El EditorialOpinión

La nueva clase o la Nomenklatura

La mayor parte de las revoluciones políticas gestadas en los últimos siglos han sido en nombre y para el pueblo, pero la realidad es que los principales beneficiarios de ellas son los dirigentes y sus aliados, que una vez llegado al poder, se han dado a la tarea de crear una nueva clase social.

En la revolución francesa, por cierto una revolución burguesa, lo que se logró, principalmente, al erradicar a la monarquía como forma de gobierno, fue trasladar el poder económico y político -que estaba concentrado en la nobleza- a la nueva burguesía y, particularmente, a aquella más vinculada a los nuevos gobernantes.

En el caso se la revolución bolchevique, es notoria la creación de una nueva clase integrada en lo esencial por los miembros del partido comunista y del estamento militar. El mejor análisis que se tiene de lo ocurrido después de la revolución de 1917 se lee en el libro del yugoslavo Milovam Djilas «La nueva clase”, en la que denuncia las contradicciones inherentes a la revolución socialista y las perversiones que ha generado con la concentración del poder económico en manos de una “élite revolucionaria”.

Mucho más reciente es el análisis realizado por Michael Voslenky, quien fuera alto funcionario del Comité Central del Partido Comunista de la URSS. y que publicó a finales del siglo pasado un libro titulado «La Nomenklatura”.

La Nomenklatura fue el término que acuñó para describir a “la lista de puestos de dirección dependientes de las instancias superiores del partido y la lista de personas nombradas para esos puestos o que se mantiene en reserva para esos puestos”.

Resulta que, con la desaparición de la URSS surgió en Rusia ya abierta y pública la nueva clase, también llamada los oligarcas, quienes son ahora los dueños de las principales industrias y actividades economicas de ese país y que no son otra cosa que los herederos de la antigua Nomenklatura. Fenómenos parecidos han ocurrido en China, Cuba y Corea del Norte, en los que han perdurado los partidos comunistas.

En nuestro país resulta evidente la existencia de una nueva clase, que algunos denominan como boliburgueses, otros como enchufados, pero que tienen en común la alianza o la dependencia de los principales jerarcas del régimen.

Lo deplorable de esta nueva clase que se ha convertido en una expresión vulgar del consumismo extremo es que no solo no ocultan su nueva riqueza, mal habida, sino que la ostentan para demostrarle al resto de los habitantes del país quienes son ahora, los que antes se llamaban “los amos Del Valle” solo que ahora son los dueños del país y se ubican, en algunos casos, en el selecto grupo de las grandes fortunas mundiales. Todo esto a costa de un país destruido, empobrecido y desesperado.

Si la justicia llegase de nuevo a restablecerse en nuestro país, esos personajes tendrán que resarcir a la nación el daño causado con la apropiación indebida de recursos que eran de todos y no del pequeño grupo gobernante.

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