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La visita de la adversidad

Una vez escuché a mi padre decir que la adversidad sería una compañera con la que me encontraría en el camino de la vida en varias ocasiones. Ciertamente, algo que nadie quiere escuchar y mucho menos una joven llena de ilusiones. Sin duda, él pudo leer en mi rostro cuanto me desagradaron sus palabras; por esa razón, siendo el padre amoroso que siempre fue, suavizó el tono de su voz, me tomó la mano y continuó en su disertación. El tiempo de la adversidad será para cada persona, familia o nación tan largo como el tiempo necesario para moldear nuestro corazón conforme al amor.

Si tu quieres una vida bendecida en todas las áreas, si quieres cumplir el propósito de tu existencia, entonces no pienses en los tiempos oscuros como un abandono de Dios. Por el contrario, vuelve tu rostro a El, porque lo que probablemente haya sucedido es que le has dado la espalda. Y nunca pienses que las cosas duras o la oscuridad de algunos momentos son un castigo de Dios. Recuerda que vivir en tu propio libre albedrío puede llegar a ser la peor decisión de tu vida.

Tratar de ser tu propia guía, persistir en tomar decisiones basadas en tus propios razonamientos, sin buscar un consejo es un acto de soberbia. Y la soberbia es el camino directo a la estupidez, porque no hay nada menos inteligente que creerse sabio. Los mandamientos de la ley de Dios están escritos en la mente y el corazón. Todos los seres humanos tienen la capacidad de discernir entre el bien y el mal. Por lo tanto, peor aún serán las calamidades cuando voluntariamente decidas violar esa palabra escrita dentro de ti.

De todas maneras, la adversidad es parte de un mundo alejado de Dios y debido al hecho de no vivir aislados, seremos afectados por circunstancias y personas totalmente ajenas a nuestra vida. Así, que siempre piensa que El cuidará de ti donde quiera que estés. Aquellos que viven las consecuencias de injusticias que ellos no perpetraron son como la flor más blanca que nace en el pantano más oscuro. Como el ave que trina en medio de la tormenta.

De aquellos que pervierten el derecho, que infringen la ley escrita en su corazón. Aquellos que ocasionan sufrimiento a otros, que practican el mal y pudiendo hacer el bien, no lo hacen. Esos, inexorablemente vivirán la más oscura de las noches. Nada puede sacar a la luz, de mejor manera, lo que hay en el corazón del hombre que las dificultades. Son las actitudes en los tiempos difíciles por las que se puede medir la integridad y la bondad del ser humano.

Es el soldado herido que regresa a salvar a su compañero que está en peor condición que él; o el que le camina por encima y no vuelve su mirada. Es el que contempla la muerte de cientos y cierra sus oídos al clamor por la ayuda, mientras tiene en sus manos el poder para ayudar. O el que es compasivo y ofrece toda la ayuda en su posibilidad. Es el que endurece su corazón, cierra sus oídos y vive como si la eternidad nunca le va a alcanzar; o el que abre su corazón, escucha la voz del dolor y se hermana con el desdichado.

Cuando atravieses noches oscuras, hija mía, piensa que nunca podrías valorar la alegría si la tristeza no asaltara tu alma inadvertidamente. Y cómo podrías tener en tu corazón la sensibilidad para enjugar las lágrimas de un amigo si nunca hubieras sido consolada. Cómo podrías entender que los tesoros más valiosos son los que puedes guardar en tu alma, sin antes haber comprendido que todo el dinero del mundo no puede comprar el amor que brota de un corazón agradecido. 

Cómo podrías desprenderte de posesiones materiales para dar de comer al hambriento, para vestir al desnudo o saciar al sediento, si primero no te desprendieras de ese terrible orgullo que te hace creer que eres invencible, que te hace ciega ante tu propia fragilidad. Cómo podrías desarrollar en ti el coraje si nunca conocieras el reto. Cómo podrías descubrir la riqueza del servicio si tu vida solo girara entorno a ti y nadie más. Por esa razón, hasta las reinas son madres y dan a luz con dolor.

La visita de la adversidad durará tanto como aprendas a caminar con la frente en alto, si; pero con el corazón rendido al Altísimo. Porque aquel que se rinde a Dios puede levantar su frente ante cualquier ser humano. Porque aquel que se arrodilla delante de Dios, puede levantarse sin vergüenza. La dependencia de Dios es el mayor logro del alma, aunque a veces nos toma toda una vida entenderlo. Por esa razón, hija mía, no tardes en aprender las lecciones que inesperadamente adviertas en los acontecimientos de tu vida.

Disfruta cada día de tu vida debajo del Cielo, cuando rías, ríe hasta que te duelan los músculos como cuando tus hermanos te hacían cosquillas; pero cuando llores, llora primero delante de Dios. Corre siempre a sus brazos, como corrías a los míos para tomar la bolsa de suspiros. No permitas nunca que el dolor sea un arma del enemigo para quebrarte en tu interior. Grita, hija mía, grita  delante de Dios, pues El siempre oirá la voz de tu oración.

La noche más oscura siempre te llevará a la luz de un nuevo amanecer.

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