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Los reflejos y titilares acuáticos de Iván Mikolji

“Los titilares son buscados. No son fotografías al azar. Cada vez que fotografío y busco tomarlos veo imágenes distintas. Los busco prestando atención, viendo los reflejos en la superficie del agua, entre las piedras, sobre las partes más llanas y cuando hay un tronco sumergido. Busco todo lo que haga que la superficie del agua se mueva, que tenga movimiento”. Iván Mikolji, 2022

Una selección de los Reflejos Acuáticos y titilares están siendo expuestos desde el 22 de abril en el Gabinete del Dibujo y la Estampa de Valencia, Venezuela. Durante décadas,  Mikolji ha visto la luz del amanecer fotografiando el mundo acuático, flotando a lo largo del día. Siente una apasionada empatía por el agua y su capacidad de generar vida, al sentirse rodeado e inmerso en ella por horas, concentrado en todo lo que observa a través del visor de su cámara, respirando a través de un snorkel, gozando a plenitud de ser un testigo que no solo viene a conocer ese maravilloso bioma del planeta, sino a documentarlo a través de sus fotografías con un fin tanto estético como conservacionista, y sus Reflejos y Titilares serán expuestos desde el 22 de Abril en el prestigioso Gabinete del Dibujo y la Estampa, de Valencia, Venezuela

La cuenca del Orinoco es una red de ríos, raudales, caños y selva tropical donde llueve con mucha frecuencia. La humedad rezuma en cada rincón. El agua es uno de los elementos dominantes, y sin ella no existiría esa gigantesca telaraña de ríos y caños en los que fluye el líquido vital para la vida del planeta, fundamental tanto para la flora y la fauna, incluyendo cada ser humano. Por tanto, su conservación es vital para la humanidad.

 En el Orinoco uno de los fenómenos más sorprendentes es el arco iris, por su colorida belleza. Aparecen súbitamente cuando la luz solar atraviesa las gotas de agua que están en la atmósfera, cayendo en forma de llovizna. Esas gotas de agua actúan como prismas al atravesarlas los rayos solares, descomponiéndose y creando un arco multicolor. De ahí que se muestre en el espacio expositivo de manera desfragmentada, pues su esencia es la desfragmentación. El arcoíris es una ilusión óptica en sí, y esta fotografía fue tomada por Mikolji sobre el río Orinoco en las cercanías de Puerto Ayacucho. Estaba en una chalana para cruzar el río, pues en Puerto Páez no hay un puente y hay que cruzar por agua. Cuando vio aquel arcoíris, sobre el Orinoco, quedó sorprendido ante tal belleza y lo fotografió sin pensarlo.

El fenómeno atmosférico posee un complejo simbolismo en las diversas etnias amazónicas. Por ejemplo, en algunas etnias es percibido como una serpiente bebedora de agua. Entre los Yanomami, los colores con que cubren sus cuerpos están asociados al mito en el que Omawë, su antepasado mítico, ve a una mujer en una laguna, a la cual posee con cantos chamánicos lanzados al agua y la toma por esposa. Ella sería la Mujer-Anaconda, y se asocia a los colores del arcoíris con que cubren sus cuerpos. En cambio, en la Biblia, en el Génesis, el arcoíris es considerado como el pacto de Dios con la humanidad de no volver a crear el caos con otro diluvio. En el Tíbet, está asociado a la liberación del espíritu; y en la contemporaneidad se vincula a diversas connotaciones como es la esperanza. De ahí que no sea expuesto en la exposición como una imagen continua sino deconstruida, para transmitir la idea de que cada una de las fotografías que componen este mural sería la metáfora de una gota de agua.

Una de estas ilusiones ópticas reflejadas en la superficie del Orinoco son los amaneceres y atardeceres ribereños. En ellos se percibe la monumentalidad del Escudo Guayanés, que es uno de los territorios geológicamente más antiguos del planeta. Sus rocas están cubiertas de las pátinas minerales que dejan las aguas del río sobre ellas, creando efectos visuales cromáticos como sería el plateado. Las formaciones rocosas graníticas, fotografiadas por Mikolji, crean la ilusión perfecta para que éstas parezcan esculturas modernas.

Las imágenes de estas ilusiones de las sabanas inundadas destacan por su belleza y esconden en sus aguas gran diversidad de peces y plantas acuáticas. Entre las series cliqueadas por Mikolji de estas ilusiones reflejadas fuera del agua comienzan a surgir laberintos formados por ramas y hojas que crean formas que parecen realidades que solo existen por segundos. Crean paisajes y realidades inexistentes, y realidades como la que parece una máscara africana, debido al flotar de ramas, troncos y hojas que crean figuraciones ilusorias.

Cualquier accidente es aprovechado en su creación de estas ilusiones ópticas. Así, al sentir el caer de una palma de moriche, el fruto rojo compacto con su textura escamada, el artista convierte su flotar, gracias a la fotografía, en un ser bifronte, mostrando dos caras: la real, que es el fruto físico y el reflejo, que pareciera flotar junto a otro fruto similar. Es ésta una trampa visual que nace de la cualidad del agua al crear la refracción.

Entre la serie de Reflejos Acuáticos hay varias fotografías dominadas por el verdor. Una de ellas es una hoja de helecho que pareciera cortada por la mitad. Al ser fotografiada en el ángulo preciso, el helecho duplica su forma, semejando una corona que solo existirá por segundos.

Hay otras imágenes de los ciclos en descomposición de las hojas de la palma de moriche, que crean reflejos que tiene un carácter mistérico, al crear una especie de vestido femenino en proceso de degradación. Otra fotografía es una hoja de palma que va barriendo el lecho del caño, movida por las corrientes. Tiene forma cónica debido a que cayó de la palma de moriche que hace que las hojas se encuentren plegadas sobre sí. Son varias ramas que semejan la cintura o el corpiño de una especie de vestido desmembrado y misterioso, como los personajes que abundan en la mitología de las culturas tradicionales amazónicas, donde la transformación de un ser humano en animal o árbol es algo común a través de sus mitos selváticos. 

Así el fotógrafo va poetizando el paisaje subacuático de los ríos de la Cuenca del Orinoco con cada imagen de estos reflejos. Una introducción visual a otras series fotográficas de estos reflejos son las superficies del agua del Orinoco. Una de ella es dominada por el azul celeste y trazas luminosas, que dejan que las huellas de la brisa ribereña parecieran un tejido abstracto contemporáneo.

“Donde el agua se mueve más lento y de una manera más lineal, sin ondas, son superficies que crean reflejos precisos, literales. Y cuando este tipo de superficie se mueve rápidamente, se deforman esas realidades convirtiéndose en abstracciones siempre cambiantes. El color que tienen depende del fondo. Cuando son marrones es por la arena.  Los que son verdes o rojos son por las plantas acuáticas, y los azules son el reflejo del cielo”. (Iván Mikolji)

 Otras imágenes muestran diversos contrastes del paso del agua, creando sutiles efectos al contrastar con el fondo rocoso y sus diversos colores y texturas, como ocurre con las fotografías de la Guáquira y Quebrada Jaspe. Son pequeños detalles que develan la dinámica interna del agua, creando miradas que parecieran abstracciones expresivas, que pudieran ser asociadas al devenir, como es la imagen de Caño Pasa. En la imagen se devela el proceso fotográfico que el artista llama hielo líquido, donde el fondo de plantas acuáticas verdoso crea reflejos que parecieran agua endurecida, detenida en su fluir, y crea la ilusión de agua cristalizada.

Desde esa serie los reflejos se hacen cada vez más abstractos, creando formas rectangulares, cúbicas, ovoidales, entre esferas de diversos tamaños, que difícilmente se les encontraría semejanzas con la realidad. Llega este discurso visual a un nivel estético que parecieran estos reflejos estar creando mundos paralelos, como ocurre con los minúsculos círculos blancos que asumen diversas formas, al ser reflejados por la luz entre fondos azules, rojos, negros, hasta llegar a la disolución formal. Parecieran esculturas creadas en sutiles materiales como el delgado aluminio que permite tal flexibilidad y a la microfotografía cambiar su escala.

“Los titilares que son ondulados es porque están al lado de una piedra u otro obstáculo, que hace que el agua se mueve en olas alargadas, lineales y continuas. Eso crea un tipo de titilar. A donde el agua está cayendo como en un pequeño salto o desnivel, está moviéndose más rápido, y crea un tipo de titilar que es más redondo. Y cuando hay sitios que tienen mucho movimiento, hay cientos de titilares que salen en una sola foto.” (Iván Mikolji, 2022)

Llega un punto donde domina el negro y reflejos de una blancura porosa, y parecieran describir la formación de células de un nuevo organismo…Y así nos va llevando el artista a través de un universo en cual el público se enfrenta ante variados dilemas: son fotografías bellas, que se podrían asociar a una cosmogonía o poesía visual. ¿Pero cómo fueron tomadas?

 “Hay otros factores de los que dependen los titilares, como el ángulo en el cual se fotografían y la posición del sol. Si el sol está bajo, o atardeciendo, puedes ver con más claridad lo que está en el fondo, mientras si el sol está en el cenit, te salen los fondos negros y las manchas más blancas. Todas son fotos micro, composiciones visuales pequeñas, gracias al uso de un lente macro. Son instantes de luz.Cuando estaba en Caño Cristales, los investigadores que me acompañaron no entendían lo que estaba haciendo.  Me veían confundido cuando caminaba arrodillado dentro del río buscando estos titilares entre las plantas acuáticas rojas. Me veían como si estuviera demente, escaneando muy de cerca la superficie del agua, como barriéndola con la cámara por horas. Así pasó cuando fui al río Guataparo con Willy Terzenbach. Él se me quedaba viendo, mientras yo escaneaba minuciosamente la superficie del agua y al rato de verme me dijo: ¿Qué estás haciendo? Pasas más de una hora tomándole fotos a la superficie del agua en un solo sitio, y te vas riendo solo cuando las tomas, como si el río te estuviera echando chistes. Al terminar, me explicaste que le estabas tomando fotos a los titilares. ¡Me mostraste las fotos y se veían arrechísimas!” (Ivan Mikolji, 2022)

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