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La gasolina de la “revolución”

Para una hegemonía que se ha acostumbrado a no debatir sincera y públicamente nada con nadie, resulta interesante el que Maduro, su principal vocero, “llame a un debate nacional” sobre el aumento del precio de la gasolina. Cuando Maduro habla de “debate nacional”, no tiene en mente lo que es un debate nacional en esta materia, o una deliberación amplia con sectores concernidos para definir una iniciativa de política pública. Nada que ver. Para él lo de “debate nacional” es el pretexto para no seguir postergando el aumento de los combustibles, al parecer exigencia imperativa de los chinos, del FMI, de los rusos, de los nuevos asesores de parla francesa y, quizá, hasta de los patronos cubanos, también interesados en los caudales del aumento…

Pero lo interesante, insisto, es que se sientan forzados a decorar la medida con las supuestas resultas de un “debate nacional”. Tiene que estar la situación económica en un nivel de ahorcamiento, para que esta hegemonía tan arrogante se arriesgue en el candente tema de la gasolina, evadido siempre por el predecesor con las sinrazones típicas de la demagogia y la irresponsabilidad. Pero el desastre general de la economía es tan profundo y extendido que al sucesor se le cierran las salidas. Pierde fuerza de manera continua, y todos los arranques fallan o sencillamente se cancelan. En otras palabras, es la hegemonía misma, o la satrapía roja mal llamada “revolución”, la que se está quedando sin gasolina…

Y ello por distintos motivos. El más notorio es que la hegemonía se quedó sin su hegemón. Un combustible muy persuasivo para que lo bueno pareciera malo y lo malo, bueno. Su capacidad de hacerse entender era de reconocida eficacia, y sus destrezas en los dominios de la comunicación de masas –de la manipulación de masas—también lo era. El sucesor carece de esos recursos personales y políticos, y por lo tanto se le hace mucho más difícil taparear la gravísima realidad económico-social, además de la política. Y ni hablar de la cuestión de poder, establecida verticalmente con el predecesor, y luego fragmentada horizontalmente con Maduro, Cabello, la familia Chávez, el Psuv, los militares, Ramírez, los correspondientes clanes, los Giordani y  pare usted de contar.

Pero hay otra gasolina que viene decayendo, y es la gasolina del aumento consecutivo de los altos precios del petróleo. La bonanza petrolera del siglo XXI no sólo ha sido prolongada sino que fue in crescendo –con algunas temporadas de reflujo, más bien breves–, hasta que se estabilizó alrededor de 100 dólares el barril. Este siegue siendo un gran precio en términos históricos, pero no está subiendo. No hay, pues, más ingresos petroleros para Venezuela sino menos, porque la producción está  paralizada, el suministro chino es un misterio comercial, la “cooperación” regional es cuasi-gratuita, y bueno Pdvsa es una centrifuga de corrupción que tiene la posibilidad de tragarse a la “revolución”. Entonces, si los ingresos petroleros en vez de aumentar año a año, disminuyen, la situación del “socialismo bolivarista” se hace insostenible.

Más todavía, si todas las facturas acumuladas a lo largo de estos lustros, se presentan por taquilla y trancan la economía. Las facturas de la astronómica deuda externa, del delirante gasto público, de la depredación de las empresas estatales, de la paulatina destrucción de la actividad productiva, del auge avasallante de la corrupción roja y, en fin, de todo el innumerable elenco de desmanes, atropellos y locuras, que han generado una espiral de distorsiones que más bien se asemeja a un huracán que puede terminar de llevarse a todo por delante, dejando al país en una devastadora crisis humanitaria.

Todos estos factores explican que la gasolina de la “revolución” esté disminuyendo en cantidad y se esté deteriorando en calidad –calidad, en el sentido de promover el continuismo. Lo del aumento del precio de los combustibles es un efecto de ello. No es un mero problema de políticas públicas. Es que la hegemonía tiene que ser superada para que Venezuela pueda levantarse.

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