor, hasta el peaje de Hoyo de la Puerta, con instrucciones de detener el avance de dicha compañía de tanques.

Para hacerlo, tuvo la inteligente iniciativa de obstruir totalmente el tránsito de la autopista, atravesando en ambas vías las numerosas gandolas que normalmente pernoctan en esa área. Al amanecer, volví a llamar al almirante Daniels y le ordené hacer sobrevolar el Museo Militar, la Base Francisco de Miranda y las guarniciones de Valencia y Maracaibo con los F-16 y los Tucano, como medida de advertencia previa a un posible ataque aéreo, así como de demostración a las unidades insurrectas del control que el gobierno constitucional mantenía sobre la Aviación.  

Continuará…   

(1)(2)(5) Ochoa Antich, Fernando, “Así se rindió Chávez”, Libros de El Nacional, Caracas, 2007, pp.155, 156,157. 

(3)(4) Informe del coronel Marcos Yánez Fernández, director del Museo Militar, presentado al Ministerio de la Defensa, días después de la Insurrección Militar del 4 de febrero de 1992 y citado en mi libro: “Así se rindió  Chávez”, Libros de El Nacional, Caracas, 2007, pp. 156, 157.  

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