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La tiranía de Abreu

Nuevamente se ha desencadenado una crisis polémica sobre El Sistema de Orquestas Juveniles de Venezuela en la prensa. Esta vez la detonación provino de un artículo publicado en el periódico TheGuardian, tradicional diario de tendencia izquierdista de Manchester en Gran Bretaña. El autor es un joven profesor del departamento de estudios musicales de la Universidad de Londres de nombre Geoff Baker (http://geoffbakermusic.wordpress.com/ ).

A mí lo que me resulta irónico y ciertamente inaceptable, es que algunos amigos anti chavistas hayan saltado sin escrúpulos a apoyar las posiciones radicales de este iconoclasta profesional que ejerciendo la desvergüenza y la arrogancia característica de la “izquierda ilustrada” procede a proferir injurias e improperios a personas e instituciones que ellos odian sin tener por lo menos el cuidado de leer con atención artículos como los de Baker para descubrir lo falso de su método, lo prejuiciado de su análisis, la baja calidad lógica de sus argumentos y la sucia intención de destruir a quien no piensa igual. Mis amigos no se dan cuenta que de esa manera desprestigian y deterioran la fuerza de su lucha contra la dictadura chavista. Es más, ni se dan cuenta que en el contexto general, Baker termina siendo otro chavista más anti sistema.

Este académico se ha dedicado a estudiar aspectos que yo llamaría antropológicos e históricos de la música en Latinoamérica. Así como ha estudiado temas como el reggaetón, la cumbia y otros géneros en cuanto a sus orígenes culturales y sus impactos socio-políticos, parece que Baker ha dedicado recientemente su atención a estudiar El Sistema de Orquestas Juveniles venezolano creado y conducido por José Antonio Abreu. Su interés en el asunto parece haber sido despertado por la activación de un programa similar en el Reino Unido (Escocia e Inglaterra) impulsado por figuras prominentes del “establishment” musical de ese país, entre las cuales se encuentra Sir Simón Rattle, gran director entusiasta partidario de El Sistema.

Según dice el profesor Baker, él se vino a Venezuela por un año para “descubrir el secreto”[1]y, fue “sorprendido” por lo que averiguó acerca de El Sistema conversando “privadamente” con “músicos y observadores culturales venezolanos” que le dieron una imagen del Sistema diferente a la adorable (heart-warming) que describen sus fundadores y la prensa internacional. Tal como lo dice, pareciera que si él no hubiese hecho esa investigación y no hubiese hablado con esos “observadores” no habríamos descubierto LA VERDAD de El Sistema. En otras palabras, los venezolanos tenemos casi cuarenta años engañados por Abreu y es ahora que Baker, por fin, nos aclaró qué estaba pasando realmente.

El artículo de Baker es un prolegómeno promocional de un pequeño libro que le publicaran a fin de este mes en Inglaterra sobre El Sistema. La “verdad” que ahora comenzamos a conocer por el artículo en TheGuardian, parte por caracterizar a José Antonio Abreu diciendo que en contraste con la asimilación que le han hecho en el exterior con Gandhi, Mandela y la Madre Teresa realmente Abreu ha sido comparado por la prensa venezolana con Maquiavelo y le han dado el sobrenombre de “el ogro filantrópico” y que “siendo un ex político, claramente tenía ambiciones más allá del ámbito musical”. Baker no aclara si esto de las ambiciones de Abreu es una virtud o un defecto.

Según dice Baker, o quizá según le dijeron, Abreu como director ejemplifica “el maestro autocrático” (esto debe ser algo como dicen que eran Toscanini y von Karajan) que pone“la disciplina antes que todo y detrás del vibrante espectáculo, la orquesta principal del Sistema llego a ser conocida como la Orquesta de la Esclavitud Venezolana”. Esta es la primera de las críticas de Baker: que Abreu es un tirano y así titula su artículo: “EL SISTEMA: UN MODELO DE TIRANÍA”.

En seguida Baker se explaya en un paroxismo de difamación basada aparentemente en lo que le dijeron en Venezuela que va desde acusar al sistema de ser “un culto y una corporación” (¿?), de mencionar (no documentar ni especificar) “irregularidades” financieras y hasta decir que le hablaron de “abusos y relaciones sexuales entre profesores y estudiantes”. Finalmente, para potenciar su escándalo, vincula esto último con historias de abusos sexuales de profesores de música contra sus alumnas, que ocurrieron en Inglaterra hace más de treintaaños y que recientemente han resurgido allá a la luz pública pero que no tienen nada que ver con el Sistema, ni con Abreu ni con Venezuela. En otras palabras, las menciona solo porque lo suyo es una deliberada operación de ataque moral sin escrúpulos ni límites éticos.

La otra critica que hace Baker está basada en que “muchos” músicos del Sistema le dijeron que no creen que esté dirigido hacia los niños más “vulnerables” pues ni el programa comenzó como un programa social ni los jóvenes que participan son pobres. Los informantes de Baker, según él dice, no creen que muchos niños verdaderamente pobres hubiesen aguantado un programa tan “exigente”. Los beneficios de “inclusión y trabajo en equipo” que se le han atribuido a El Sistema, “son más difíciles de detectar que el autoritarismo y la competencia”. Debe ser por eso que Baker solo habla de la tiranía de Abreu.

Después de hacer sus temerarias, arbitrarias e injustificadas acusaciones muy impropias de un científico social que quiera ser respetado y sin importarle que él mismo acaba de ofrecer conclusiones sin evidencias, reclama que los resultados de transformación social que se le atribuyen al Sistema tendrían que ser verificados por una evaluación rigurosa, “después de 40 años de financiamiento del estado y de $500 millones de los bancos de desarrollo”. Sin embargo, a falta de tal evaluación Baker prefiere usar las “impresiones” de los enemigos de El Sistema con quienes habló.

Baker intenta sustentar su trabajo haciendo referencia a ciertas formulaciones teóricas de lo que parece ser su especialidad académica: los estudios sociales de la música. Sin embargo, no puede o quizá no quiere, evitar que se trasluzcan sus posiciones ideológicas en esa materia. Así, Baker dice que las “declaraciones de éxito [del Sistema] están basadas, en cambio, en creencias de hace siglos acerca de los poderes de superación de las altas artes y alguna operación de relaciones públicas más bien moderna”. Según Baker: “….de hecho, El Sistema refleja un pensamiento muy gastado y en algunos casos claramente desprestigiado acerca de la educación musical y el desarrollo social. Es un programa de ´ejercicios y habilidades´, jerárquico, centrado en el profesor y enfocado en el aprendizaje repetitivo y en el logro. Tiene claros antecedentes en Europa del siglo 19, cuando se promovía la educación musical … para mantener los trabajadores fuera de las tabernas, … Sus raíces retroceden aún más hacia la conquista española de América cuando los misioneros usaron la educación de música europea para …. civilizar… los indígenas. Tales precursores eran programas de control social, no de emancipación.” Como se ve, estas son posiciones radicales frecuentemente encontradas en algunos sectores izquierdistas universitarios sobre temas que, como tienen sustancia fundamentalmente subjetiva, son inherentemente polémicos; condición que, por otra parte, es muy propia en el eterno debate estético y ético del ser humano. No tengo idea de cómo sonaría una orquesta de jóvenes que no aprendieron música con profesores, ejercicios, repeticiones y búsqueda del logro, pero por ahora me quedo con los “sometidos” a la disciplina que, como hemos estado oyendo, suenan delicioso.

Confirmando su posición radical, Baker dice que Abreu es “hombre de convicciones políticas y religiosas conservadoras. … Los valores cuarteleros que su proyecto profesa: disciplina, obediencia, orden, son vistos con recelo por muchos educadores progresistas que prefieren la creatividad y el pensamiento crítico. Es irónico, entonces, que el Sistema haya sido defendido internacionalmente por el establishment cultural liberal.” ¡Que galleta ideológica se ve en esto!

Precisamente por las mismas razones que esgrimo, no puedo declarar a El Sistema libre de toda culpa. Ya he escrito mi posición sobre aspectos que no me parecen correctos en su reciente acontecer. Creo con muchos, que es necesario auditar su administración, pero no puedo permanecer callado ante un ataque rabioso, irracional y desaforado como el de Baker. Tengo que reaccionar cuando veo que el odio político obnubila y desorienta a mentes que por otras de sus vertientes me parecen valiosas hasta hacerlas tomar y difundir posiciones indignas apoyando lo falso, lo feo y lo destructivo sin cuidar el daño que hacen a gente inocente y de buena fe que nos está cercana.

Afortunadamente, de los 19 comentaristas que registró The Guardian sobre el artículo de Baker antes de cerrar el debate correspondiente, 17 se distanciaron de Baker y defendieron El Sistema sin abandonar su posición anti chavista y solo dos se abalanzaron a apoyar a Baker. Hubo uno de ellos que se excitó tanto que terminó atacando a Dudamel diciendo que él es “… otro tótem que nadie se atreve a criticar pero cuya fama actual uno no entiende ya que la mayoría de sus interpretaciones son superficiales, someras o con poco significado”. Con alguien que diga eso no se puede discutir. El odio le nubla el entendimiento y lo invalida como interlocutor honesto.

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[1]Las citas entre comillas son traducciones del artículo hechas por mí.

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2 comentarios

  1. Entenderé que Analítica no
    pueda incluir este comentario, acaso por profuso o por largo, o por no ahondar en
    el muy interesante y definido artículo del señor Añez.

    Fui educada desde la infancia en sistemas pedagógicos musicales centroeuropeos (Orff, Kodaly, Dalcroze…), y lo que se ha bautizado como ‘Sistema’ es una sencilla y elaborada mescolanza de todos ellos (junto a la argentina Gainza y al canadiense Schafer, entre otros pedagogos de América), y esto debe conocerlo el británico Baker, ahora enredado en razones paralelas que se han aproximado en el artículo, y que seguro son ciertas.

    Los logros son algo que suenan a cosa milagrosa, excepcional. El Sistema trabaja con cierta efectividad nuestros sones particulares (cosa que fascina a todos en el extranjero, mucho…), y es parte fundamental de la pedagógica moderna ‘progresista’ en todos los espacios de la enseñanza: el uso de la riqueza folclórica de cada país, y probablemente sea este el campo al que Baker se debió circunscribir… En recordarnos las transcripciones de nuestros valses, realizadas por el maestro Lauro para el estudio de la guitarra clásica, por poner un ejemplo, sin que mediaran perfecciones ni sistemas ni banderas ni uniformes ni músicos aferrados por/a una bandera. Pero no… Le ha dado por ver tiranías y anomalías en todo esto.

    Desconozco si en el Sistema hay tiranía, pero lo que sí hay es un conglomerado de seres elegidos, pero previamente seleccionados… Una especie de construcción de una raza selecta…, algo absolutamente contrario al concepto de Arte en general. Desde aquel Ministerio de Estado para el Desarrollo de la Inteligencia lleva esto caminando, cuando se enseñó a tocar el violin a unos indios que desconocemos, de los que ni recordamos el nombre y ni sabemos si viven siquiera: “…Es así como en Venezuela, en los años 70, un flamante ministro de la Inteligencia, con el asesoramiento del abogado José Antonio Abreu, representante plenipotenciario del sistema de orquestas infantiles, presentaron a un grupo de niños provenientes de la etnia Pemón -del Amazonas venezolano- como parte experimental de un proyecto en donde se “enseña” o “entrena” la inteligencia…” (sic, de Diego Silva, pues carezco de otra fuente). Ha transcurrido casi medio siglo desde aquello.

    Como intérprete (hoy averiado) aprendí muy pronto que la música es un oficio, y eso es lo que se descubre desde muy niño si la enseñanza es ‘natural’; no se es un privilegiado (no más que un ebanista o un matemático), ni se recibe un don producto de algo celeste (se trabaja a diario sin tiranía alguna), ni la vida queda solucionada de por vida, ni nadie te regala un buen instrumento (que puede llevar décadas adquirir y pagar…, ¿salvo en Venezuela?). Un músico que ha triunfado tiene la oportunidad de dar a conocer una injusticia o una transgresión de lo que ocurre en su país, o puede realizar una denuncia pública, amplificarla, que llegue con efectividad (como nuestra dúctil Gabriela Montero), y será un puro acto de inquietud, o indignacióno de aviso. Y de vida.

    Pero la utilización, así como la manipulación de un ‘logro’ (supongamos que cierto), para iluminar una sola cara de este espacio poliédrico que tenemos por país, mostrando en el ‘exterior’ que el resto de nuestro ‘interior’ funciona aproximadamente igual, con la misma ‘perfección’, es algo que se acerca al fraude, y esto es suficiente y se basta solito como para despertar todas las alarmas y todo tipo de comentarios, acaso, sí, un tanto dirigidos y extremos, pero que no nos golpean ni oscilan más allá de lo que hace con el tiempo un sencillo metrónomo.

    No sé qué razones mueve al tal Baker, pero no se debe conceder un grado de perfección al trabajo de unos músicos ‘terrenales’ o a su sistema, o elevarlos a la categoría de excepcionales, sin admitir crítica alguna a sus interpretaciones a lo largo deeste año (al menos), pues es algo que ni tan siquiera se puede permitir la Filarmónica de Berlín.

    Dice usted: “…No tengo idea de cómo sonaría una orquesta de jóvenes
    que no aprendieron música con profesores, ejercicios, repeticiones y búsqueda
    del logro…” Se sorprendería mucho, señor Añez… Empecemos con G. Gershwin y
    sigamos hacia Pavaroti. El arte ni tiene truco ni dueño ni sistema.

    1. Karim tienes toda la razón yo también estuve muy niño en el conservatorio de Paris y tuve profesores de piano particulares, pero por alguna razón no tuvieron ni la pedagogía ni la empatía suficiente para generar en mi la pasión necesaria para dedicarme al instrumento. En cuanto al artículo de Carlos Añez y al del inglés creo que hay que encontrar un justo punto medio no es justo demonizar pero tampoco endiosar. En el sistema hay aspectos negativos y positivos. En todo caso puede decirse que un efecto colateral es el que hoy hay más gente interesada en aprender o en escuchar la música académica

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