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Las burbujas de la hipocresía económica

Imaginar las burbujas formadas por las pompas de jabón al flotar en el aire, rememora la gracia y fascinación que de niño incitaba la alegría de verlas suspendidas o danzando ante los soplidos del viento. Sólo que de adulto y en el contexto de una país feamente arreglado sobre conjeturas y frustraciones, la realidad ha resultado ser una equivocación incitada por gobierneros y empresarios impúdicos. Sin el menor sentido de las mentiras que pululan alrededor de esperanzas inventadas.

Pero el problema de verse sometido al encierro de una burbuja inflada con aire expelido de pulmones cancerosos, no pareciera ser un satisfactorio lugar para apreciar la vida. Tampoco, una buena oferta. Por el contrario, sería toda una decepción el hecho de vivir tan contradictoria realidad.  

Confunde entonces tomar la decisión de cuándo salir o escapar de burbujas tan difusas que limitan ver el mundo en su verdadera concepción. Es decir, verlo tal como es. Fuera de la burbuja aun cuando luzca difícil aceptarlo. Pero no hay más opciones. Aun cuando sobra la resistencia como cualidad capaz de frenar tan detestable avance.

Sin embargo, hay quienes se ufanan por sentirse poseídos de pretensiones que sólo los lleva a creerse que viven en el interior de una espléndida realidad. Aunque tenga forma de burbuja. Sólo que cuando estalla o se desinfla, comprenden realmente que la vida no era la que suponían mientras disfrutaban las mieles del poder, del dinero o de los placeres mundanos.

País extraviado

Precisamente, es el problema que afecta y tiene más desorientado de la cuenta a muchos presuntuosos. El hecho de estar bajando la cerviz cada vez que la cúpula del autoritarismo dominante lo exija, es razón suficiente para seguir cayendo en la inmundicia de un foso colmado del estiércol con olor a ridículas presunciones militaristas.

Importantes instituciones de la sociedad venezolana, han advertido las consecuencias de vivir enganchado a parajes encendidos desde falsas burbujas económicas y comerciales. Lugares estos que intentan cambiar la imagen de país sucumbido por avatares de violencia en todas sus manifestaciones, por una país donde la felicidad tiene cara de idiota y soso.

Con esa suspensión o burbuja compuesta de incredulidad, que han querido retorcerle la cara a realidades contraídas por problemas de toda índole, como en efecto está viéndose en Venezuela, el régimen pretende utilizar el engaño de mago aspirante para dar cuenta de una realidad inflada a punta de corrompidas piruetas financieras.

Tan frívolas burbujas que hablan de un país que no existe, que es irreal, no podrán soportar el peso que los reclamos gravarán sobre las inmensas verdades. Verdades estas, sujetadas por la fuerza de la gravedad democrática.

Esas burbujas al servicio del servil acto de encaramar a un autoritarismo sobre un nivel desde el cual, escasamente, puede mirarse el ombligo toda persona, el país ha comenzado a moverse sin rumbo determinado. Es decir, disparatadamente. Sin política pública alguna que ordene su funcionalidad. Pero las circunstancias obligarán su defunción y su caída como recursos equivocados de políticas inconsecuentes.

El toque más suave  que podría recibir dichas burbujas le resultará fatal. O acaso solamente, treparán hasta las fronteras de un mundo invisible en donde irremediablemente se desvanecerán.  Hasta ahí sería contada la historia de tan volátil petulancia: las burbujas de la hipocresía económica.

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